Los llaman la generación Ni – Ni: jóvenes que ni estudian ni trabajan. El término es peyorativo, estigmatizante, por lo que hay que aclararlo. En el imaginario colectivo se relaciona a los Ni – Ni con vagos: muchachos que se la pasan jugando PlayStation, levantándose a las 11:00 de la mañana y, como dice la canción de El Gran Combo, “no hago más na”. Y no.

En su mayoría, los ‘Ni – Ni’ son jóvenes que buscan, desean, la oportunidad de trabajar o estudiar, pero no la encuentran o no tienen la formación, las habilidades, el apoyo, para hacerlo.

– Podés publicar mi nombre completo, porque no me avergüenzo de haber pasado por esa situación, fue algo que debí asumir: Leonardo Paz.

‘Leo’, como sus amigos y su familia lo llamamos, es un joven caleño que ha entrado en la categoría de Ni – Ni “por temporadas”.

A los 17 salió del bachillerato y durante seis meses ni estudió ni trabajó, hasta que logró ingresar a la Universidad Santiago para cursar mercadeo. Allí solo permaneció un semestre, por problemas económicos. Entonces se fue a España en busca de su oportunidad, pero la calle no está fácil en ningún lugar del mundo. En Madrid, Leo conseguía trabajos temporales, de un par de días.

– Decidí regresar a Colombia y estuve casi un año sin estudiar ni trabajar. No podía estudiar porque no tenía los recursos económicos. Y dejaba hojas de vida cada semana en empresas que ni siquiera me respondían o me exigían experiencia. Uno se siente frustrado, siente que no está progresando, que no está haciendo nada en la vida. Como si estuviera entre la espada y la pared, con la motivación para salir adelante pero sin poder hacerlo. Es una sensación de estancamiento que tenés que vivir todos los días. La autoestima se afecta. Ni siquiera me resultaban trabajos de fines de semana, los trabajos que hacían mis amigos. Por eso no me avergüenzo de

haber estado en esa categoría de Ni – Ni, porque sé que a muchos jóvenes les pasa lo mismo.

Es cierto. Según la investigación ‘Ninis en América Latina’, escrita por Rafael de Hoyos, Halsey Rogers y Miguel Székely, uno de cada 5 jóvenes en el continente entra en esa categoría, 20 millones de personas.

En Colombia son alrededor de tres millones. En Cali, según las cifras más recientes del programa Cali Cómo Vamos (julio de 2022), 109 mil jóvenes ni estudian ni trabajan. 67 mil son mujeres. Y en general, en la ciudad son 587 mil las personas en edad de trabajar que no lo hacen (425 mil mujeres). Tampoco se están preparando.

– Es una problemática global: hay un gran espacio donde tenemos jóvenes en condición de desempleo y que tampoco están insertos en procesos de acumulación de experiencia, habilidades y formación, lo que incorpora barreras complejas para ingresar al mundo laboral. Por eso los jóvenes Ni- Ni son objeto de especial preocupación en las política públicas – comenta el profesor Iván Daniel Jaramillo, director del Observatorio Laboral de la Universidad del Rosario.

La pandemia del coronavirus hizo que la generación Ni-Ni creciera tanto en Colombia como en el resto del mundo. Según cálculos del DANE, 500.000 jóvenes dejaron de estudiar y trabajar a causa de las consecuencias económicas y sociales que implicó el Covid – 19.

No solo eran muchachos que perdieron sus trabajos, y con ello la posibilidad de financiar sus estudios, sino que también debieron dedicarse al cuidado del hogar y de los miembros de su familia, un trabajo por supuesto no remunerado. Sucedió sobre todo con las mujeres que, como pasa en Cali, entre los Ni – Ni son más del doble que los hombres (representan el 66% de los Ni – Ni en América Latina, el 70% en Colombia).

“El trabajo doméstico y de cuidado no remunerado que asumen las mujeres de forma desproporcionada tiene efectos en la cantidad de tiempo que pueden dedicar a las actividades remuneradas, llámese empleo o emprendimiento”, dice un informe del Observatorio para la Equidad de las Mujeres de la Universidad Icesi, en el que se advierte que un 25% de las mujeres jóvenes en la región hacen trabajos domésticos no remunerados.

La maternidad también explica que las mujeres sean más del doble entre los Ni-Ni que los hombres. En una sociedad machista, la presión sobre ellas es mayor para atender las actividades de crianza de los hijos. Además, el embarazo juvenil las obliga a interrumpir sus estudios.

La generación Ni – Ni se caracteriza por eso: su nivel de escolaridad es muy bajo, debido a que los jóvenes se ven obligados a abandonar el estudio para trabajar “en lo que salga”. Es un círculo que los lleva al mismo punto de partida, el desempleo. Sin estudiar, los jóvenes no cuentan con las habilidades para conseguir un buen trabajo, luego apelan a la informalidad, el rebusque. Y en la informalidad comienzan a ver el dinero a diario, luego no

ven la necesidad de estudiar, hasta que el trabajo informal deja de ser rentable y el círculo se reinicia.

Según la investigación ‘Ninis en América Latina’, más del 25% no había terminado la primaria, y el 43% no pasó del bachillerato. “La experiencia de los ninis en el mercado laboral consiste en trabajos mal pagados, a corto plazo y en el sector informal. Algunos han sufrido abusos de muchos tipos, como horarios de trabajo largos sin descanso y acoso sexual”.

Otra de las conclusiones de dicho informe es que los Ni-Ni, en un alto porcentaje, son hijos de hogares disfuncionales, donde los papás abandonan a la familia, o no están presentes porque debieron migrar en busca de oportunidades. “Con el papá ausente, algunas madres tienen que trabajar muchas horas, dejando la crianza de los niños en manos de alguna abuela, tía, hermano mayor o, en algunos casos, nadie”.

