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Los caleños: el personaje del año 2013 para El País

Durante este año Cali logró un milagro poderoso: transformar la imagen de la ciudad y el país ante el mundo. Sucedió durante los Juegos Mundiales.

22 de diciembre de 2013 Por: Redacción de El País

Durante este año Cali logró un milagro poderoso: transformar la imagen de la ciudad y el país ante el mundo. Sucedió durante los Juegos Mundiales.

Son centenares de escenas. Suceden todos los días. Quizá pase que no lo notemos. Pero ahí están. Por ejemplo: en la Calle Quinta, frente a lo que antes fue Tropicana, mañana y tarde se forma una fila de ciudadanos que esperan pacientes el alimentador del MIO. No necesitan de nadie que los oriente. Cada uno llega y ocupa su respectivo lugar. Nadie le roba el turno a nadie, además, nadie pelea. Cuando llega el bus, todos se montan en tranquilo orden, caminando a pasos lentos, sin atropellarse. Si en la fila hay algún anciano o una mujer embarazada, le ceden el asiento. Parecía una vieja constumbre ya olvidada que sin embargo se empezó a practicar de nuevo con naturalidad. Lo mismo se ha visto en otros sitios de la ciudad como la parada de San Bosco, en el centro. Tal vez no nos demos cuenta, pero Cali, en 2013, empezó a recuperar de a poco su identidad: el civismo. La ciudad está recordando lo que es.Los que han estudiado el tema aseguran que los Juegos Mundiales que se disputaron entre el 25 de julio y el 4 de agosto son una razón para explicarlo. Fue un sentimiento colectivo y espontáneo. Todos nos propusimos hacer los mejores Juegos Mundiales de la historia. Todos, sin que nadie nos lo dijera, decidimos tratar a los 4,000 atletas que aterrizaron desde 107 países y a los cientos de directivos, árbitros, turistas, como familiares cercanos que llegaban a casa tras un largo viaje. Así, cuando una delegación de deportistas iba a atravesar una avenida, los carros se detenían a pesar de que el semáforo estuviera en verde. Por la Calle Novena, y en el Parque de las Banderas, a los deportistas los detenían en la calle para abrazarlos y tomarles fotografías. Los luchadores de sumo estuvieron tan a gusto que se la pasaban elevando jovencitos al aire con una sola mano, sonrientes. Un deportista venezolano, el karateka Antonio José Díaz, dijo que en Cali lo trataron con el cariño con el que se trata al mejor amigo. Nunca, en ningún otro sitio del mundo, aseguró feliz pero extrañado, había recibido tanto cariño. Pero quizá el extranjero más feliz fue Fumio Morooka, presidente de la asociación de disco volador de la delegación japonesa. El taxista caleño Javier Antonio Quina le devolvió la videocámara que había dejado por descuido en el vehículo. Cuando se lo entregó, Fumio lo abrazó con fuerza. También gritó emocionado: ¡Viva Colombia, viva! Todo ese cariño logró un cambio poderoso: transformó la imagen de la ciudad y el país en el mundo. Aunque algunos extranjeros llegaron con temor de estar semanas en una ciudad que en sus naciones es calificada como violenta, se fueron con la seguridad de que Cali es más bien una ciudad de gente hospitalaria, solidaria. Durante los Juegos Mundiales no se registró un solo atraco a ningún visitante. Pero Cali no solo cuidó las pertenencias de los extranjeros. También las propias. Unos vándalos pretendían robarse unos grifos del recién estrenado Bulevar de la Avenida Colombia. Un transeúnte se indignó ante aquella canallada. Entonces pidió, muy serio y con un palo de granadillo en la mano, la devolución de los grifos. Lo logró. También, justo el día de la apertura del Bulevar, la ciudad entera rechazó lo que fue considerado otra canallada: una manifestación de estudiantes y profesores el día de la inauguración de la obra colapsó la ciudad en pleno mediodía. Algunos de los manifestantes pintaron grafitis y eso, para los caleños, fue como si lo hubieran hecho en las fachadas de sus propias casas. “Tienen derecho a protestar, pero los actos de vandalismo se castigan con cárcel”, escribió Andrés Felipe Serna en Twitter. “Me parece excelente que rayen las paredes, con eso ya solucionaron los problemas, felicitaciones (sarcasmo)”, agregó José Luis, otro ciudadano indignado. Después de décadas de permanecer indiferente a su propia suerte, Cali recuperó el civismo y el amor propio. También el optimismo. Según la Encuesta Cali Cómo Vamos de 2013, el 56% de la ciudadanos cree que la ciudad va por buen camino. El porcentaje se incrementó en 13 puntos con respecto al año anterior. La ciudad efectivamente está cambiando para bien, y los caleños son protagonistas estelares de ello. Merecen, merecemos, un lugar entre los destacados del 2013.

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