Venezuela es el país latinoamericano que experimentó los mayores aumentos en materia de hambre y malnutrición entre el 2016 y 2018. Así de simple y contundente es el reciente informe divulgado por la FAO y el Programa Mundial de Alimentos y la Organización Panamericana de la Salud.
La crítica situación en que se encuentra el pueblo hermano ha sido negada, de manera reiterativa, por la dictadura de Nicolás Maduro. Sin embargo, las cifras reveladas por los organismos internacionales no dejan duda de la tragedia que vive ese país, uno de los más ricos del mundo en reservas petroleras, en manos de un gobierno corrupto y mentiroso.
El informe señala que el hambre en el país caribeño se triplicó en los trienios 2010-2012 y 2015-2017. La FAO aclara que estas son las mejores estimaciones que se pueden producir utilizando los datos proporcionados por el Gobierno, que en muchos casos carecen de credibilidad o simplemente no existen.
De la otrora nación rica que se destacaba en el concierto americano por su pujanza ya no queda nada. El despilfarro y la corrupción del régimen socialista del Siglo XXI llevaron a la hecatombe a un país en el que pasarán décadas antes de que pueda recuperarse.
Como lo han expresado los miles de venezolanos que han llegado a Colombia, en su país no encuentran qué comer. Los basureros se han convertido en espacios donde familias enteras van en busca de algún residuo para llevarse al estómago. Los programas sociales se derrumbaron y desaparecieron entre los privilegiados del régimen y la corrupción desenfrenada.
La decisión del tirano Nicolás Maduro de radicalizar el modelo político chavista produjo el catastrófico derrumbe de la economía que se ha expresado en una contracción del 44 % del PBI entre 2014 y 2018. A esto se suma la desbordada inflación que se estima superará a finales de este año cuatro millones por ciento y que simplemente profundizará la miseria.
Mientras Venezuela se cae a pedazos y la pobreza abunda, la comunidad internacional no encuentra la respuesta adecuada a esta emergencia. Y Colombia, Ecuador y Perú claman ayuda internacional para atender a los millones de refugiados que entran por sus fronteras.
Pero tampoco se avizora una salida democrática que permita revertir el desangre. La oposición continúa desarticulada, al tiempo que el dictador afianza la cúpula militar en los principales puestos de control, con el propósito de que alarguen su continuidad en el poder.
Entre tanto miles de venezolanos buscan de manera desesperada salir de su país. Arrinconados por la pobreza, la falta de empleo, la ausencia de comida y medicamentos, el régimen está arrojando a millones de personas hacia países vecinos que tienen también sus propios problemas qué resolver.
Como era de esperarse, ni los jerarcas del oficialista Partido Socialista Unido ni mucho menos el gabinete de Maduro se han pronunciado ante el nuevo informe de la FAO. El hambre y la desnutrición, dos términos que no hacían parte del léxico de los venezolanos, pero que por cuenta del socialismo del Siglo XXI ahora encabezan todos los reclamos del pueblo que dicen defender.