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Historia de la escuela María Perlaza, donde alumnos de educación pública reciben clases de calidad

Egresadas del Liceo Benalcázar y voluntarios le brindan calidad educativa al lugar. Ahora quieren abrir el bachillerato. ¿Qué pasaría si los colegios privados replicaran este modelo en las escuelas públicas?

27 de abril de 2015 Por: Alda Mera, reportera de El País.

Egresadas del Liceo Benalcázar y voluntarios le brindan calidad educativa al lugar. Ahora quieren abrir el bachillerato. ¿Qué pasaría si los colegios privados replicaran este modelo en las escuelas públicas?

Había una vez una escuelita donde todo estaba limpio y ordenado y era una escuela pública. Donde daban clases de artes,  música,  sistemas e inglés y era una escuela pública. Donde se aplicaba la pedagogía Montessori y  había una biblioteca para “jugar” con 4500 libros y era una escuela pública. Este no es un cuento de literatura fantástica. Es la  historia real de la Escuela   María Perlaza, que sobresale en una esquina entre   calles empinadas  del barrio Nacional en  Cali. Es paraíso porque en la vida real tiene unas hadas madrinas que sueñan cosas imposibles y luego las hacen realidad con su varita mágica de la responsabilidad social y la solidaridad. Son las  egresadas del Liceo Benalcázar, o liceístas: más que  bachilleres,  seres humanos comprometidas con mejorar la sociedad donde viven. En   1958 compraron el lote y  construyeron   la locación educativa, que abrió aulas en 1963 y dos jardines infantiles.  Estas magas  se adelantaron 40 años  a los conceptos de responsabilidad social y de educación temprana  que apenas en los últimos años tienen eco  en el país. Las liceístas siguieron iluminando  su obra, pero  ya  organizadas como Corporación María Perlaza, dieron la entidad  en comodato a la Secretaría de Educación Municipal y adscrita a la Normal Los Farallones. Y en 2008, se adelantaron a la época también con la jornada escolar complementaria, “invento” que el Ministerio de Educación Nacional apenas intenta  implementar  y que ellas cristalizaron como proyecto educativo “Mejoramiento Académico y Fortalecimiento en Valores”. Eso significa que después de clases de 7:00 a.m. a 12:00 del día,   como en toda escuela pública, 200 enanitos de primaria y 31 de transición se quedan hasta las 5:00 p.m.  para recibir la inspiración  de su hada en arte, Amalia Corredor, y  con pinturas multicolores aprender a  expresar sus sueños.  Ahora pintan su  deseo en un lienzo:  abrir  el  sexto grado y así los que están en quinto de primaria no se tengan que ir a otro colegio, donde seguro estudiarán, pero no habrá ni la magia ni la alegría por aprender cada tarde  como en la escuela María Perlaza. Es el deseo de Catalina Ossa, quien dice amar su escuela por “encontrar siempre los baños limpios, con jabón,  papel higiénico y toalla como en cualquier colegio privado”. El de Luisa Fernanda Núñez, para no  perder sus clases de ‘scratch’, programa de sistemas con  el cual ella y sus amigos pueden  hacer magia y darles vida a los muñecos “programados” en  computador.  O Juliana Urrea, quien quiere seguir participando en las tertulias literarias sobre las Aventuras de Tom Sawyer, ese personaje  que encanta a las mentes fantasiosas. “Nosotros  podemos reforzar lo que se nos ha olvidado, mientras otros estudiantes no hacen nada”, dice esta princesa encantada por el hechizo de la  literatura. Menos quieren abandonar otra  fantasía hecha realidad: las clases de inglés con la profesora Janeth Trujillo. Ella, al conocer las bondades del proyecto educativo,  se vinculó  como docente voluntaria de inglés. O con  John Chambers,  esposo de Esperanza, que quiso colaborar con esta  iniciativa en la que los niños de un barrio popular tienen acceso a todos los beneficios de un colegio privado de estrato alto.   