A la hora de los balances y las evaluaciones de un gobierno es usual que cada uno hable de la fiesta según le fue en ella. Por eso no son de extrañar las múltiples manifestaciones de agradecimiento de empresarios y gremios para el presidente Uribe. Homenajes con emotivos discursos, condecoraciones, costosos avisos de página entera en los periódicos, son algunas de las formas de expresar el reconocimiento de estos grupos sociales por lo bien que les fue durante estos ocho años.Porque es evidente que en la gran mayoría de los sectores productivos el tamaño de los negocios y las utilidades de las empresas tuvieron significativos crecimientos. Para no citar sino unos ejemplos, desde el 2001 los precios de las acciones en la bolsa de valores han subido más de 1.200%, es decir que la riqueza de los afortunados propietarios de acciones se multiplicó por doce en este período. O las utilidades del sistema financiero que se multiplicaron por siete al pasar de $632.000 millones en el 2002 a $4.4 billones en el 2009.En parte estos buenos resultados se explican por el buen comportamiento de la economía que registró durante los gobiernos de Uribe un crecimiento promedio anual superior al 4%. Se podría discutir que tanto de este crecimiento se debió a la gran bonanza de la economía internacional, o si con unas políticas diferentes hubiera sido posible aprovechar mejor esta bonanza y crecer más, pero el hecho es que en este período el crecimiento del PIB estuvo ligeramente por encima del promedio de las décadas anteriores.Pero no fue solo el crecimiento del PIB el que generó las grandes utilidades del sector empresarial sino también las políticas de la ‘confianza inversionista’ que propiciaron una redistribución de la riqueza y el ingreso a favor de las empresas y en detrimento de los trabajadores. En otras palabras, durante la era Uribe los frutos del crecimiento no se repartieron de manera equitativa sino que a unos pocos les tocó mucho y a muchos les tocó muy poco. En contraste con las utilidades, el salario mínimo solo creció 6% en estos años.Informes internacionales como uno de Unicef publicado en marzo pasado, o el más reciente del Pnud sobre la desigualdad en América Latina coinciden en señalar que Colombia es uno de los países con mayor desigualdad en el mundo, y en donde no hubo mejoría en la última década.Las cifras oficiales del Dane proporcionan la prueba más contundente de que el ‘corazón grande’ de Uribe fue para unos pocos, es decir de que en estos años tuvimos un modelo de desarrollo regresivo y ‘pro-ricos’ que empeoró la distribución del ingreso y la riqueza, por medidas tales como la reforma laboral del 2002 que recortó los ingresos de los trabajadores, o las inútiles gabelas y subsidios tributarios a las empresas.El Dane calcula la distribución del PIB entre asalariados, dueños de las empresas (excedente bruto de explotación) y trabajadores por cuenta propia (ingreso mixto). Entre el 2002 y el 2007 la participación de las utilidades de las empresas en el PIB pasó del 28.9% al 33.7%, es decir un incremento de casi cinco puntos porcentuales que, por supuesto, se dio a costa de una disminución idéntica de la participación de los asalariados y de los cuenta propia.Cinco puntos del PIB son mucho dinero, unos U$14.000 millones anuales, que ya no llegan a los bolsillos de los trabajadores sino que son mayores utilidades para las empresas. No conozco el caso de ningún otros país que en tan poco tiempo haya tenido un aumento tan grande de la participación de las utilidades empresariales en el ingreso nacional. El aumento de la brecha social es otro legado de la era Uribe que tendrá que cambiar el nuevo gobierno.