“En Cali, a diferencia de Medellín, el crimen no tiene mando único y eso incide en los homicidios”: Álvaro Pretel

A Álvaro José Pretel, el subsecretario de Seguridad de Cali, lo amenazaron de muerte. Sucedió después de que se negara a reducir las sanciones a la barra del América, Barón Rojo Sur, por los disturbios de la final contra Nacional en diciembre de 2024. En redes sociales publicaron la dirección de su casa; los postes del alumbrado público en los alrededores de su oficina, en el centro, fueron tapizados con carteles con su rostro y un mensaje: “Enemigo del pueblo”.

Las amenazas significaron el momento más difícil que vivió durante los casi dos años que estuvo en el cargo. Su familia, incluso, debió salir de Cali por unos días.

Otro episodio que lo marcó fue el atentado de las disidencias de las Farc a la estación de Policía de Los Mangos, ocurrido el 10 de junio de 2025. Pretel tiene 33 años y fue quien diseñó la Política Pública de Seguridad de la ciudad. Ese día, sin embargo, vio de frente la cara de la guerra que se vive en otros departamentos de Colombia.

- Al ver el cadáver que dejó la bomba entendí el país en el que estaba. Fue muy difícil hablar con el comandante de la estación, que es mi amigo, y tratar de consolarlo en medio de su llanto. Fue un momento emocionalmente muy duro, pero también de enseñanza –dice.

Al finalizar agosto, Pretel dejará el cargo como subsecretario de Seguridad de Cali. El motivo es una beca en la Universidad de Rutgers, en Estados Unidos, para hacer un doctorado en Justicia Criminal. Entre 120 aspirantes de todo el mundo, solo eligieron a seis; él, el único no estadounidense.

En esta entrevista conversa sobre el diagnóstico de una ciudad que, pese a los esfuerzos, se mantiene en 1000 homicidios al año en promedio. ¿Por qué?

Usted ha estado en las últimas cuatro Alcaldías: Guerrero, Armitage, Ospina y ahora Eder. Esa experiencia es muy valorada, pero también hay voces críticas que cuestionan su permanencia prolongada en la Administración. ¿Qué responde?

Soy economista, con una maestría en economía enfocada en seguridad, y podría definirme como un economista del desarrollo. ¿Qué significa eso? Que me interesa profundamente cómo transformar sociedades.

Mi primer trabajo en la Alcaldía fue como practicante en el proyecto del Corredor Verde, una obra estructurada a partir del Tren de Cercanías que busca conectar Cali, Jamundí, Yumbo y Palmira. No llegué por recomendaciones ni amistades, sino por mérito y buen trabajo.

Después de eso, realicé mi maestría y me especialicé en econometría espacial, que consiste en hacer análisis de datos georreferenciados. Esa formación me llevó a dirigir el Observatorio de Seguridad, y ese fue un punto de inflexión en mi carrera. La seguridad no es solo un tema operativo; también está íntimamente ligada al urbanismo y al desarrollo económico. Gracias al análisis de datos, desde el Observatorio pudimos priorizar sectores, planear operativos de prevención y control, y reducir la tasa de homicidios.

Más adelante continué mi carrera trabajando en temas de seguridad, esta vez a nivel internacional. Asesoré 32 municipios en Colombia con el apoyo del gobierno de Estados Unidos a través de USAID. También trabajé con el gobierno de México y con Naciones Unidas fortaleciendo observatorios de seguridad en América Latina. Luego regresé a la Secretaría de Seguridad en Cali.

Creo firmemente en la necesidad de formar talento y afianzar el conocimiento técnico en el sector público. Uno de los grandes males del Estado es la visión de que si alguien no está con nosotros, está contra nosotros. Esa mentalidad impide construir capacidades institucionales a largo plazo.

Hablando su gestión para frenar la violencia en Cali, ¿qué logró?

En Cali logramos, en muy poco tiempo, cifras y procesos muy fuertes de mejoras tecnológicas y el uso de datos en prevención de violencia. No quiero hablar de otros gobiernos, pero encontré a Cali con muchas fisuras, y recuperar la confianza en la Fuerza Pública fue difícil.