Además,   40 pulgarcitos y caperucitas de  los dos  jardines infantiles también se sienten allí como en una casita encantada: las paredes están decoradas con coloridos murales de niños saltando por prados de letras; unos 20 alumnos que viven en condiciones más difíciles, comparten un almuerzo ‘balanceado’ de nutrientes y de valores, y al mediodía no son despachados para   quedarse solos o al cuidado de terceros mientras llegan sus padres de trabajar. Allí el juego del aprendizaje nunca termina. Continúa gracias a liceístas como María Cristina Navarrete, quien aparece los jueves y les da clases con la pedagogía Montessori, ese método educativo en el cual el maestro guía al alumno para que él mismo  produzca el conocimiento.  O a  Ana María Murgueítio, que toca y baila  al tiempo. Todos los martes lleva a  25 ‘artistas’ a clases de piano o  flauta; de iniciación o técnica vocal, a  la Academia Alba Estrada y les apoya en los ensayos. Y se dedica a sumar   más magos y hadas de la empresa privada que donen dinero,  tiempo o trabajo para que este modelo educativo no sea ficción. Todo esto gratis, gracias a la gestión de la liceísta mayor, Esperanza Izquierdo,  la supermaga presidenta de la Corporación María Perlaza.  “Ella hace todo  al tiempo, bien hecho y perfecto”, dicen las asistentes, que la llaman cariñosamente “la señora biónica”.  Esperanza cree que lo más importante es que, de común acuerdo con los profesores de la institución oficial, han desarrollado un modelo en el que en  la jornada complementaria les refuerzan a los estudiantes esas áreas en las que se detectan falencias.  “Los maestros comprendieron que nuestra función no es suplantarlos, sino apoyar su labor y  lograr el fortalecimiento académico y de valores de los alumnos”, enfatiza esta voluntaria que deja su impronta liceísta en cada logro para sus protegidos. Por ejemplo, capacitar a estos curiosos  en las nuevas tecnologías ya no es un deseo. La Fundación Gabriel Piedrahíta y su programa Eduteka   les dotó de  equipos y les apoya con  un asesor permanente para enseñar a hacer magia en los PC y tablets. Bueno, y también a los padres de familia, porque en este modelo ellos también hacen que la casita parezca un palacio.  Por ejemplo, en gratitud por la educación de sus dos nietos, María Teresa Becerra  atiende la portería. Otras madres se turnan  el aseo de la escuela y Luz Dary Moscoso  lleva a dos chicos  —no son sus hijos— a fonoaudiología y  mejoren su capacidad en lenguaje. La Corporación logró que el Grupo Educativo Helmer Pardo les donara los simulacros de   las Pruebas Saber desde 2°. Esto  les permite evaluar cómo están los alumnos y en qué deben mejorar.  “Todos nuestros procesos están sometidos a mediciones, informes, resultados, porque el objetivo es manejar la entidad como una empresa”, explica Esperanza. Por todo ello,  la Escuela María Perlaza ya es de renombre internacional y eso tampoco es fantasía: es  una de ocho  instituciones educativas de Colombia escogidas por la Universidad de Barcelona, España, para desarrollar su modelo Comunidades de Aprendizaje:  dos son de Cali (la otra es la   Celanese del Eustaquio Palacios) dos de Florida (V) y cuatro de Antioquia.  Esta es   una estrategia educativa probada hace 30 años en otros reinos como  la Unión Europea. Se aplica ya en Brasil, México, Perú y llega a Colombia, con el apoyo de Empresarios por la Educación, Secretaría de Educación Municipal y Natura,   que dona los libros. Y ese honor  es  porque María Perlaza es como la lámpara de Aladino: posee  los tres poderes esenciales  del modelo: tertulias dialógicas,  grupos interactivos y  voluntariados. Leybert Sanmartín, educadora y coordinadora del programa, dice que las tertulias  giran en torno a clásicos literarios elegidos de acuerdo con la edad del alumno y que él debe leer en su casa, no solo, sino  con sus padres.   