El partido de oposición en Estados Unidos estaba de capa caída. Arrasados por el trumpismo y jugando de minoría desde las últimas elecciones presidenciales y del Congreso, manchado por los tropiezos de Joe Biden y el fracaso de Kamala, hoy el tono es positivo.

La ronda de victorias locales y regionales, donde Nueva York eligió de manera contundente a un alcalde musulmán, joven y abiertamente socialista, y los estados de Virginia y Nueva Jersey apostaron por gobernadoras de la veta moderada del partido demócrata.

Desde el progresista Zohran Mandani hasta las victoriosas líderes pragmáticas de estados y de tono conciliador, la sensación general es de un regreso del partido azul. La combinación es llamativa: un partido que gana por la izquierda y por el centro al mismo tiempo, justo cuando Donald Trump atraviesa su peor momento de popularidad en el segundo mandato.

Con otros ojos se pueden analizar estas tres victorias que abarcan el espectro del partido demócrata como la seña de un partido fragmentando.

Las encuestas sugieren un súbito momento de optimismo: solo el 39 % de los votantes demócratas cree que su partido ‘ha perdido el rumbo’, frente al 49 % que pensaba lo mismo hace unos meses. Puede ser el fervor de la victoria, pero también puede mostrar el cansancio entre los votantes frente a la aplanadora diaria de Donald Trump.

Para los demócratas, sería un error que se relajaran y leyeran estas elecciones como preludio de una ola asegurada. Hay que ver la gestión del joven socialista en Manhattan, y los resultados de las gobernadoras.

Las oportunidades para resucitar el Partido Demócrata son reales, pero los riesgos también. Si el experimento progresista de Nueva York fracasa en gestión, la derecha lo usará como evidencia que el partido se fue demasiado a la izquierda. Si las moderadas de Virginia y Nueva Jersey con cautela excesiva desencantarán a la base joven que empujó el voto.

Para Colombia, no se puede permitir olvidarse de la traición bipartidista que ha caracterizado a la Nación frente a Estados Unidos. Hoy nuestro país está dividido y en la calentura de las elecciones está muy de moda la doctrina Trump entre el centro y la derecha. El presidente americano ha encontrado fans por ser el ‘enemigo de mi enemigo’, y todos los candidatos colombianos quieren invitación a Mar-a-lago.

Está bien tratar de acercarse, pero es importante para el sector privado, los líderes de las regiones, y la sociedad civil hablar constantemente a las figuras demócratas. Es entendible la tentación de ignorar el estilo histórico (y efectivo) de la relación bipartidista de Colombia con Estados Unidos, pero con seguridad sería un gran error.

Estos vaivenes nos recuerdan de la compleja realidad de la política y en la vida, de la importancia de mirar hacia el futuro mientras se resuelven los asuntos del presente.