Cali

Casabe, bizcocho y tradición: El Ringlete, un aniversario con sabor a yuca

El restaurante caleño celebró 22 años exaltando la yuca como símbolo de memoria y futuro.

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Martha Jaramillo cocinera propietaria del restaurante Ringlete en Cali.
Martha Jaramillo cocinera propietaria del restaurante Ringlete en Cali. | Foto: Bernardo Peña/El País

22 de ago de 2025, 01:32 a. m.

Actualizado el 22 de ago de 2025, 01:47 a. m.

El Ringlete no es solo un restaurante de Cali. Es, en palabras de su creadora, Marta Jaramillo, “un refugio de memorias con sabor a sancocho de gallina, arroz atollado y tostadas de plátano servidas en la mesa de la abuela”.

El 22 de agosto del 2025, Hace 22 años, Marta Cecilia Jaramillo decidió abrir un espacio en el corazón de Cali con un propósito que entonces parecía sencillo, pero que con el tiempo se convirtió en una declaración cultural: dignificar la cocina vallecaucana.

Cuando uno habla con Marta, descubre que El Ringlete nació tanto de un antojo como de una necesidad. “Si la comida es un lenguaje, yo quería que aquí se hablara en dialecto vallecaucano”, recuerda.

Hoy, mientras supervisa los preparativos del aniversario, camina entre fogones con la seguridad de quien ha construido un templo a punta de paciencia, disciplina y sazón.

Martha Jaramillo cocinera propietaria del restaurante Ringlete en Cali.
Martha Jaramillo cocinera propietaria del restaurante Ringlete en Cali. | Foto: Bernardo Peña/El País

En esta ocasión, el restaurante celebra 22 años de existencia con una protagonista inesperada: la yuca. Marta sonríe cuando alguien le pregunta por qué.

“Porque la yuca es nuestra, porque nos ha alimentado desde siempre y porque todavía la subestimamos. Aquí vamos a demostrar que no es un simple acompañante, sino un universo entero de posibilidades”.

El comedor se ha transformado en un escenario cultural. Sobre las paredes cuelgan las fotografías de la exposición “Budare”, del investigador y poeta Fernando Urbina Rangel.

Platos inspirados en la tradición amazónica rindieron homenaje a la yuca durante el aniversario de El Ringlete.
os comensales disfrutaron de una cena en la que la yuca fue la gran protagonista de cada preparación. | Foto: Ringlete

Son imágenes tomadas en el Amazonas a finales de los años 80 que retratan la fabricación del tiesto, ese disco de barro donde se tuesta el casabe de yuca.

La mirada de los abuelos Murui, inmortalizada en blanco y negro, dialoga con los platos que salen de la cocina caleña.

Marta dice: “Esto nos recuerda que la cocina también es memoria. No se trata solo de lo que comemos, sino de lo que somos”.

Benilda, la voz de la selva

Entre los invitados especiales de este aniversario hay una mujer que viajó desde el Amazonas para traer consigo una sabiduría milenaria: Benilda Ángel.

Su figura contrasta con la fuerza de sus palabras. Habla despacio, con un acento que trae consigo el rumor de los ríos, y cada frase suya parece un pedazo de historia.

Para Benilda, la yuca no es un ingrediente, es la raíz de la vida misma.

Benilda muestra cómo la yuca brava se transforma en alimento y memoria colectiva.
Benilda Ángel Luis, invitada desde el Amazonas, compartió la tradición del casabe en el aniversario de El Ringlete. | Foto: Ringlete

“En nuestra comunidad la yuca es madre. Nos alimenta, nos da fuerza, nos enseña paciencia. De ella sale el casabe, la fariña, la bebida que acompaña las ceremonias. Sin yuca no existiríamos”. Mientras habla, muestra un rallador artesanal que trajo envuelto en hojas de plátano: una tabla de madera cubierta con clavos incrustados, con la que se ralla la yuca brava para preparar el pan tradicional.

El proceso es largo: rallar, exprimir el jugo, secar la masa, tostarla sobre el budare. Un trabajo colectivo que, más que una receta, es una ceremonia de tiempo y resistencia.

Esta noche, en El Ringlete, Benilda prepara una degustación de casabe acompañado de pescado seco y ají amazónico. Los comensales prueban y descubren un sabor que se aleja de la yuca frita de esquina. Aquí el tubérculo es símbolo, ritual y herencia.

“Compartir este saber en Cali es un honor”, dice. “A veces creemos que la cocina indígena está olvidada, pero cada vez que alguien prueba el casabe y pregunta por su historia, vuelve a nacer”.

Carolina Umaña y la yuca que se reinventa

Si Benilda representa la tradición ancestral, Carolina Umaña encarna la innovación. Esta joven emprendedora vallecaucana ha convertido la yuca en la base de un negocio que combina sostenibilidad, salud y creatividad.