Así como  Juliana Urrea está hechizada con la magia de Tom Sawyer, ella y todos se recrearán con Las Mil y Una Noches, La Vuelta al Mundo en Ochenta  Días, El Quijote de la Mancha, El Lazarillo de Tormes  y otros imperdibles de la literatura universal. “En la tertulia dialógica los niños comentan sus impresiones de la historia, de los personajes, lo traen a su realidad y lo expresan con total espontaneidad porque en ese espacio todos somos iguales, maestros, padres, alumnos”, sostiene Leybert. En los grupos interactivos, se nivela académicamente el curso. Cada uno aporta a los demás sus saberes, retroalimentándose con el apoyo de las hadas  y los magos, sean voluntarios, profesores o  padres de familia. Estos aparecen como por arte de magia y participan. Además de reforzar el vínculo entre padres e hijos, las comunidades de aprendizaje logran que  aprendan los dos. Hace un mes, en un refuerzo de matemáticas, la profesora preguntó qué sabía cada padre para compartir a los niños. Una mamá dijo que ella no  había estudiado sino hasta segundo de primaria y que solo sabía “las tablas” (de multiplicar). “Pero su sorpresa fue cuando le pasamos la ‘tablet’.  Ella no sabía qué hacer con eso, cómo cogerla ni nada, pero ahora no atiende  sino con tablet”, cuenta anecdóticamente Ana María.  Y en voluntariado, la escuela María Perlaza ya tiene el talismán histórico:  57 años de labor, 350 hadas madrinas liceístas —de 3000 egresadas del Liceo Benalcázar— que no fallan en las actividades de  la Corporación para reunir fondos, dada  su voluntad de darles a estos niños acceso a la educación de calidad que alguna vez ellas tuvieron. Hasta con  servicios de psicología  de la liceísta Mercedes Roldán, y de Victoria Castro y Gloria Elena Aranzazu, voluntarias que donan sus servicios profesionales. Como en todo cuento infantil, hay  “amenazas”. Uno es el sistema de educación oficial que no favorece la calidad educativa. “Hace dos meses se jubiló una profesora —se sabía desde 2014— y hasta ahora no han nombrado su reemplazo”, denuncia Esperanza, que aún no encuentra cómo conjurar este vacío institucional. Y la Corporación asume el pago de cinco docentes, como Andrés López, profesional en literatura, quien  desde la biblioteca  motiva a los niños a conectarse con los libros. “Las actividades extracurriculares son  más espontáneas y menos escolarizadas, más lúdicas y de goce”, dice mientras lectores de  transición “leen”  en libros de fotos o mapamundi. O juegan a “vender” libros como hacen dos pequeñas que abrieron tienda en un pupitre y hojean cuentos mientras esperan “potenciales compradores”.    Esa escena, la de los bebés tomando la siesta, o los niños pintando el mural de sueños, forman el final feliz en María Perlaza.  ¿Cómo sería la calidad educativa si cada colegio privado seis estrellas aplicara el modelo María Perlaza en uno público? 

Café para EducarLas voluntarias liceístas  hacen varias actividades para recoger fondos. Como Café para Educar, que será el próximo 7 de mayo a las 6:00 p.m. en la sede de la Escuela María Perlaza, con participación del Trío Los Románticos, el coro y grupo de danzas de la institución educativa. Habrá rifas de bonos de consumo y se servirán pasabocas y distintas variedades de café. Boletas: $50.000 por persona. Reservas: Calle 5 Oeste No. 18 - 02. 5572602 -   312-8432255. También hacen seis pulgueros  al año, con  ventas especiales en junio y diciembre, el mug de  La Flor para Educar para  regalos y la tarjeta idem para donación.

 

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