Millones de personas participaron en el paro nacional del pasado 28 de abril y cientos de miles que salieron a las calles en todo el país para protestar contra el gobierno lo hicieron de manera pacífica. Pero en algunas ciudades, sobretodo en Cali, se desataron actos de violencia y vandalismo sin justificación ni relación alguna con las causas de la legítima protesta. ¿Por qué sucede esto en Cali?

Hay razones muy válidas para la protesta ciudadana: hambre, desempleo, encierro por la pandemia y mucha desigualdad. Basta ver los reportes entregados por el Dane esta semana sobre el impresionante aumento de la pobreza, la miseria y el desempleo, para constatar que la situación social es una bomba de tiempo. El proyecto de reforma tributaria fue la chispa que la hizo estallar.

Dicho esto, hay que repetir la pregunta: si las marchas y manifestaciones fueron pacíficas en la inmensa mayoría de los 600 municipios del país en donde se realizaron, ¿por qué en Cali se desató la violencia? ¿Por qué continúa a pesar de los llamados de los organizadores del paro a que no haya más actos públicos?

No es fácil la respuesta y requiere un profundo análisis sociológico, pero se pueden plantear algunas hipótesis, a partir del hecho de que la mayoría de saqueos, bloqueos y actos de vandalismo son protagonizados por jóvenes. Una es el rápido y desordenado crecimiento de la ciudad generado por migraciones masivas de poblaciones del Pacífico y el Cauca, desplazados a su vez por la violencia o la falta de oportunidades, aumentado en los últimos años con los migrantes venezolanos.

Esto ha generado una urbe segmentada y segregada, con muchos habitantes sin sentido de pertenencia ni el reconocido sentido cívico de los caleños. Además, con niveles de desempleo muchísimo más altos que el promedio nacional, los jóvenes de esas comunas no ven futuro ni razones para cuidar o defender una ciudad que no les ofrece alternativas y frente a la cual solo sienten rabia y rencor.

Este contexto es propicio para que grupos criminales, narcotraficantes y otras especies, recluten a estos jóvenes para quienes unos pesos ganados fácilmente son el camino de la supervivencia y el ascenso social. En medio de las protestas estos mismos jóvenes son convocados, y responden con celeridad, para el saqueo, los bloqueos y el enfrentamiento a la Fuerza Pública que en lugar de prevenir responde con la misma violencia insensata.

¿Quiénes se benefician de esta violencia? No son los organizadores del paro nacional que tienen objetivos políticos bien definidos: tumbar la reforma tributaria, oponerse al gobierno y ganar en las elecciones del año entrante. Para esos objetivos los desmanes son contraproducentes porque deslegitiman la protesta y generan una reacción contraria en muchos votantes, sobre todo de clase media, que les hace perder apoyo político.

Si se benefician de una parte los delincuentes, y de otra los grupos de extrema derecha que encuentran argumentos populares para la represión, las políticas de mano dura, para sustentar sus propuestas de entregar armas a la población civil y logran réditos electorales para sus candidatos que las promueven. Por eso no son absurdas las hipótesis de que por lo menos parte de los actos violentos y los desmanes son provocados por infiltrados de esas tendencias.

Cualquiera que sea la causa, debe haber una fuerte reacción ciudadana contra toda clase de violencia.