Ruido, vibraciones y poco control: el diario vivir en el barrio Valle Grande, oriente de Cali

Los residentes del barrio Valle Grande afirman que la situación en el Parque de Los Gemelos, ubicado en la Carrera 23 entre calles 83B y 84, en el oriente de Cali, empeora cada día.

Sostienen que pese a las denuncias presentadas desde hace años y a las visitas realizadas por las autoridades. El ruido, la actividad nocturna y la falta de control mantienen sin descanso a las familias del sector. “En este parque parece no regir la ley ni el orden, se les salió de las manos”.

El País Denuncia ya había registrado esta problemática en agosto, cuando publicó testimonios que señalaban que el exceso de fiesta y la falta de control en los establecimientos eliminaron la tranquilidad del sector.

En dicho informe, desde este medio se acompañó a la Policía, Dagma y Secretaría de Seguridad en un operativo de visita al parque en el que se evidenciaron las afectaciones relacionadas con ruido, ocupación del espacio público y vibraciones que han dañado la infraestructura de las viviendas.

Denuncias sin respuestas

Los habitantes aseguran que, a pesar de esa visita y otros operativos de rutina, no hay un seguimiento permanente por parte de los entes de control.

Así lo afirma Rocío Marín, residente del sector, quien indica que “desde el 23 de agosto ninguna de las autoridades ha regresado al parque para verificar la medición de ruido y los daños que llamamos a reportar todos los días, simplemente no nos prestan atención y ya no sabemos a quién acudir“.

La comunidad señala que las mediciones realizadas no han sido correctas, según los testimonios, estas se han hecho en franjas de bajo ruido y no durante las horas nocturnas, cuando la actividad aumenta y el sonido alcanza sus niveles más altos.

En medio de estas denuncias, los vecinos aseguran que tampoco han recibido informes oficiales que confirmen los resultados de las mediciones ambientales.

Aunque resaltan que tiempo atrás, Salud Pública sí había hecho evaluaciones intramurales, indican que actualmente no han obtenido retroalimentación del Dagma ni de otras entidades encargadas de vigilar y controlar la actividad comercial en la zona.

Mario Toledo, residente desde hace más de 10 años, afirma que “el malestar físico y emocional se ha incrementado, nuestras familias tienen episodios de estrés, especialmente durante los fines de semana, que la fiesta es desde muy temprano”.

La principal molestia de esta comunidad es que no cuentan con una intervención radical ni medidas que garanticen control sobre estas problemáticas.