Un tema del que poco se habla en Cali, la ‘Sucursal del Cielo’, ‘La capital de la salsa’, ‘la Capital del deporte, ‘El paraíso de los pájaros, ‘Los siete ríos’, ‘Los farallones’, ‘La brisa del atardecer’... no se toca, se ignora, porque trata sobre hombres, mujeres y jóvenes que no existen para nadie. De vez en cuando, medios de comunicación sacan el tema, estadísticas y fotos de manos agarradas a barrotes, manos desesperadas que salen y se agitan en vano.
Las estaciones de Policía, donde llegan delincuentes, amigos de lo ajeno, atracadores, fleteros, se supone que temporalmente mientras definen su situación jurídica, esa, que jamás llega porque no hay abogados de oficio ni dolientes y crece, crece la audiencia.
Estaciones diseñadas para otros asuntos, convertidas en jaulas asfixiantes donde se apelotonan, en condiciones infrahumanas, decenas de seres hacinados, peor que animales, tratando de sobrevivir unos sobre otros; baños atascados, olores fétidos, sudores amotinados, rabia contenida…
Estaciones diseñadas para albergar unas doce personas, transitoriamente, donde van embutiendo sesenta, ochenta, cien o más… Las casas cercanas escuchan lamentos, peleas, gritos; impotentes. Las cárceles también están en sobrecupo, como en el escandaloso caso de Vista Hermosa.
La historia de Vista Hermosa fue escandalosa desde sus comienzos, mal diseñada, malos manejos, tajadas y serruchos. Me consta porque la conozco desde su inauguración, pero nadie investigó, nadie denunció, silencio absoluto. Actualmente, es un infierno en vida. Creo que es mejor el balazo y la fosa que estar encerrado y muerto en vida, si es que se puede llamar vida, esa vida.
¿La solución es una cárcel? ¿Es encerrar? ¿Es permitir una convivencia infrahumana? ¿Es aceptar que el ser humano que ingresa no tenga retorno digno ni rehabilitación? ¿Cómo es posible que ninguna Administración cumpla las eternas promesas de construir más centros de rehabilitación en los que primen el respeto, la dignidad y los derechos humanos?
Conocí casos de ladrones de poca monta que, después de años, los liberaron porque ya no sabían qué hacer con ellos, y volvieron a robar para regresar al único sitio que se había convertido en ‘su hogar’, donde tenían alimentación. En esos años perdidos en celdas y patios, sus familiares desaparecieron, dejaron de existir… Fantasmas de sí mismos, sin presente ni futuro. ¡Los invito simplemente a reflexionar!
Las estaciones de Policía no son centros de reclusión. Inaceptable lo que sucede. Es imperante buscar otras alternativas. La Policía merece respeto y los que infringen la ley también. No podemos seguir eternamente en esta noria, sin dolientes ni perspectivas de cambio ¿Quién le pone el cascabel a este gato o el bozal a este perro?