Cali

De cantar en el MÍO a la Suprema Corte: la historia de ‘Narziso’

Brayan Perdomo, conocido como ‘Narziso’, pasó de cantar salsa en los buses del MÍO para ayudar a su familia en el Distrito de Aguablanca, a audicionar para la mítica orquesta Suprema Corte. Esta es la historia de un joven que convirtió las calles de Cali en su primer escenario.

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Brayan Perdomo, ‘Narziso’, en el estudio de la reconocida orquesta La Suprema Corte, en el norte de Cali. Su director, el maestro Andrés Viáfara, vio a Narziso cantar sus canciones en los buses del MÍO y decidió invitarlo para hacer audiciones y vincularse a la orquesta y otros proyectos musicales.
Brayan Perdomo, ‘Narziso’, en el estudio de la reconocida orquesta La Suprema Corte, en el norte de Cali. Su director, el maestro Andrés Viáfara, vio a Narziso cantar sus canciones en los buses del MÍO y decidió invitarlo para hacer audiciones y vincularse a la orquesta y otros proyectos musicales. | Foto: Raúl Palacios - El País

24 de ago de 2025, 11:45 a. m.

Actualizado el 26 de ago de 2025, 12:10 a. m.

Había que “resolver”, dice Brayan Perdomo, más conocido en redes sociales como ‘Narziso’ —sí, con Z—. Había que “resolver” la vida, inventarse una. Era un momento difícil, “con problemas reales, siendo yo un peladito”. Su abuela, Sonia Clavijo —su segunda mamá, quien lo crio y le puso ‘narciso’ porque se la pasaba viéndose en el espejo— había muerto. Sucedió de repente, como los golpes fuertes; nunca se ven venir.

Además, en la casa había escasez, problemas económicos. La bodega de reciclaje en el barrio Puerto Mallarino, del Distrito de Aguablanca, no generaba suficiente dinero para cubrirlo todo: las terapias de Joel, el hermano de ‘Narziso’, diagnosticado con autismo e hiperactividad; los pasajes del colegio; la comida. Había que resolver. Entonces se le ocurrió comprar un bafle y cantar en el MÍO.

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Brayan Perdomo, Narziso, en la audición con la Suprema Corte. Fotos: Raúl Palacios.
Brayan Perdomo, Narziso, en la audición con la Suprema Corte. Fotos: Raúl Palacios. | Foto: Raúl Palacios - El País

De inmediato, en el bus, captó la atención de todos, no solo por su voz. ‘Narziso’, cabello anaranjado, ojos claros, piercing en la nariz, jeans desgastados y chaqueta ancha, luce más como un reguetonero que como un salsero. Que un joven cantara éxitos añejos que aún hacen vibrar a la capital de la salsa, cuando la mayoría de los artistas nuevos prefieren otros géneros, despertó la curiosidad de quienes iban a su casa, al trabajo o la universidad. En esa ruta lo grabaron cantando, subieron los videos a redes sociales y se hizo viral. Con el tiempo, él hizo lo mismo: publicó sus propios videos, varios de los cuales “estallaron” en la web.

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Nadie me la cree, pero tengo una anécdota muy letal. Una vez cantábamos en el MÍO con mi amigo Sarko La Presión. Él cantaba temas de Moncho Santana. Cuando terminamos, una señora se nos quedó mirando y nos llamó. No entendía qué pasaba, pero me acerqué a su puesto y ella me mostró en su celular una videollamada: en la pantalla estaba el mismísimo Moncho Santana, el que cantó ‘Cali Pachanguero’ del Grupo Niche. Fue increíble. Él nos dijo que siguiéramos adelante. La señora era su prima. Es de las anécdotas más letales cantando en el MÍO —cuenta Narziso, sentado en el estudio de la orquesta La Suprema Corte, en el norte de Cali, la misma que lo invitó a audicionar después de que su director, el maestro Andrés Viáfara, viera sus videos cantando en las calles de Cali.

Narziso comenzó cantando salsa en los buses del MÍO.
Narziso comenzó cantando salsa en los buses del MÍO. | Foto: Tomada de un video.

