En la piñata de candidatos donde se agrupan más de cien, para la próxima contienda electoral para la Presidencia, se han inscrito un sin número de aspirantes de toda clase y condición, políticos de profesión, exfuncionarios del sector público, periodistas, empresarios, con o sin experiencia en el servicio público, se cubren todos los sexos. La gama de ideologías es amplísima, desde la extrema derecha hasta la izquierda recalcitrante.

Los mayores problemas que nos afectan son sobradamente conocidos, un caos en la prestación de la salud, un presupuesto desfinanciado, la empresa más importante del Estado próxima a la quiebra, corrupción en todo el sistema político, una educación muy pobre en calidad, un poder judicial paquidérmico, este año logramos ser los mayores exportadores de coca del mundo, un estado inoperante, reclutamiento forzado de menores para engrosar la subversión, etc. Además del tema que más mortifica a la opinión pública por su gravedad, la inseguridad, en especial en los territorios donde ya no existe el imperio de la Constitución y donde el aumento de los asesinatos de los líderes sociales continúa.

Es inexplicable tal número de aspirantes ante semejante reto. Existe el riesgo de que elijamos a quien no sea capaz de enfrentar y resolver tal cúmulo de problemas con éxito. Sabemos que no pocos de los candidatos, no tienen las condiciones ni la preparación para desempeñar este super-exigente cargo.

Voy a profundizar lo que permite una columna de opinión para reflexionar sobre el tema que más preocupa en las encuestas: el de la seguridad.

La inmensa mayoría de los candidatos le dan la mayor importancia a este tema por ser uno de los que más incidencia va a tener en la ciudadanía para depositar su voto.

Como dice nuestro escudo, Libertad y Orden, sin orden no puede haber libertad, como ocurre en casi una quinta parte de nuestro territorio. Allí se hace lo que el narcotraficante de turno ordene, como secuestrar los soldados y los policías de nuestra Fuerza Pública. Una acción repetitiva y vergonzosa para la autoridad.

Para resolver este tema, casi sin excepción, los candidatos proponen mano dura, para enfrentar con rigor a la subversión y así rescatar el territorio perdido y garantizar la seguridad a la ciudadanía. Obvio y necesario, sin embargo, la presencia permanente de la Fuerza Pública nunca ha ocurrido. Lo usual es enviar al Ejército y la Policía por un tiempo y retirarla cuando la situación se regularice. No obstante, esta es una estrategia recurrente. Al poco tiempo la situación se repite.

Ocurre que los habitantes de dichos territorios carecen de establecimientos educativos y de sistemas que les garanticen su salud. La posibilidad de progresar es inexistente. Como carecen de vías de comunicación, el único producto que pueden cultivar para proveerles los recursos necesarios para su subsistencia es la coca, cuya comercialización está garantizada. Su cultivo trae consigo la inseguridad y el crimen.

Mientras los territorios no se integren con carreteras confiables, educación adecuada y buenos sistemas de salud, por más ejército que se envíe continuará la inseguridad. Es necesario que puedan vivir dignamente en su territorio, con sus propios recursos y autoridad, y no depender de un gobernante que está a distancias inalcanzables, sin nexos con la comunidad.