– Es un fenómenos transversal a lo rural y lo urbano, aunque la mayoría de ‘Ninis’ en Colombia están en las áreas metropolitanas y en los sectores urbanos – comenta el profesor Iván Daniel Jaramillo.

Aunque la estadística de jóvenes en Cali que ni estudian ni trabajan es muy alta – 109 mil personas – es cierto que en otras ciudades capitales del país como Bogotá y Medellín los jóvenes Ni – Ni son aún más. En la ciudad, detalla Marvin Mendoza, director del Programa Cali Cómo Vamos, los Ni – Ni representan el 21.6% de los jóvenes. En Bogotá representan el 22.5% y en Medellín el 25%, mientras que a nivel Colombia son el 26.2%.

Entre los Ni – Ni de Cali, son más los afro que los indígenas o la población que no tiene ningún autorreconocimiento étnico.

Y hasta el momento, los esfuerzos del Estado para cerrar la brecha de ninis no ha funcionado como se esperaba. Durante del gobierno de Juan Manuel Santos se abrió el programa de 40 mil primeros empleos, con el que el sector público financiaba la contratación por seis meses de jóvenes entre los 18 y 28 años, sin experiencia laboral, y a cambio los empresarios debían contratarlos seis meses más. Pero 40 mil empleos en un país donde 23 millones de personas están en edad de trabajar no representa gran cambio.

Luego surgió la Ley del Primer Empleo que establecía incentivos para que los empresarios contrataran a los jóvenes y recibían alivios tributarios, pero la brecha persiste, al punto que estalló durante el paro nacional de 2021, cuando no fueron pocos los empresarios del Valle que entendieron que a las oportunidades apenas estaban accediendo solo unos cuantos y, como respuesta, crearon Compromiso Valle, una alianza de empresas para, entre otras cosas, abrir vacantes para jóvenes.

Carmen Amelia Lozano es la gerente de Fomento Empresarial de la Caja de Compensación Familiar Comfandi, cuya agencia de empleo ha logrado satisfacer 7.500 vacantes de las

11.500 que han recibido a agosto de 2022. De los 7500 contratados formalmente, casi el 45% son jóvenes entre los 18 y los 28 años, dice. El 42% tiene entre 29 y 40 años. El 65% de los contratados son hombres, lo que confirma que las mujeres continúan teniendo dificultades para acceder al empleo, luego optan por el emprendimiento.

El 32% de los contratados formalmente a través de la agencia son operarios de producción, un oficio que, sabe Carmen Amelia, dista de las expectativas de la mayoría de jóvenes de hoy, sobre todo después de la pandemia.

– Es cierto que hay muchas vacantes, pero los jóvenes no siempre se encuentran listos para ocuparlas. Ese en parte es nuestro rol como agencia de empleo, capacitarlos, prepararlos para cerrar esas brechas de formación no solo técnicas, sino habilidades socio emocionales que son las más importantes para el empleador. Pero de otro lado hubo un cambio abrupto en la gestión del talento humano de las empresas, donde para ser atractivas hay que ofrecer una serie de flexibilidades, y las empresas no se acostumbran del todo a hacerlo. Los jóvenes hoy demandan horarios y sitios de trabajo flexibles. También más días de vacaciones que los reglamentados por ley.

El fenómeno Ni – Ni igualmente pasa por la educación. Hay una brecha entre lo que la academia ofrece y garantiza a sus estudiantes, y lo que requieren las empresas: el bilingüismo, solución de problemas complejos, trabajar en equipo, adaptarse a un mundo que cambia todos los días.

En una entrevista para un periódico español, Andreas Schleicher, director de Educación de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), dijo: “sabemos cómo educar robots que repiten muy bien lo que se les dice; sin embargo, en este tiempo de aceleraciones e inteligencia artificial, necesitamos pensar seriamente en educar auténticas personas; el éxito en educación ya no consiste en la reproducción del conocimiento de contenidos, sino en extrapolar lo que sabemos y, en nuevas situaciones, aplicarlo de forma creativa. Una comprensión profunda es mucho más importante que recordar hechos o cifras”.

Y agregó: “la pandemia nos ha recordado que el futuro siempre nos sorprenderá. Ninguna escuela puede prepararnos una vez para toda la vida, el aprendizaje constante es la clave; no significa solo aprender sino, también, desaprender y reaprender cuando cambia el contexto; esto implica continuos procesos de reflexión, anticipación y acción”.

No reducir el porcentaje de personas consideradas Ni – Ni tendría consecuencias graves para Cali y el país en el mediano y largo plazo. Los estudios indican que los jóvenes Ni – Ni son más propensos a adoptar hábitos dañinos como el consumo de drogas, a padecer enfermedades como la depresión al ver que sus metas se ven frustradas. Se generan conflictos familiares, además, al sentirse excluidos, rechazados. También son personas que pueden estar más vulnerables a ingresar a un círculo de violencia y pobreza.

Es una problemática que pareciera no ser prioridad en la agenda de Cali y el país, cuando los números sugieren que debería serlo: el estudio de Escasez de Oportunidades Laborales, realizado por ManpowerGroup en colaboración con Junior Achievement Americas, dice que 7 de cada 10 jóvenes en América Latina actualmente tienen problemas para encontrar trabajo.

En Colombia, la cifra es más alta: el 85 % de los jóvenes reportan dificultades para acceder a un empleo. El país es el quinto de Latinoamérica con mayor escasez de oportunidades laborales para los jóvenes, solo superado por El Salvador, Costa Rica, Paraguay y Argentina.