Cuando llegué por primera vez a la Cámara de Representantes se estaba conformando un movimiento separatista que pretendía crear la República de Antioquia, naturalmente independizándose de Colombia. En esas andaban senadores y representantes con el argumento que su departamento tenía todas las condiciones para ser nación independiente pues acababan de terminar la carretera al mar que les permitía tener puerto propio en Urabá, para exportar sus productos. Que la Nación les devolvía muy poco de lo mucho que ellos aportaban al fisco, y que contaban con la más potente industria del país al punto de que Medellín se conocía como la ‘Ciudad Industrial de Colombia’.

El discurso secesionista continuaba: que Bogotá se tragaba casi todo el Presupuesto Nacional y que los altos cargos del Gobierno no les llegaban a los paisas, tan emprendedores y tan berracos.

Fueron largas las horas que gasté escuchando a mis compañeros de bancada, entre ellos uno muy querido, Evelio Ramírez, ya fallecido y que según entiendo con el correr de los años se convirtió en suegro de Sergio Fajardo, hoy candidato presidencial, con posibilidades de éxito. Ramírez y sus coterráneos tenían un paquete de proyectos de lo que sería esa prospera república, casi con idioma propio porque allá no se habla español sino antioqueño.

Cuando tuve la oportunidad de intervenir en la debate, pregunté tímidamente si ese megaproyecto secesionista ya había sido consultado con el presidente de la República, a la sazón Carlos Lleras Restrepo, de quien yo era seguidor incondicional. Uno de ellos absolvió mi inquietud: la semana entrante hablaremos con el presidente.

Al terminar esa eterna semana pues yo estaba inquieto por conocer el resultado de la audiencia en Palacio, me reuní con mis colegas antioqueños y me dijeron, con tristeza reflejada en sus rostros, que Lleras los había atendido con cortesía y que ellos designaron vocero al más importante de los senadores, quien expuso las razones del movimiento independentista. Que el Presidente no interrumpió el discurso y que al terminar, con voz pausada, les manifestó: me parece un error eso que ustedes proponen pero si esa es la voluntad mayoritaria del pueblo antioqueño, sigan con la iniciativa. Lo que quiero decirles es que como yo soy el símbolo de la unidad nacional, tan pronto esté en firme la secesión, aumentaré las tarifas del arancel a tasas muy altas para que los productos antioqueños se vuelvan imposibles de adquirir en el mercado colombiano que es en el que más vende su departamento. Las telas de Coltejer y las galletas Noel podrán exportarse a Colombia, pagando los importadores duros gravámenes aduaneros, y así para los demás productos.

Hasta ahí llegó el asunto. Nadie volvió a musitar palabra sobre la República Independiente de Antioquia y todos nos dispusimos a estudiar en el Congreso la Reforma Constitucional de 1968, que introdujo grandes cambios en la vida social y económica del país.

Algo parecido les va a pasar a los catalanes con su cuento de independizarse de España. Carles Puigdemont y sus locatos amigos armaron un lío que se les salió de las manos y hasta a la cárcel pueden ir a parar por incurrir en varios delitos surgidos de su torpeza. De entrada, el equipo de fútbol Barcelona no podrá jugar en la Liga española, y el compañero de Shakira, Gerard Piqué, que está jugado por la independencia, no podrá alinear en la Selección Nacional de España.