Antes de llegar a la actual Secretaría de Seguridad tuve la oportunidad de hacer un borrador de la política pública de seguridad de la ciudad, lo que nos sirvió para que, en los primeros seis meses de gobierno de la actual alcaldía, pudiéramos presentar y sancionar el documento. Para mí es un legado muy bonito. Llevábamos muchos años —tanto la opinión pública como los medios y el Concejo— diciendo que Cali no tenía rumbo en seguridad, y hoy lo tiene.

Cali sin embargo sigue teniendo en promedio 1.000 homicidios al año. ¿Por qué?

La ciudad es compleja por su ubicación geográfica, cercana a zonas de conflicto armado y rutas del narcotráfico, pero ha mostrado avances. En 1994 tuvimos 1.900 homicidios; en 2024, 937. En el primer año del gobierno Eder, logramos reducir la tasa en 7 puntos porcentuales: casi 70 muertes menos. Eso son dos salones de clase llenos.

Este año ha sido más difícil. Hay días buenos, pero también momentos en que alguien sale de prisión, quiere retomar un territorio y se generan disputas. Llevamos tres meses con reducción sostenida: junio con menos de 17 homicidios, mayo con 5 menos, agosto con 14 menos. Si seguimos así, cerraremos el año con buenos resultados.

La ciudad sin embargo pareciera estancada en esa cifra, no ha logrado bajar de 1000 homicidios al año.

Hay otro factor importante, y es que en Cali no hay gobernanza criminal. A diferencia de Medellín, donde un combo puede dominar una zona y hacer acuerdos con otros, en Cali hay pequeñas organizaciones fragmentadas que se disputan líneas, casas de cobro, etc.

Por eso, para reducir homicidios, se debe trabajar en los cuatro ejes de la política pública. Algunos de largo plazo, como la prevención, y otros son de impacto inmediato.

¿Cómo ha impactado en la seguridad la política pública?

Hemos insistido en que la seguridad no es de derecha ni de izquierda, ni tampoco se basa solo en represión o abrazos. Es un proceso integral.

La política tiene cuatro ejes. El primero es la prevención de violencia y generación de oportunidades. En Cali hay muchas personas que no estudian, no trabajan, están en la calle, y son vulnerables al reclutamiento criminal. Por eso creamos el programa En la Buena, con 2.700 jóvenes que reciben acompañamiento psicosocial tres veces por semana. Allí aprenden sobre inteligencia emocional, resolución de conflictos, liderazgo, superación de adicciones, entre otros temas.

El segundo eje es el uso de datos y tecnología. Fortalecimos el Observatorio de Seguridad y mejoramos la capacidad analítica de las instituciones. El tercer eje es el control. Sin una Fuerza Pública equipada, no avanzamos.

El cuarto eje es la justicia. Al caminar por Cali entendimos que muchos conflictos son pequeños, no se resuelven a tiempo y escalan. Por eso impulsamos la mediación comunitaria y fortalecimos las Casas de Justicia.

¿Por qué la percepción de seguridad no mejora? Los hurtos siguen afectando a los caleños.

Hoy tenemos una reducción de hurtos del 18% en todas las modalidades, y del 58% en el MIO. Pero en seguridad siempre está el debate de las cifras versus la percepción. Es un debate que a veces quienes estamos en esta silla no nos gusta porque decimos: “Mire, las cifras están mostrando que las cosas están mejorando”, pero la gente en la calle puede decir que todo sigue igual o peor.

Nosotros tenemos cifras que nos dicen que vamos por buen camino en seguridad, pero no podemos desconocer lo que la ciudadanía nos pide.

¿El Gobierno Nacional ha apoyado a Cali en seguridad?

Si un gobierno quiere que le vaya bien en seguridad, tiene que meterle foco a Cali, que representa el 7% de los homicidios del país. Hemos tenido apoyo en pie de fuerza: cuando el alcalde solicitó más policías para la COP, llegaron. También cuando hubo atentados y se pidió conformar un Bloque de Búsqueda. Pero también es cierto que estamos muy solos en muchos aspectos. Las estrategias han salido de acá.

