La semana pasada cite un texto muy progresista sobre la intervención del Estado a favor de los más pobres y las políticas públicas para combatir la desigualdad, y pregunté cuál sería el autor del mismo dando algunas pistas de posibles respuestas. Varios amables lectores tuvieron la paciencia de darme sus opiniones y ninguno acertó; solo el ex ministro José Antonio Ocampo estuvo cerca.

La verdad no me sorprendió el resultado de la mini encuesta, porque las pistas eran despistadoras, y porque es muy inesperada la autoría. Antes de decir quién es, quiero citar otros textos de varios años de la misma fuente, que confirman esa posición que se puede calificar como social-demócrata:

“Tenemos una obligación con los sectores pobres y los más vulnerables; los que enfrentan inseguridad financiera y problemas de salud; los que quedan atrás con escasas oportunidades, como las mujeres y las niñas; las generaciones futuras. (…) Como dijera una vez Franklin D. Roosevelt, ‘La prueba de nuestro progreso no es que aquellos que tienen mucho, tengan más, sino que aquellos que tienen demasiado poco tengan más’.
Esto es lo correcto no solo desde el punto de vista ético, también lo es desde el punto de vista económico” (2017).

La contribución que las políticas fiscales pueden hacer al logro de objetivos redistributivos: las tasas impositivas aplicadas al estrato más alto de la distribución del ingreso, la adopción de un régimen de ingreso básico universal (IBU) y la función del gasto público en el terreno de la educación y la salud. (2017).

“Para abordar la desigualdad es necesario replantear el problema. Antes que nada, en lo que se refiere a políticas fiscales y tributación progresiva.
En el segmento superior de la distribución del ingreso es posible elevar las tasas marginales de impuesto sin sacrificar el crecimiento económico” (2020).

Aunque usted no lo crea, todas estas citas son de documentos del Fondo Monetario Internacional (FMI). Y no se trata de artículos de funcionarios jóvenes contaminados en la universidad de las ideas de Piketty. El de la semana pasada era del director del Departamento de Finanzas Públicas.

La primera cita de hoy es nada menos que de Cristine Lagarde, directora del FMI en 2017, por lo que sorprende verla citando al presidente Roosevelt, el artífice del New Deal keynesiano del siglo pasado.

La siguiente es la introducción de un extenso informe de ese año dedicado a plantear políticas para reducir la desigualdad y a definir una estrategia para que los programas y condicionalidades de los préstamos del FMI impulsen el gasto social redistributivo...

La última cita es de un discurso de la actual directora del FMI, Kristalina Georgieva, en el que plantea una inversión de la lógica del asistencialismo oficial: para ella es necesario reducir primero la desigualdad para generar oportunidades, y además insiste en que “es posible elevar las tasas marginales de impuesto sin sacrificar el crecimiento económico.”

Quienes en los años 80 del siglo pasado tuvimos la oportunidad de trabajar en esa entidad y después de padecerla en medio de las crisis financieras como promotor de la austeridad y el control del déficit fiscal como estrategia de su ayuda condicionada para superar la crisis (recuerden Grecia en 2010), es una inesperada sorpresa ver que, por lo menos en el discurso, el FMI empiece a impulsar el gasto social para reducir la desigualdad.