En el corazón de Cali, sobre una colina que parece detenida en el tiempo, se encuentra San Antonio, un bello barrio colonial que se ha hecho famoso por su arquitectura preservada y su ambiente bohemio, y porque a diario, se roba las miradas y los suspiros de propios y visitantes.
Ubicado en la zona oeste de la ciudad, sus calles empedradas y estrechas, con casas de fachadas blancas, altos ventanales y balcones de madera, hacen que sus moradores y visitantes, naveguen este lugar entre sabores, murales, cafés, y una variada oferta gastronómica.
Y es que, más que un barrio, San Antonio, antiguamente conocido como el “Cali Viejo”, se ha convertido, desde hace ya varias décadas, en un destino cultural y patrimonial. Sus rincones han sabido conquistar a los caleños y turistas con historias que se cuentan entre paredes centenarias, y con una oferta que mezcla tradición y vanguardia.
El mayor símbolo de este barrio es, sin duda, la Capilla de San Antonio. Con más de 250 años de historia, su estilo barroco y su ubicación en la cima de la colina que lleva su nombre la convierten en un punto de encuentro imperdible para quienes visitan la ciudad.
Reconocida en el año 2000 como hito urbano, área de interés patrimonial y de preservación urbanística, esta capilla se erige como guardiana de la memoria caleña y emblema de la ciudad.
Y es que, antes de lo que es hoy, esta pequeña capilla, que fue erigida sobre un enorme predio donado por Francisco Garcés de Aguilar, según historiadores, marcaba la salida del pueblo.
Más tarde, hacia el siglo XX, la iglesia inició con la parcelación de los terrenos, comenzando a poblar lentamente la zona, a su alrededor.
Pero este barrio, entraña más que belleza arquitectónica. Para los amantes del café, se ha convertido en un refugio con espacios especializados como Café Macondo, que invitan a disfrutar de la bebida insignia de Colombia en ambientes íntimos y cargados de arte.
A esta experiencia se suma una variada oferta gastronómica y hotelera: desde hostales acogedores como el Alko Hotel Casa Níspero, con una oferta gourmet en comida internacional y local, hasta hoteles boutique, como el Rosa Palma, que conectan al visitante con la esencia del lugar.