DEPORTE PARALÍMPICO
La historia de tenacidad del colombiano que irá al Mundial de Atletismo Paralímpico en Suiza
Brayan Estiven Rodríguez, es el atleta que venció a la oscuridad. Representará al país en el Mundial Juvenil de Atletismo Paralímpico. Una historia de superación y pasión por el deporte.
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17 de jul de 2019, 11:45 p. m.
Actualizado el 28 de dic de 2024, 02:50 a. m.
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"Al principio, cuando supe que mi hijo, con un año y ocho meses en ese momento, tenía cáncer en los ojos, sentí que la mejor solución era quitarme la vida. Cuando le sacaron su primer ojito, el derecho, a los 2 años y medio, fue un dolor muy grande para mí, y mayor aún cuando perdió el segundo. Pero la fortaleza me la dieron Dios y mi hijo, que cuando lo operaron lloraba mientras le pasaba la anestesia, pero después parecía que no le habían sacado nada, jugaba, reía, saltaba y todo eso me daba mucha fuerza para seguir luchando por él. Después de las quimioterapias me decía: ‘Mamá, tranquila, no llores, estoy bien, voy a estar bien’. Eso me llenó de mucha fuerza para seguir luchando”, dice María Irene Rodríguez Jiménez, madre cabeza de familia quien al poco tiempo de que su hijo quedara en la oscuridad total, perdió a sus padres, su único apoyo.
Fueron diez años de lucha desde aquel entonces, desplazados por la violencia en Tumaco y lidiando con la Eps para el tratamiento que empezó en Bogotá. Brayan, quien desde hace tres años vive con su madre en Cali, se sometió a diez ciclos de quimioterapia y 25 de radioterapia. Hoy en día es uno de los 4 sobrevivientes de cáncer de un grupo de 24 que empezaron con él las sesiones. Actualmente —con el cáncer controlado, pero sin bajar la guardia— está a punto de cumplir un sueño, representar a Colombia en el Mundial Juvenil de Atletismo Paralímpico en Suiza, en agosto.
“Las competencias son del 4 al 6 de agosto y representaré a Colombia en impulsión de bala, jabalina y disco. Me enfrentaré a chicos de Argentina, España y Estados Unidos y de otras categorías. Soy de la categoría F11, que somos los que no vemos nada, y competiré con los F12 y F13, que tienen un 60 % y un 80% de visión, cada uno tiene un récord en su categoría, el que se acerque más a este gana. No me da nervios enfrentarme a gente de mayor visión que yo, antes me emociona, es un reto”, dice este joven alto, musculoso y fuerte, que aparenta más edad de la que tiene, física y mentalmente.
Así lo percibió Janer Tafur, entrenador de educación física de la Secretaría del Deporte. cuando Brayan llegó a Cali, en el año 2015, a la edad de 12 años, y él lo invitó a entrenar con niños del Instituto de Niños Ciegos y Sordos. “Miré sus medidas antropométricas y vi que iba a tener la contextura de un deportista de alto rendimiento. Lo invité a correr conmigo y con otros niños con discapacidad visual y auditiva en carreras de la ciudad. Vimos que tenía las capacidades para ser un deportista de alto rendimiento. Terminó su ciclo en el instituto y empezó en un colegio convencional. Nos separamos de cuerpo, pero no de corazón. Seguí pidiendo la camiseta talla L o XL para que corriera con el grupo”.
Son muchos quienes le han dicho a Brayan: “No, usted no puede, por su discapacidad”. Pero uno decide si usar eso en su beneficio o en su contra, dice él. “Yo lo uso en mi beneficio, es la fuerza que me ayuda a seguir, a ser más fuerte, a no rendirme, a demostrarle a esas personas que sí puedo, que mi discapacidad no es incapacidad. Todas las barreras están en la mente, tú las pones”.
¿Y qué siente haciendo deporte Brayan? “Una alegría muy grande. Me siento en un mundo distinto, siento que no tengo problemas, que todas las cosas negativas están atrás, que solo estamos mis compañeros y yo corriendo, disfrutando, gozándonos el camino. Antes de conocer al profe, yo no practicaba deporte, pero desde aquella invitación me di cuenta de que ese era mi camino”.
Después de una decena de maratones, Brayan entró a la Selección Valle de Fútbol Sonoro. Era muy pequeño y sus compañeros muy grandes, por lo que no podía ir a los torneos. Entrenaba todos los días, salía de estudiar y llegaba a hacer tareas y a prepararse para los exámenes hasta la 1 de la mañana. A las 3:00 a.m. debía levantarse para irse al colegio.
“Me quedaba muy pesado, me enfermé y me cambié al atletismo”. Esta vez se interesó en impulsión de bala, jabalina y disco. “Era muy diferente a como yo pensaba, que era pararse, lanzar y ya. Me mostraron que tocaba hacer una posición, rotar cadera, bloquear con el codo, sacar la mano derecha, frotarle las puntas, sacar el pecho, que la mirada siga el implemento, no salirse del ángulo, no pisar la línea ni el borde, no salirse por los lados sino por detrás”, explica emocionado.
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“A la hora de correr siempre voy con un guía, nos ponen un lazo y debemos coordinar tanto los brazos como las piernas. Y en los lanzamientos me han enseñado la ubicación, dónde debo pararme, entonces visualizo la técnica, la posición, hacia dónde debo lanzar, lo imagino y lo pongo en práctica”, agrega Brayan, quien heredó la fe de su mamá.
“Para mí Brayan es una bendición de Dios, es lo más grande y hermoso, cuando le diagnosticaron cáncer empezó una lucha muy grande. Nos tocó viajar a Bogotá, allá vivimos por diez años, gracias a Dios conté con el apoyo de mis padres, que vendieron sus tierras para ayudarme, me tocó pagar quimios y comprar prótesis que la EPS no cubría. Nos mandaban las autorizaciones de Pasto a Bogotá cada seis meses y las quimios se las colocaban cada 20 días, cada mes, se tardaban mucho”, narra en medio del llanto María Irene, quien vive en Cali en una pieza en la que apenas caben ella y su hijo.
Pese a sus afugias económicas, cuando ella se enferma prefiere darle su cita prioritaria a Brayan y no puede trabajar —aunque quisiera—, porque es quien lo traslada al médico, al colegio, a los entrenos. “Mi mamá ha renunciado a sus propios sueños por mí. A veces me siento mal porque pienso que ella debió haber cumplido los suyos, pero le doy gracias por apoyarme en los míos”, dice el tímido joven que le escribe sendas cartas a su mamá y que sueña con escribir “un libro sobre historias con reflexiones de la vida, que sea traducido a varios idiomas”.
Dice el profe Janer que, pese al talento de Brayan, tampoco fue fácil obtener el apoyo para que fuera al Mundial de Suiza. “Mandé una carta al Comité Olímpico de Discapacidad y la respuesta fue ‘búsquense el apoyo por parte del departamento’. Mientras a un atleta convencional le dan el 100 % del viaje, a los que tiene discapacidad le dan solamente el hospedaje, en vez de ser al revés. Fue a través de amigos míos y de doña Irene, de gente que se sumó en las redes sociales y gracias a un video que llegó a oídos de la gobernadora y del gerente de Indervalle, he logrado aumentar la cobertura”.
“Cuando siento que la gente me anima, me da una fuerza interior, se me sale toda la alegría, se me activa el plus, me siento contento, y esa bonita energía se va del corazón a las piernas, a las manos, me recorre el cuerpo, se siente en el aire, se respira. Cuando estoy muy cansado y debo seguir, me imagino en la playa”, dice y sonríe.
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