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“Para mí es muy importante cosechar lo que me voy a comer, no suelo cocinar mucho la comida porque casi siempre como crudo”, dice Ana, desde la ecoaldea. | Foto: Especial para El País

ESTADOS UNIDOS

¿Cómo es la vida en una ecoaldea de EE.UU.?, esto relata una caleña

Ana Isabel Mercado, actriz en Hollywood, vive hace tres años en ‘Los Ángeles Ecovillage’, un conjunto de apartamentos ecológicos en donde se busca disminuir el impacto ambiental, promover el uso de la bicicleta y la alimentación orgánica.

4 de agosto de 2017 Por: Valentina Parada Lugo / Semillero de Periodismo UAO

Son las 7:00 a.m. en Los Ángeles, California, una de las ciudades más pobladas del mundo. Millones de personas se movilizan por las calles admirando los altos rascacielos y algunas de las casas de los famosos de Hollywood. Mientras tanto, Ana Isabel Mercado, una caleña de 35 años y actriz de la Meca del Cine, comienza su rutina en la Ecoaldea ‘Los Ángeles Ecovillage’, en la que vive hace 3.

Con casi una hora de ejercicios de yoga da inicio a su día. Se pasea por dos edificios construidos en 1920 y que se han transformado en apartamentos ecológicos rodeados de grandes árboles, jardines, huertas. Recoge manzanas, tomates, remolachas, sandías, cebollas y una gran cantidad de alimentos más, al tiempo que se saluda con sus vecinos.

Las ecoaldeas son comunidades sociales cuya intención es ser biosostenibles. En estos espacios, además de buscar disminuir el impacto ambiental, promover el uso de la bicicleta y la alimentación orgánica, incentivan la vida en colectividad.

Este lugar, ubicado en el extremo norte de la zona Wilshire Center y Corea Town de Los Ángeles, ocupa tres bloques de la calle, convirtiéndose en el sector más poblado de los EE.UU. Entre edificios, apartamentos y casas modernas y urbanizadas, se ubica esta pequeña ecoaldea de 35 apartamentos con más de 50 tipos de plantas distintas que rodean las diferentes huertas y jardines del lugar, preservando los recursos naturales y luchando por sobrevivir entre las excentricidades de California.

Una de las particularidades de este sitio, es que al menos 20 apartamentos no cuentan con una habitación constituida, lo cual no ha sido obstáculo para que los habitantes se acoplen a ello. En menos de 40 metros cuadrados se ubican la cocina, el baño y una pequeña sala de estar, lo que ha llevado a que muchos, al igual que Ana, instalen su colchón y pertenencias en ese espacio. Sin embargo, el resto de apartamentos pueden tener hasta dos habitaciones, de acuerdo a su número de habitantes.

Sin perder contacto

En esta comunidad todos los inquilinos se conocen entre sí. De hecho, para vivir en este lugar las personas deben pasar una serie de pruebas, proceso que puede demorar entre seis meses a un año. Durante este tiempo, los aspirantes deben participar en actividades que realizan por un período de prueba de tres meses. Entre reuniones, proyectos y talleres se integran cada semana, con el fin de no perder contacto entre ellos y consolidar un movimiento socio-ambientalista sostenible.

En el basement de uno de los vecinos de la Ecoaldea, han creado un estacionamiento de bicicletas para que todos los habitantes las guarden allí.

A diferencia de la tradicional forma de vida en un barrio, en la que la única responsabilidad de los habitantes es su casa, en el ecovillage es un requisito que, a pesar de las ocupaciones profesionales o personales de cada uno, todos sean miembros activos perteneciendo a al menos uno de los ocho comités existentes; entre los que está el de resolución de conflictos, siendo uno de los más importantes. Ana, por ejemplo, lidera el comité de embellecimiento.

A pesar de que en la ecoaldea el ritmo de vida es tradicional, ellos cuentan con todas las comodidades de la vida urbana de Hollywood. Sin embargo, procuran cuidar el medio ambiente reciclando sus desechos y trabajando con un sistema de agua residual, que les permite reutilizar el recurso hídrico para el riego de plantas y cuidado de los jardines. También, se enfocan en el ahorro de energía utilizando bombillas LED y aprovechando los dos páneles solares que se ubican en algunos apartamentos. Gracias a dichas prácticas, se han consolidado poco a poco como un espacio autosostenible gracias a su consciencia y cultura ambiental.

Actualmente, ‘La Ecovillage’ está habitada por cerca de 40 personas de diferentes credos, orientaciones sexuales, edades, clases sociales, ideologías, nacionalidades y culturas. Allí se puede encontrar desde niños, hasta gente de 70 o 75 años que aprovechan los espacios verdes y el parque infantil para compartir algunos de sus momentos juntos. Por eso, lo que más los identifica es la diversidad; de hecho concuerdan con que lo único en lo que no son diferentes es en el espíritu ambientalista y la ideología política. Esto, para Mercado, se ha convertido en todo un reto. “Tratar con gente con personalidades y orígenes tan distintos no siempre es color de rosa. De hecho, tenemos un comité dedicado a la convivencia”.


