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Ecoparques, senderos, humedales y reductos de bosque seco, son algunos de los ecosistemas en riesgo.

Seis rincones verdes de Cali que pueden desaparecer

La riqueza natural de la ciudad está sitiada por construcciones, aguas servidas y escombros.

21 de febrero de 2017 Por: Redacción de El País

La riqueza natural de la ciudad está sitiada por construcciones, aguas servidas y escombros.

El debate que suscitó la posible intervención del Zanjón del Burro, para conectar dos vías en Ciudad Jardín y desahogar el tráfico del sector, puso sobre la mesa los problemas que viven varios corredores ecológicos que están cercados por construcciones, vertimientos, escombros e invasiones, los cuales silenciosamente  deterioran el hábitat de cientos de especies de flora y fauna.

Son ecoparques, senderos, humedales y reductos de bosque seco que, a pesar de las condiciones del entorno y la presión del hombre, todavía luchan por seguir siendo corredores verdes y cunas de biodiversidad en medio del concreto.

Gloria Arboleda, directora del Jardín Botánico de Cali, remarcó que menos del 1 % de los reductos de bosque seco del  Valle se conserva y en esa pequeña porción se ha perdido casi toda la biodiversidad. “Si los bosques que tenemos empezaran a crecer, volveríamos a tener un ecosistema en la ciudad que regule el clima, las aguas, la flora y la fauna”, dijo.  

Para Marcela Navarrete, doctora en ciencias ambientales y urbanismo y   coordinadora del Observatorio de Conflictos Ambientales Urbanos de Univalle, la deforestación, la minería y la ocupación del Parque Nacional Natural Farallones han impactado en gran parte la biodiversidad que ahora hay en la ciudad.

