Los adalides de la justicia social se dan el lujo de ignorar olímpicamente la historia reciente de China, siendo una de las transformaciones socioeconómicas más espectaculares de la historia. Desde que Deng Xiaoping declaró que hacerse rico era glorioso, la economía China se liberó en forma brusca y agresiva.

Después de experimentar con Mao el intento de centralización y control absoluto, responsable de hambrunas, genocidios y campos de concentración, que produjeron unos 100 millones de muertes, China dio un paso que todos los teóricos creían imposible: mezclar dictadura política con economía de mercado, libertad de empresa y propiedad privada.

Hasta los 90, se creyó que para tener libertad económica era indispensable la democracia liberal.

Pero el aporte de Deng, y todos los que le siguieron, fue entender que la libertad económica pesa mucho más en la balanza social que la libertad política. De alguna manera lo habían demostrado ya algunos dictadores de derecha y de otra lo están mostrando las izquierdas tibias de Latinoamérica. Los que no se meten con la economía, los que no pretenden estatizar la producción, controlar precios, establecer subsidios masivos, repartiendo inútiles billetes llenos de ceros, no generan los niveles de pobreza, que con tanto orgullo y empecinamiento buscan los más salvajes del socialismo.

En las incansables lamentaciones de nuestra injusta distribución de la riqueza, citando siempre ejemplos de otros, omiten con desfachatez lo que ocurrió y sigue ocurriendo en China.

Tuve la oportunidad de conocer la China real, no la de los turistas, poco después de Mao, con la intención de ayudar a un hospital oftalmológico en Taiyuan, capital de Shanxi. La pobreza era abrumadora, la mugre, el hollín de las mil chimeneas, el hambre, la ausencia de comercio y productos era la herencia de Mao con su Gran Salto Adelante y su Revolución Cultural. Volví 1, 2, 5 y 7 años después y el cambio era asombroso. La transformación de la ciudad y el hospital ocurrían a una velocidad imposible de imaginar. La prosperidad y mejora del nivel de vida eran evidentes en las caras sonrientes de pacientes y colegas.

Como en Argentina, el gran cambio había consistido en liberarse del estatismo y adoptar la economía de libre mercado, en desesperante contravía de lo que aquí hemos resuelto llamar cambio.