Un amante como yo, no lo vas a conseguir; tendrías que arrancarte la piel, que yo marqué con mis caricias. (Suprema Corte).

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En la fachada de la bodega de reciclaje en Puerto Mallarino, donde creció Narziso, alguien pintó en lo alto el escudo del Deportivo Cali. Narziso no es apasionado por el fútbol. La primera vez que asistió a un estadio en sus 25 años fue para cantar en la previa de un partido. Ni siquiera recuerda quién era el rival del Cali.

La bodega, que en realidad es una casa, está en una calle que conduce a la cancha de fútbol del barrio, ubicado junto al río Cauca. De ahí su nombre: Puerto Mallarino. Es un sector que, incluso en 2025, permanece entre lo rural y lo urbano. En algún lugar canta un gallo. Además de la cancha, hay una iglesia y, frente a ella, un parque en el que pululan perros callejeros.

Narziso recorrió las calles donde creció, el barrio Puerto Mallarino en el Distrito de Aguablanca de Cali. Foto Raúl Palacios - El País.
Narziso recorrió las calles donde creció, el barrio Puerto Mallarino en el Distrito de Aguablanca de Cali. Foto Raúl Palacios - El País. | Foto: Raúl Palacios - El País

La bodega está repleta de costales con envases de vidrio y plástico, que los padres de Narziso compran a recicladores para, después de una selección y lavado, venderlos a una planta donde los convierten en nuevos productos. Economía circular, le llaman.

Hay que caminar con cuidado, no sea que alguien se tropiece con canecas de licor que están en el suelo. Del techo de la bodega, colgada con una cabuya, hay una grabadora que sintoniza una emisora de salsa.

Fue aquí —cuenta Jazmín García, mamá de Narziso— donde él pasaba sus vacaciones del colegio, aprendiendo no solo sobre reciclaje, sino a elegir el camino correcto.

Brayan Perdomo, Narziso, junto a sus padres Albeiro Perdomo y Jazmín García, en el negocio familiar: una bodega de reciclaje en el barrio Puerto Mallarino, en el Distrito de Aguablanca. Fue en esta bodega donde Narziso pasó su infancia, sus vacaciones y aprendió a elegir el camino correcto. Foto Raúl Palacios / El País
Brayan Perdomo, Narziso, junto a sus padres Albeiro Perdomo y Jazmín García, en el negocio familiar: una bodega de reciclaje en el barrio Puerto Mallarino, en el Distrito de Aguablanca. Fue en esta bodega donde Narziso pasó su infancia, sus vacaciones y aprendió a elegir el camino correcto. Foto Raúl Palacios / El País | Foto: Raúl Palacios - El País

— Yo le mostraba a algunas personas que venían a vender vidrio o plástico y que, por malas decisiones, vivían en la calle con un costal al hombro. Hasta esta bodega vienen abogados, gente con títulos universitarios, que en algún momento se equivocaron. A Narziso le decía: te pueden ofrecer drogas, pero depende de ti elegir. Le mostraba espejos.

El joven que desde niño le gustaba mirarse en los espejos entendió el mensaje de su mamá. Pese a vivir en un entorno difícil, de fronteras invisibles, Narziso no se metió en líos. Como sus padres estaban ocupados en la bodega y cuidando a Joel, él, en la soledad de la casa, se hizo independiente. Aprendió a cocinar, a asear, a hacer tareas y, en su tiempo libre, a jugar videojuegos. Siempre fue un niño tranquilo, “de casa”, dice Jazmín. Nunca hubo que “jalarle las orejas”.

Narziso empezó a cantar salsa en las calles de Cali tras un momento difìcil a nivel personal y familiar. Foto Raúl Palacios / El País
Narziso empezó a cantar salsa en las calles de Cali tras un momento difìcil a nivel personal y familiar. Foto Raúl Palacios / El País | Foto: Raúl Palacios - El País

Sin embargo, la violencia lo tocó muy cerca. A Yefry, uno de sus mejores amigos, un pelado sano que no se metía con nadie, lo mataron. Tenía 14 años. Fue una venganza contra el hermano de Yefry, que hizo negocios con quien no debía. La muerte de su amigo fue como si le arrancaran un pedazo. Narziso intenta trasladar ese dolor y vacío a una canción que está escribiendo.