Así como Ana, existen otros 55 millones de inmigrantes hispanos en EE.UU., cuyo estilo de vida, en su mayoría, se rige bajo el principio de la fraternidad que caracteriza a este lado del continente. “Cuando yo estaba pequeña, recuerdo que mi vecina en algunas festividades nos compartía comida y uno hablaba con la gente de la cuadra; eso es algo que uno normalmente no ve en los Estados Unidos, pero aquí lo he encontrado”, comenta la colombiana.

Esta egresada del Colegio Jefferson asegura que desde que tiene uso de razón su día festivo favorito es el Día de la Tierra, por lo que su amor por el cuidado de la naturaleza lo lleva en las venas. Incluso, su consciencia por la situación ambiental la llevó a convertirse desde hace cuatro años en “pescetariana”, es decir, que además de vegetales, solo incluye productos de mar en su dieta.

Y es que ser vegetariano o pescetariano no es un lujo para los “eco-villagers”. De hecho, cuentan con una cooperativa de alimentos que la surten con productos como pasta de arroz integral, semillas, quinua, aceite de oliva y hasta papel higiénico reciclado, elementos ideales para quienes han decidido llevar una vida orgánica. El objetivo de una cooperativa de alimentos es que cada miembro contribuya con el trabajo de la tienda, recibiendo, organizando y vendiendo los alimentos por turnos, al menos una vez al mes.

En la cooperativa de alimentos, los habitantes pueden conseguir una caja de mercado orgánico por solo US$10.

Conectada

Aun cuando este estilo de vida procura reducir el uso excesivo de la tecnología, la comunicación digital es una gran herramienta para agendar diferentes actividades y reuniones. Por medio de una red de e-mails, en la que cada persona cuenta con un usuario, se conectan para consensuar desde los asuntos más formales como las fechas de encuentros, hasta para convocar a un almuerzo o cena.

“Si digamos, estoy aburrida y simplemente no quiero almorzar sola, les escribo por la red: Hey, ¿quién quiere almorzar conmigo en mi jardín?, y así interactuamos también. Es nuestra herramienta”, dice Ana.
En esta Ecoaldea también realizan comidas colectivas cada domingo en la tarde, con el fin de integrarse y crear un espacio de socialización informal entre vecinos. Además, se vuelven a ver los lunes a las 7:30
p.m., para conversar sobre diversos temas, pero de manera más formal sobre necesidades del vecindario.

Ana Isabel Mercado, quien emigró hacia los Estados Unidos hace 18 años, habla fluidamente tres idiomas: español, francés e inglés.

Durante la semana una persona se encarga de organizar la agenda del día y socializarla mediante la red de e-mail. En la reunión no solo comentan los adelantos de cada comité de la aldea, sino que también aprovechan para capacitarse sobre temas de interés. Así, cada persona puede proponer un asunto específico ambiental en el que quiera profundizar y todos se actualizan.

Como comunidad, también han participado en diferentes movimientos, rechazando las políticas del presidente Donald Trump. De hecho, uno de los temas más relevantes en sus encuentros ha sido la decisión del republicano de apartar a EE.UU. del Acuerdo Ambiental de París (COP21), situación que los preocupa.

El estilo de vida que esta colombiana comenzó hace tres años, no solo le ha traído beneficios de salud y sociales, sino también económicos. La Capital del Cine es reconocida porque resulta costosa para vivir; no obstante, una persona puede llegar a ahorrarse cerca de US$1500 viviendo en ‘Los Ángeles Ecovillage’, pues además de que se puede rentar un apartamento desde US$500 mensuales, incluyendo los servicios públicos, cada habitante puede recoger de las huertas, las frutas, verduras y hortalizas necesarias para su consumo diario, sin costo adicional.

Sin lugar a dudas, la tendencia a las ‘ecovillages’ cada día crece más. Según un informe del ‘Global Ecovillage Network’, Estados Unidos cuenta con 95 ecoaldeas, siendo el país con más comunidades ecológicas en el mundo. A este, se le suman otras 68 naciones que le han apostado a la supervivencia ecológica, en medio de lo urbano.
Para esta mujer la naturaleza y la actuación son su vida, lo que se ve reflejado en el “balance perfecto”, como ella lo denomina, de tener la grandeza del cine de Hollywood a tan solo 4.5 millas de su casa, una ecoaldea de los años 20. Y aunque para muchos sean mundos opuestos, para ella son complementarios.

La Ecoaldea queda a tan solo media hora de Hollywood.

Desde pequeña se apasionó por el arte. Heredó de su papá el talento por la música y pasaba sus tardes de infancia bailando en el Instituto Colombiano de Ballet, Incolballet. Al cumplir sus 17 años, su familia se mudó a EE.UU. y ella, luego de lograr algunos de sus sueños en ese país, se aventuró a estudiar sociología y artes escénicas en la Syracuse University en Nueva York. “No concibo la vida sin música, sin teatro, sin danza, sin pintura, sin arte”, asegura Ana Isabel.

Actualmente, la actriz de Hollywood, está incursionando en la escritura con la realización de un guion para un documental ambiental sobre las conexiones sociales y ecológicas en su país natal, Colombia.

“Para mí es muy importante proteger la naturaleza, porque ella me protege a mí y cuando uno deja su país tiende a idealizarlo, por eso quiero volver, para conocer la realidad ambiental de Colombia”, comenta la actriz.

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