Creamos algo que no existía en Cali: la Mesa de Operativos. Nos reunimos cada semana con Policía, Ejército, Fuerza Aérea, inspección, vigilancia y control, Dagma, Movilidad, Salud y mi equipo, y coordinamos 70 operativos semanales, según los datos de homicidio, hurto y riñas. Antes se hacían uno o dos operativos conjuntos a la semana.

Los caleños se quejan de que las fotomultas jamás se dañan, en cambio las cámaras de seguridad no funcionan, como la infraestructura en seguridad. ¿Qué responderles?

Una de mis tareas en estos 20 meses fue supervisar 42 contratos. Compramos 145 motos para reforzar la Policía, 35 motos de inteligencia, equipos de investigación judicial. Fortalecimos Sijín, Sipol, Gaula, Fiscalía y CTI con tecnología. En infraestructura, dejamos 7 estaciones de Policía nuevas, una lancha para cuidar el río Cauca, mejoras al helicóptero Halcón para visión nocturna, entre otros elementos.

El sistema de videovigilancia estaba en 23% de funcionamiento. Lo dejamos en 83%. Priorizamos fibra óptica, reparación de cámaras y una renovación completa. Hoy está en 60%, pero esperamos llegar al 80%. Era un sistema en cuidados intensivos; sigue grave, pero está mucho mejor.

Las riñas siguen dejando muchos muertos en Cali. ¿Por qué no se ha logrado bajar ese indicador?

En Cali, el 70% de los homicidios están relacionados con la delincuencia, mientras que el 30% obedece a conflictos de convivencia, generalmente asociados al licor y drogas. Eso fue lo que revelaron los datos del Observatorio de Seguridad. Tradicionalmente, ¿qué se hacía? Inspección, vigilancia y control en bares y estancos. Pero, preocupados por entender este fenómeno, salimos a las calles y descubrimos por qué se cometen más homicidios en la noche que durante el día.

Lo que ocurre es que muchas personas compran licor en estancos y lo consumen frente a sus casas, en la cuadra. En algún momento cruzan una frontera invisible para visitar a un amigo o a su pareja, y es allí donde suelen ocurrir los homicidios. Por eso, decidimos cambiar el enfoque de los operativos: ya no se centran únicamente en bares y estancos, sino también en tiendas de barrio, donde llevamos campañas preventivas.

Si se observa el mapa de calor de homicidios, se concentran en el oriente, en la ladera. El mapa de hurtos se ubica en el corredor norte–sur: la Quinta, la Autopista, la Simón Bolívar. Pero el mapa de lesiones y riñas abarca toda la ciudad. Cali es agresiva. De ahí que la Alcaldía lanzó la campaña Cógela Suave. En estaciones del MIO, centros comerciales, parques y barrios, se han instalado dispositivos de mediación comunitaria.

Una deuda histórica de Cali con el medio ambiente era los Farallones y la minería ilegal de oro. ¿ Hay socavones abiertos?

Farallones llevaba años con minas abiertas. Para extraer ese oro, se usaba mercurio que llegaba a nuestros ríos. Si Cali quería tener futuro, había que cerrar esas minas. Yo caminé durante 12 horas hasta los Farallones, conocí la zona, evidencié la fiebre por el oro. En total cerramos 10 minas. Las colapsamos internamente con explosivos. Hoy no hay minas abiertas. Sí hay intentos de reabrirlas, pero no han podido. Fortalecimos la presencia de carabineros, hay visitas mensuales, drones, y hemos hecho capturas.

¿Qué le quedó pendiente de su gestión, que errores hubo?

En estos cargos se debe tener autocritica y creo que me faltó optimizar aún más el sistema de vigilancia. Ahora, si queremos mejores resultados en seguridad, necesitamos más dinero. Ha sido una de las banderas del alcalde Eder. Empezamos con 60.000 millones para seguridad, que era el promedio de la administración anterior, y el alcalde lo subió a 120.000. Y en la política pública se trazó que, en los próximos diez años, hay que invertir un billón de pesos para la seguridad de Cali, con lo que se mejorarían las capacidades. Yo estoy seguro que como caleños podemos hacer de esta ciudad mucho más segura para todos, para nuestros hijos.