 “Se debe trabajar en la recuperación de la malla arbórea y la conservación de los  bosques, para crear más conectividad entre los ecosistemas urbanos y evitar pérdidas de especies animales. Si eso se logra, estaríamos mejorando mucho la disponibilidad de recursos indispensables para la comunidad, tales como agua, aire, biodiversidad y seguridad”, aseguró.Laguna de Charco Azul[[nid:509687;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/563x/2016/02/laguna_de_charco_azul.jpg;full;{Foto: Bernardo Peña | El País}]]A pesar de los esfuerzos por recuperar el sistema de humedales de Aguablanca, a la laguna de Charco Azul la siguen acechando los vertimientos  de aguas residuales y la colmatación de escombros que son arrojados por recicladores y residentes de tres asentamientos. De las 9,97 hectáreas que tiene el humedal, solo queda un espejo de agua que no tiene más de 20 metros de extensión, los cuales están rodeados por vegetación invasora, como el buchón de agua y el pasto alemán. En la zona de amortiguación del humedal solo hay presencia de muebles, ropa, sanitarios y neumáticos. En algunos sectores se pueden divisar escasas  aves acuáticas, lagartijas, sapos,  salamandras y ratas que se esconden entre los escombros. En este humedal, la contaminación del aire es crítica cuando suelen erigirse columnas interminables de humo negro que salen de la quema de llantas que hacen algunos recicladores para extraer cobre.  Humedal Cañasgordas[[nid:509689;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/563x/2016/02/humedal_canasgordas.jpg;full;{Foto: Bernardo Peña | El País}]]Muy pocos saben que existe, pues lo que resta de este corredor boscoso dividido por la quebrada Gualí se encuentra sitiado por parcelaciones que de a poco han reducido su verdor. Allí, entre las avenidas Cañasgordas y Peñas Blancas y la calle de Los Pedrones, sobreviven 52 especies de aves, 7 de reptiles, 6 de mamíferos, 5 de peces y 3 de anfibios.   Según la CVC, dos de las especies de aves que habitan el lugar están amenazadas en la región; se trata del loro cabeciazul y la guacharaca colombiana. Aquí se cuentan 85 especies de plantas, entre ellas ceibas, chiminangos y guásimos. Un informe de la fundación Río Cauca señaló que en este bosque seco tropical de cuatro hectáreas había tres lagos, pero solo queda uno, “el cual está colmatado en aproximadamente un 80 % de su superficie por vegetación acuática emergente y flotante, típica de ecosistemas acuáticos epicontinentales tropicales que presentan carga orgánica... el humedal no presenta un sistema adecuado y funcional de entrada y salida de agua para su balance hídrico”. Humedal Lago Verde[[nid:509692;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/563x/2016/02/humedal_lago_verde.jpg;full;{Foto: Bernardo Peña | El País}]]Hace poco más de diez días el agua dejó de fluir por este estanque que es alimentado por el río Pance y está diagonal al colegio Jean Piaget. María Velásquez, dueña del predio en el que está el humedal Lago Verde, denuncia que propiedades situadas sobre el cauce del afluente hacen trinchos para retener el líquido, por lo que teme una mortandad de peces y tortugas que  habitan en el lago. Su reporte concuerda con un informe de la Personería en el que da cuenta que “la construcción de un proyecto urbanístico colindante impacta la acequia que alimenta este humedal, lo cual aumenta la sedimentación y turbiedad del agua, reduciendo el nivel de oxígeno”. Ante esto, el Dagma instó al constructor de un condominio adyacente a que reubicara una polisombra que, al estar sobre la acequia que lleva el agua al estanque, filtraba materiales de construcción y residuos sólidos al lago. En su informe, la Personería evidenció el uso de motobombas para captar agua y abastecer un vivero vecino. El País constató que la conexión aún existe. Humedal Panamericano[[nid:509696;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/563x/2016/02/pizamos_ecoparque.jpg;full;{Foto: Bernardo Peña | El País}]]En este lago ornamental ubicado en el Kilómetro 3 de la vía Cali - Jamundí, la presencia de residuos sólidos, el ruido y los malos olores hacen mella en el ecosistema que sirve de hogar a ardillas rojas y a los pichís pechiamarillos. En el agua hay vestigios de comida y basura que son arrojados por visitantes que, a pesar de la restricción a la pesca que rige en el sitio, suelen hacerlo en seis puntos del espejo de agua. Leonardo Herrera, doctor en ciencias biológicas, señala que “el hecho de tener al lado una autopista con gran carga de ruido, afecta los hábitos de las especies del lugar. Ese es el caso de las aves, que tradicionalmente se ‘apagan’ entre las 5:00 p.m. y las 7:00 p.m. Sin embargo, en estos sitios con alto tráfico todavía se pueden ver activas a esa hora. A  esto hay que sumar la deforestación, pues la población arbórea es escasa y no corresponde a la distribución de un humedal”. Humedal Santa Elena [[nid:509693;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/563x/2016/02/humedal_santa_elena.jpg;full;{Foto: Bernardo Peña | El País}]]Solía ser un bosque lleno de árboles, pastizales y un lago en medio que, dicen los nostálgicos, refrescaba con tan solo verlo. También cuentan los vecinos que en este humedal cercano a la urbanización Altos de Santa Elena y al río Meléndez, se veían familias de guatines, guacharacas e iguanas. “Esto era un espectáculo, un pulmoncito de la ciudad que lo secaron sin piedad”, lamenta Freddy Grijalba, un obrero que solía visitar el estanque donde ya no hay rastro de agua y solo queda tierra.  En diciembre del 2014 el Dagma constató afectaciones en el sitio, pues se hicieron construcciones de alcantarillado y cerramientos sobre la franja de protección del humedal, producto de la edificación de un conjunto cerrado. Entonces se requirió al constructor realizar la demolición de un contrapiso y el desplazamiento del cerco de la obra, que cuenta con el permiso de la autoridad ambiental. “Ojalá no sigan construyendo hacia el bosque porque si teniéndolo al lado se siente calor, imagínese cómo sería si nos quitan el último monte que nos queda en la Comuna 18”, dijo Juan Gruesso, vecino del sector. Ecoparque Pízamos[[nid:509694;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/563x/2016/02/ecoparque_pizamos.jpg;full;{Foto: Bernardo Peña | El País}]]El que fuera un oasis de 35.000 metros cuadrados en medio del Distrito de Aguablanca no podría estar más abandonado. Al menos eso es lo que dice Javier Londoño, vecino del Ecoparque Pízamos, ubicado en el centro del barrio Marroquín I, quien asegura que “aquí se respiraba aire puro; había iguanas, ardillas y hasta peces, pero los viciosos se adueñaron del parque y los mataron. Ahora uno no puede ni entrar sin miedo a que lo atraquen y el aire fresco cambió por un hedor a marihuana y basuco”. Hasta hace cinco años, cuando ese espacio era resguardado por un pelotón del Ejército, se podían avistar 22 clases de aves, entre ellas la cotorra, una especie apetecida por los traficantes de animales que las comercializan en el mercado ilegal a $100.000. Ahora solo se ven cuervos, canarios y uno que otro carpintero. Marcela Navarrete, coordinadora del Observatorio de Conflictos Ambientales Urbanos de Univalle, dijo que en la ciudad hace falta explotar más los ecoparques como este para reducir los factores de riesgo en las comunidades vulnerables.

 

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