Cali: Platos de Yuca, 22 años Ringlete. Foto José L Guzmán. EL País
Cali: Platos de Yuca, 22 años Ringlete. Foto José L Guzmán. EL País | Foto: José Luis Guzmán. El País

“Todo empezó porque quería hacer pan sin gluten”, cuenta, recordando las primeras pruebas en la cocina de su casa. Me di cuenta de que la yuca era perfecta para eso. Lo que muchos veían como un alimento de pobres, yo lo veía como una mina de oro gastronómica”.

Cali: Platos de Yuca, 22 años Ringlete. Foto José L Guzmán. EL País
Cali: Platos de Yuca, 22 años Ringlete. Foto José L Guzmán. EL País | Foto: José Luis Guzmán. El País

Hoy Carolina tiene un emprendimiento en el que desarrolla harinas, postres y panes a partir de yuca. En la mesa de aniversario de El Ringlete, su aporte es sorprendente: galletas dulces, bizcochos esponjosos.

“La yuca es versátil, nutritiva, nuestra. Con ella se pueden hacer cosas que antes solo imaginábamos con trigo importado”.

Lo suyo no es solo cocina, es también un discurso de soberanía alimentaria. Carolina sueña con cadenas de valor que fortalezcan a campesinos e indígenas, con panaderías enteras abastecidas de harina local, con menús que hablen de lo que se produce en la región.

Cali: Platos de Yuca, 22 años Ringlete. Foto José L Guzmán. EL País
Cali: Platos de Yuca, 22 años Ringlete. Foto José L Guzmán. EL País | Foto: José Luis Guzmán. El País

“La yuca puede proyectarnos hacia el futuro. Si logramos que las nuevas generaciones la vean no como un acompañante, sino como protagonista, habremos ganado una batalla por nuestra identidad alimentaria”.

La voz del profesor Urbina ilumina el aniversario de El Ringlete con el mito del árbol de la abundancia

Uno de los invitafos especiales a esta celebración es el el profesor Fernando Urbina Rangel, filósofo y docente jubilado, quien dedicó buena parte de su vida al estudio de los mitos amazónicos.

Urbina llegó con una exposición y con palabras que resonaron como un puente entre la selva y la ciudad.

El árbol de la abundancia de Fernando Urbina florece en los 22 años de El Ringlete
El profesor Fernando Urbina conecta la Amazonia y la yuca en la celebración de El Ringlete | Foto: Ringlete

“La yuca es madre, raíz y alimento del mundo. Su domesticación nació en la Amazonia y desde allí se extendió hasta convertirse en un fenómeno global con más de tres mil variedades”, explicó.

El budare, pieza central de la exposición, es ese disco de barro donde se tuesta la masa de yuca que luego se convierte en casabe.

En las malocas amazónicas es utensilio indispensable, casi sagrado. “El budare no solo es cocina, es cultura —recordó Urbina—, porque alrededor de él se reúne la comunidad, se cuenta la historia y se renueva el vínculo con la tierra”.

Pero su reflexión no se detuvo ahí. El profesor habló de la Amazonia como un árbol vivo, un organismo del cual depende la vida en el planeta. Según los mitos huitoto, explicó, la selva es el árbol de la abundancia, nacido de la unión del agua y la tierra. Ese árbol mítico creció hasta cubrirse de todos los frutos del mundo amazónico, y cuando cayó, su tronco se transformó en el río Amazonas, sus ramas en los afluentes y sus frutos se dispersaron creando la selva.

“Los indígenas entendieron hace siglos lo que la ciencia reconoce apenas hoy: que la Tierra es un organismo vivo y que si se afecta una parte, se afecta el todo. El árbol de la abundancia nos recuerda que la biodiversidad no es un lujo, sino la condición para que existan los alimentos, el clima y la vida misma”, señaló Urbina.

La metáfora cobró especial sentido en El Ringlete, un restaurante que desde hace 22 años se propuso mantener vivas las raíces culinarias del Valle del Cauca y hoy se expande hacia un diálogo con la Amazonia y con los pueblos originarios.

La fiesta de la yuca

La noche del 22 de agosto, el restaurante se llena de música, aromas y conversaciones. La exposición fotográfica “Budare” enmarca la celebración; en las mesas, platos que viajan desde la tradición indígena hasta la innovación contemporánea hacen que la yuca se luzca en todas sus facetas. Marta, Benilda y Carolina, cada una desde su historia, convergen en un mismo propósito: recordar que este alimento, presente desde tiempos precolombinos, es un símbolo de unión y de autonomía.

La cena se convierte en una suerte de ritual colectivo. El casabe amazónico dialoga con el pastel valluno, los postres modernos conviven con preparaciones tradicionales. Cada bocado parece decir que la memoria y la creatividad no son opuestas, sino ingredientes que se mezclan en la misma olla.

“Lo que buscamos es celebrar lo que nos une”, concluye Marta, viendo cómo los comensales disfrutan de una mousse de yuca mientras observan las imágenes del Amazonas. La frase queda flotando en el aire, como el aroma del hogao recién preparado: en un país de diferencias, la cocina sigue siendo uno de los pocos lugares donde todos podemos encontrarnos.

Periodista y comunicador social. Jefe de la redacción web de El País, especialista en marketing digital y gerencia del talento humano. Apasionado de las transformaciones y los desafíos.

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