La calle no perdona — dice.

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No lo parece, pero Brayan Perdomo es tímido. Sucede cuando se despoja de su alter ego, ‘Narziso’. En la intimidad es un muchacho reservado, de pocas palabras, prevenido, que pregunta qué tipo de interrogantes le harán para prepararse para esta entrevista. Cuando se enfunda como Narziso, es todo lo contrario: transmite a diario por sus redes, se sube a cualquier tarima o a los buses repletos del MÍO.

Narziso tiene 25 años. Nació en el barrio Puerto Mallarino. Foto Raúl Palacios - El País.
Narziso tiene 25 años. Nació en el barrio Puerto Mallarino. Foto Raúl Palacios - El País. | Foto: Raúl Palacios - El País

La rutina para cantar en el sistema de transporte público la aprendió de su amigo, el también cantante El Sarko. Para vencer su timidez, Brayan lo imitaba: “Agarrá señal, que se metió Radio MÍO, la única emisora que te trae los cantantes en vivo”, decían como presentación, y empezaban a cantar. Así durante horas, hasta la última ruta del día.

Brayan prefería eso a trabajar en la pesquera donde le ofrecieron un puesto. Aunque tuviera problemas con la Policía, que alguna vez lo confundió con quienes se colaban en el MÍO —en una ocasión lo sacaron esposado, pese a que siempre validaba su tiquete —, prefería cantar y hacer lo que amaba, aunque ganara menos dinero.

El amor por la música lo descubrió por casualidad en su adolescencia. Una amiga del colegio Santa Isabel de Hungría le pidió acompañarla a una audición. Brayan se aprendió algunas canciones. Entre decenas de aspirantes, él quedó; su amiga no. En el jurado estaba la profesora de música Sandra Barney (q.e.p.d). Fue la primera que le dijo que tenía “algo”, que tenía talento. Desde entonces —a los 17, tal vez— Brayan, o mejor, Narziso, se dedica a la música a diario.

Narziso en el estudio de la Suprema Corte, en el norte de Cali. Foto Raúl Palacios / El País
Narziso en el estudio de la Suprema Corte, en el norte de Cali. Foto Raúl Palacios / El País | Foto: Raúl Palacios - El País

En la mañana calienta la voz y escribe canciones. En las tardes hace lives en sus redes, que cada día suman seguidores. Después, canta. Por estos días se prepara para la audición final en La Suprema Corte, una de las orquestas de salsa romántica más reconocidas en América Latina. Será un ensayo ante el público que, en buena parte, decidirá si Narziso entra a la agrupación. La otra parte depende del maestro Andrés José Viáfara.

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En su estudio, el maestro Viáfara calienta. Con su trombón interpreta la melodía de una de sus canciones más famosas.

Se desapareció y solo quedan escombros...

El maestro se presenta como propietario, fundador, director, trombonista y cantante de La Suprema Corte. La orquesta nació en 1990, gracias al sueño de unos jóvenes de Buenaventura: Rodolfo Granja, Cheo Angulo y Andrés, quienes querían crear la mejor orquesta de salsa romántica del planeta.

El maestro Andrés Viáfara, fundador de la Suprema Corte. Foto Raúl Palacios / El País
El maestro Andrés Viáfara, fundador de la Suprema Corte. | Foto: Foto Raúl Palacios - El País

Era un sueño casi imposible para en ese momento unos jovencitos. En Buenaventura no existían estudios de grabación ni siquiera. Si acaso, en Medellín.

Nos tocó bregar mucho, hasta que logramos, en Paranova Films, grabar nuestro primer álbum y dimos el salto —dice el maestro, quien en la época era editor del Grupo Niche. Le pregunto cómo fue dar ese salto desde la seguridad de Niche a la incertidumbre de una orquesta nueva.

