La semana pasada falleció Claudia Cardinale, la sensual actriz nacida en Túnez cuando este era un protectorado francés, pero hizo su exitosa carrera en Italia. A raíz de su muerte, mi buen amigo Rodrigo González Caicedo, siempre expresivo y auténtico, escribió en redes “Fue la responsable de muchos de mis sueños eróticos”. Conociendo a Rodrigo y a muchos de sus congéneres, no lo dudamos. Creo que Claudia Cardinale fue una de las tantas artistas motivadoras de esos sueños, tal vez exceptuadas por Teresa Gutiérrez y Delfina Guido.
Los sueños eróticos, esas fantasías de encuentros íntimos que nos sorprenden al amanecer y a algunos hasta en la siesta, no son exclusivas de los hombres. De las lecturas sobre el tema, deducimos que estos sueños en ellas son aún más intensos. Me hubiera encantado que, a raíz de la muerte hace 15 días de Robert Redford, uno de los ‘tumbalocas’ del celuloide, haber encontrado referencias femeninas a los sueños generados por este galán. La actuación, por ejemplo, de Redford y de Meryl Streep en ‘Out of Africa’ fue fuente de ilusiones en muchos, así fuera reemplazando África por Juanchaco. Para mí y por la admiración que le tengo a Meryl Streep, la principal fuente de malos pensamientos (que muchas veces son los mejores del día) fue en ‘Los puentes de Madison’ en la cual la actriz rompe la monotonía de su matrimonio con un breve ‘affaire’ con Robert Kincaid, fotógrafo de la National Geographic, interpretado por Clint Eastwood quien por cierto, dirige el filme. Ese paréntesis en la relación de Francesca con su marido, un granjero sin encanto, solo vino a ser conocida por su hijo al leer el diario póstumo que le descubrió a su madre. La comprendió, como también nosotros los espectadores, que envidiamos en nuestros sueños al veterano fotógrafo que refrescó el desierto emocional de la protagonista.
El tema no es para asustarse; al contrario, es más frecuente de lo que se piensa. Un estudio de la Universidad de Montreal calculó que el 8 % de los sueños en nuestra vida están en esta categoría. Ahora, lo de las actrices de Hollywood como inspiradoras, es un pretexto para el tema; los más usuales sueños eróticos son la jefe, la profesora de los hijos, una vecina o hasta una parienta de la señora. Muy pocos tienen a la suegra como fuente de inspiración sensual. En el lado femenino, sucede lo mismo: es su médico, el papá de los amigos de su hijo, un compañero de trabajo o sus admiradores de la universidad.
Conocí la historia de un magnate bogotano, famoso por su avaricia, quien les confesó a unos amigos que él soñaba con frecuencia con una famosa actriz de la televisión colombiana. Sus contertulios le dijeron que eventualmente era posible conseguirle una cita intima con la diva. El magnate preguntó que cuánto podría ser el costo si ella accedía a hacerle realidad sus sueños. Un enterado compinche le dijo que unos diez millones de pesos, a lo cual el tacaño millonario repuso: “Ala, y si estará tan buena como para meterle esa plata? ¡Mejor pidamos más empanaditas!”.
¿Qué tan adecuado puede ser confesarle a alguien que fue la causante de una noche de almohada destrozada? Hasta hace un tiempo, sería una grosería, pero después de este gobierno, cuando fue de gran mérito para un actor porno gay ser ministro de sexo fluido, será un honor decirle a alguien “Mucho gusto, no nos conocíamos personalmente, pero si viera las maravillas de lo que sucedió con usted en mis sueños!”.
Los expertos precisan que estos sueños no son premoniciones, lo cual puede entristecer a quienes no los comparten para que se les haga realidad. Tampoco refleja deseos que se quieren llevar a la práctica. Así que es normal tenerlos, grato disfrutarlos y no deben ser motivo para guardarles luto, como está haciendo Rodrigo con la Cardinale llevando un guante negro en su mano derecha.