Cada vez que se encuentre con un hecho diferente que no ‘encaja’ con lo que usted conoce, o practica o con lo que usted aprendió, intente abrirse, es decir, procure al menos no defenderse argumentando “eso no es posible”, “así no es”, “cómo se le ocurre”. ‘Abrirse’ significa movimiento, significa desplazarse de una posición a otra. Significa probar a oír o ver lo diferente que tiene el mundo y que usted se lo perderá, no porque no exista, sino porque usted está cerrado a modificar creencias. Sí, puede que en el fondo exista un miedo tremendo a aceptar que las cosas están cambiando, que las teorías se modifican, que la ciencia rectifica, eso puede producir pavor. ¿A qué me aferro si eso es en lo que siempre he creído? Pero el mayor trabajo para este nuevo año de 2013, es tratar de escuchar nuevas formas, nuevos conceptos, nuevas ideas. Nada, pero nada en el mundo, puede permanecer quieto. Lo que no se modifica está muerto. Como quien dice que debo intentar una apertura interior para -al menos- escuchar qué hay de nuevo en el mundo que me rodea. Si no, es como protocolizar mi muerte personal: estoy congelado y considero que todo está bien (o mal) hecho, que nada puede transformarse, que es ‘imposible’ que el mundo sea diferente y por lo tanto no vale la pena hacer un esfuerzo por pensar diferente. En la jerga juvenil, está out. Su obsesión por defenderse creyendo que lo que usted aprendió y practica ahora no puede modificarse, lo califica en la categoría de ‘dinosaurios mentales’. Ah, claro, está en todo su derecho. Pero eso le producirá un grandísimo sufrimiento que posiblemente usted ‘cargue’ sobre el mundo que lo rodea. Su miedo lo proyecta amargándose, cobrándole a quien esté a su lado. Y quién lo creyera, la terquedad de pensamiento es la madre de la amargura. En definitiva, una persona amargada es alguien con miedo, que no quiere cambiar, que se aferras obstinadamente a lo que cree porque en esa creencia ‘se le va la vida’. Reconocer un cambio es perder identidad. Así de trágico.Cuando alguien desea que usted se quite de su vista, le grita ‘ábrase’ como una forma de ‘no verlo’, de que desaparezca de su entorno. ‘Abrase’ entonces, en forma simbólica, puede significar ‘córrase’, muévase a otra posición. Y este es el principal trabajo (y actitud) para asumir este año y en lo que está por venir. Los cambios son tan pero tan intensos que por lo menos cada día, algo debe modificarse. Una idea, una emoción, un pensamiento, una actitud, una interpretación. Cada día hay algo nuevo. Como dijo el filósofo “nos nos bañamos nunca en el mismo río” no sólo porque el agua corre sino también porque el que se baña en ese río, ya no es el mismo…La cultura se equivocó pidiendo estabilidad, quietud como paradigma de vida. Una persona estable, que no hace movimientos en su vida, es definitivamente una persona anquilosada. Tiene derecho a vivirlo pero su incapacidad para desenvolverse en un mundo que se mueve a velocidades increíbles, lo desubica de su entorno. Y es cuando encontramos ese dolor tan grande de quien ‘no entiende’ el mundo, que no sabe vivir en él y que presenta una incapacidad total para adaptarse. Como una psicosis cultural donde no acepta lo que pasa… Una resistencia a soltarse, a abrirse y resonar con una época que no permite la quietud y mucho menos lo estático. Pero se puede aprender. Se puede aprender a vibrar con el cambio: poco a poco, cada día, modificando una actitud o una idea, aprendemos que vivir en definitiva es moverse.