Es la decisión de: o vas por tus objetivos musicales, lo que te inquieta, o te quedas en la comodidad económica de seguir en Grupo Niche. Decidí que, aunque tuviera que aguantar hambre, iba a salir a buscar lo mío. Como dice la frase: prefería ser cabeza de ratón que cola de león.

El primer éxito de La Suprema Corte fue ‘Un amante como yo’. En 1993 y 1994 ganaron premios a Mejor Orquesta Revelación y Mejor Orquesta Nacional. Narziso ni siquiera había nacido. Cuando era niño, sin embargo, ya escuchaba la salsa de la Suprema junto a su abuela. El maestro Andrés cuenta cómo lo conoció:

Narziso junto al maestro Andrés Viáfara, fundador de la orquesta La Suprema Corte y quien asegura que el muchacho, “tiene talento”.
Narziso junto al maestro Andrés Viáfara, fundador de la orquesta La Suprema Corte y quien asegura que el muchacho, “tiene talento”. | Foto: Raúl Palacios - El País

Empecé a escuchar comentarios de amigos que decían que había un joven que cantaba las canciones de la Suprema Corte, y me fui interesando. Para nosotros, él es como un embajador. Lleva la música de la Suprema a lugares donde no la llevamos, como un bus del MÍO. Quise conocerlo. Me sorprendió cuando lo vi personalmente. Pensé que era prieto (negro), no un blanquito. Me sorprendió que estuviera cantando canciones de hace 30 años de la Suprema Corte. Ahora estamos en la recta final para decidir si seguimos patrocinándolo y lo incorporamos a la orquesta. Tiene talento, una manera muy propia. Hay que buscarle el lado, la esquina, para optimizar su forma de cantar —dice Andrés, quien en la primera audición le dio a Narziso un dinero para que no tuviera que presentarse en los buses y se preparara para la audición con la orquesta.

Creo mucho en los encuentros celestiales, en el destino. En lo que Dios me pone en el camino, o me pone en el camino de alguien. Creo que Dios puso a Narziso en mi camino, es el destino —continúa Andrés, mientras Narziso lo mira absorto, como se observa al maestro admirado que dicta la lección definitiva.

Jazmin  y Albeiro, los padres de Narziso.
Jazmin y Albeiro, los padres de Narziso. | Foto: Raúl Palacios - El País

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En la bodega de reciclaje de Puerto Mallarino, Albeiro Perdomo, el padre de Narziso, cuenta que durante años fue mensajero de Servientrega. Cuando nació Joel y lo diagnosticaron con autismo, decidió retirarse para cuidar a su segundo hijo. Fue Albeiro quien le puso a Narziso el nombre de pila, Brayan, pese a que Jazmín no quería. “Es nombre de ñero”, le decía ella. En la bodega todos ríen.

A Narziso, que se presenta en sus videos como “la cara del Distrito”, algunos internautas no le creen que haya nacido y criado en un sector popular. “Tenés pinta de gomelo del sur”, le han escrito. Su pinta —ojos verdes, piel blanca, facciones finas— la heredó sobre todo de su mamá, pero también de su papá y abuelos, quienes tenían ojos claros. De su abuela materna quizá heredó algo más: ella iba a emisoras a cantar.

La bodega de reciclaje es el negocio con el que se ha mantenido la familia.
La bodega de reciclaje es el negocio con el que se ha mantenido la familia. | Foto: Raúl Palacios - El País

Mientras organiza unos bultos, Albeiro comparte un sueño: veía a Narziso sobre una tarima, cantando frente a una multitud entregada. Jazmín, con la sabiduría de quien ha vivido mucho, le dice que los sueños no se deben contar para que se cumplan.

En la bodega de Puerto Mallarino, entre costales y recuerdos, sin embargo, todos tienen una certeza: el sueño está a punto de cumplirse. Porque aunque los grandes escenarios parezcan lejanos, casi siempre empiezan en un bus, o en una calle cualquiera, donde un muchacho decidió cantar para reinventar la vida con música.

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