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Rumba y ruido desvelan a sectores residenciales

Comunas 2 y 17, las más afectadas por la proliferación de establecimientos nocturnos. No hay un viernes en el que la esquina de la Calle 5 con Carrera 62 se salve de las peleas protagonizadas por estudiantes universitarios o conocidos de estos.

19 de septiembre de 2010 Por: Redacción de El País

Comunas 2 y 17, las más afectadas por la proliferación de establecimientos nocturnos. No hay un viernes en el que la esquina de la Calle 5 con Carrera 62 se salve de las peleas protagonizadas por estudiantes universitarios o conocidos de estos.

No hay un viernes en el que la esquina de la Calle 5 con Carrera 62 se salve de las peleas protagonizadas por estudiantes universitarios o conocidos de estos. Hace un año —recuerda Alba Gutiérrez— pasadas las 2:00 p.m. hubo un muerto. “Era un estudiante de derecho. Estaba tomando con el hermano y después que éste se fue, llegaron unos tipos disparando y lo mataron”.Hace cinco años, a las 11:00 p.m. también se presentó un tiroteo. Ese día fallecieron dos personas. Dicen los testigos que las víctimas no tenían nada qué ver con una pelea que hubo media hora antes en ‘El barrilito paisa”.Alba reconoce que no todos los viernes son de tiroteo, pero se lamenta porque vivir en medio de los establecimientos comerciales que hay en los alrededores de la Universidad Santiago de Cali “es un martirio”. Y para huir de él, muchos de sus vecinos ya se han ido del conjunto residencial y ella no descarta esa posibilidad.Yolima Alzate agrega que desde el lunes a las diez de la mañana se “prende la rumba” en el sector que comprende la Calle Quinta, entre carreras 56 y 62. “Casi siempre son mujeres borrachas cantando; cuando no, entonces están peleando y todo ese escándalo se mezcla con la música de las discotecas. Aquí ya estamos peor que en la Galería Santa Elena”.La mujer explica que desde hace dos meses la situación empeoró porque los jóvenes ahora se hacen en la zona verde del separador de la Calle Quinta para consumir licor.Un poco más al Sur, en la Calle Novena, entre carreras 60 y 58, la tranquilidad también es escasa. Martín Rodríguez, habitante del barrio Gran Limonar, cuenta que hay un sitio donde cada fin de semana se dan cita unos jóvenes para competir sobre a quién le suenan más fuerte los parlantes del equipo del carro.“Ni se entiende qué música es, porque a cada carro le suena algo diferente, lo peor es que uno llama a la Policía y cuando van, se callan un rato, pero luego vuelve la música y con un volumen más alto”, explica Rodríguez.Pero el ruido no sólo es por la música. A los elevados volúmenes de los equipos de las discotecas se suman los gritos de los borrachos, las ventas ambulantes y los pitos de los carros. Gabriel Molina, vecino del bar El Faro, en la Carrera 66, dice que la movilidad en la noche “es complicada”.Según él, la falta de zonas de parqueo causa que los visitantes a los establecimientos estacionen sobre los andenes y en la vía, razón por la cual se reduce el espacio para movilizarse y la congestión se refleja en el “concierto de pitos”.En el Norte y el Oeste la situación es igual. Sin embargo, Carlos Rojas, director del Dagma, sostiene que en el último mes los casos más críticos se han reportado en la Calle Novena y en la Carrera 66.Explica que en esas zonas hay tres dificultades: Muchos de los establecimientos no tienen uso de suelo apropiado. “Los establecimientos fueron creados para ser restaurantes y ahora funcionan como bares, esa es una moda que se impuso desde hace tres años en Cali y sectores que eran de vocación residencial, ahora son mixtos”.Agrega que dicha situación genera problemas de movilidad porque las actividades comerciales traen más vehículos y personas, pero siguen faltando parqueaderos.“El ruido es otro gran inconveniente de la mutación de los barrios, porque la mayoría de las casas se convirtieron en discotecas o tabernas, además, a la gente le gusta tomar trago en la calle y eso eleva el impacto ambiental y de una vez las quejas”, señala Carlos Rojas.El funcionario precisa que en promedio, en un fin de semana, recibe en su teléfono personal unas doce quejas por día, sin contar los llamados a los números que tiene el Dagma para las inquietudes y las cartas que recibe semanalmente.“Yo no sabía que existía”El consumo de licor en la calle se ha convertido en uno de los detonantes de la contaminación por ruido en Cali. Y aunque la Administración Municipal creó un decreto para castigar a los infractores, sectores como el Parque del Perro, en San Fernando, siguen siendo vulnerables.El pasado jueves a las 7:30 p.m. la glorieta del parque ya estaba copada por carros estacionados sobre la vía y sus ocupantes, sentados en los andenes consumiendo licor. Fortunato García, subsecretario de Policía y Justicia de Cali, manifiesta que en lo que va corrido del año, su dependencia ha impuesto 150 comparendos por esta causa. Muchos se excusan en la falta de conocimiento de la medida. Y en los operativos los infractores se refugian en frases como: “Yo no sabía”, “no leo la prensa” o “es que acabo de llegar del exterior”.Aún así las multas —que son de un millón de pesos— se imponen y tienen que pagarse. “Como la mayoría de infractores son estudiantes, entonces se les ha cambiado la sanción por trabajos comunitarios, dependiendo su especialidad”, agrega Fortunato García.Quejas en otro barriosEl elevado volumen de la música en algunos establecimientos, el incontrolable tráfico a partir de las horas de la tarde, la venta de licor en los antejardines y el incremento de las ventas ambulantes, son algunas de las quejas de los habitantes del barrio El Peñón, quienes indican que los ‘males’ de Granada se trasladaron a su sector.El pasado martes la comunidad de El Peñón se reunió con el Director Dagma y las autoridades de tránsito, quienes señalaron que se recrudecerán los controles.En marzo pasado cuatro establecimientos del barrio Granada fueron cerrados por exceder los niveles permitidos de ruido. En diciembre ya se les había hecho una visita preventiva.Los vecinos de parques como la Loma de La Cruz y la Colina de San Antonio se quejan constantemente por el consumo de licor y sustancias psicoactivas en la calle. Aunque hay estaciones de Policía en inmediaciones de los parques, cada noche se presentan hasta cuatro peleas en estos sectores, según la comunidad.Usos del suelo cambiadosMaría Grace Figueroa, directora de Planeación Municipal, indicó que la Secretaría de Gobierno es la que realiza los controles para verificar que las licencias de uso del suelo coincidan con las actividades de los negocios.Cuando hay irregularidades, Planeación Municipal adelanta procesos de investigación y se confirma que las construcciones cumplan con los requisitos, de no ser así, se evalúa la cancelación del permiso y se imponen multas.Datos clavesEn caso de encontrar irregularidades, el Damga elabora un acta que registra la situación y se hace el sellamiento preventivo; se hace una resolución de apertura de la investigación sancionatoria de dos meses y se cierra el caso con medidas pecuniarias.Entre 4 y 20 millones de pesos de multa tienen que pagar los establecimi- entos nocturnos que son sorprendidos con niveles de ruido que superan los 65 decibeles.

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