“Durante años me acosté temprano…“. Con esta frase, aparentemente simple, Marcel Proust nos introduce en el universo íntimo y laberíntico de En busca del tiempo perdido, y en particular de su primer libro, Por el camino de Swann, publicada en 1913.

Esta obra es mucho más que una novela: es una experiencia sensorial, intelectual y espiritual que se despliega como una sinfonía de recuerdos, percepciones y reflexiones.

Además, puede decirse que es una novela dentro de la novela. Es un flashback en la vida de Charles Swann. Frecuenta a los Verdurin y a su futura esposa, Odette, y sobre todo sus celos enfermizos son los temas de esta parte. Como el resto de la obra, la narración se realiza en primera persona, pero dado que los hechos narrados tienen lugar antes del nacimiento del narrador, éste necesariamente cuenta la historia en tercera persona.

Por el camino de Swanndeslumbra también por sus evocaciones de la infancia, por ese viaje al corazón de la memoria involuntaria que se activa con un simple sabor —la célebre magdalena mojada en té— y que abre las compuertas del tiempo pasado.

Pero también brilla por su inteligencia narrativa, por los diálogos que revelan la complejidad de las relaciones sociales y afectivas, y por la figura entrañable y trágica de Charles Swann, símbolo de los devaneos del amor y la fragilidad de las pasiones humanas.

Por el camino de Swannes, en suma, una obra en donde las frases largas como ríos arrastran al lector hacia un mundo donde el tiempo no es cronológico sino emocional, donde un sabor puede resucitar décadas y donde el amor es una enfermedad hermosa e incurable.