El día 7 de octubre de 2023 el grupo ‘Hamás’ perpetró uno de los peores ataques contra Israel en toda su historia. Ese trágico día ingresaron en un ataque sorpresivo a la frontera sur del Estado hebreo, asesinaron a cientos de personas, incluyendo mujeres, ancianos y niños, realizando actos de violencia sexual y destrucción sin ningún tipo de consideración humana. Secuestraron además a decenas de ciudadanos judíos (y algunos extranjeros), muchos de los cuales aún permanecen vivos, pero en cautiverio, mientras muchos otros al parecer han muerto.

Las condenas a esa acción y a ese grupo fueron muchas, pero no unánimes. Como suele suceder, algunos se abstuvieron de expresar esa condena y otros incluso justificaron (con todo tipo de argumentos) la violenta incursión.

La reacción del estado de Israel ha resultado ser también toda una infamia. Su derecho a la defensa transgredió todos los límites del Derecho Internacional y del sentido de humanidad. Las atrocidades se cuentan por cientos, incluyendo el asesinato de mujeres y niños (muchos, muchísimos niños, que dolor) y la destrucción material de prácticamente todo Gaza, en un plan de arrasamiento y casi exterminio, imposible de justificar.

Pero igual que sobre las condenas a Hamás, algunos se abstienen o hacen defensa de esta inhumana respuesta israelí. Más que un acto de defensa, se trata más de uno de venganza. Son dos actos de enorme crueldad, barbarie e inhumanidad que deben ser repudiados sin justificación alguna, al tiempo que resulta imperativo encontrar una solución, que no puede ser, por supuesto, sumar más violencia.

Un primer paso, trascendental, lo ha dado la diplomacia norteamericana en cabeza de Donald Trump, quien lo creyera. Su plan es audaz pero complejo para su implementación. Sorprende el amplio apoyo internacional que ha tenido, incluyendo el de países árabes y la propia Autoridad Palestina y una preliminar aceptación del propio grupo Hamás. Hay bastante acuerdo sobre el desarme de Hamás y su reemplazo por otro tipo de autoridad de gobierno, pero esta debiera ser una decisión soberana de los gazatíes, no una imposición. La ‘rendición’ o exilio de Hamás no es una salida viable para un grupo radical como ese. Hamás, despojado de su poder armado, debe ser parte de una solución política de esta guerra.

Pero el asunto realmente crítico que en el largo plazo hace inviable la propuesta de Trump es que se da al margen de poder resolver el asunto de fondo: el derecho de Palestina a ser una nación con su propio territorio y gobierno al tiempo que Israel pueda garantizar también su derecho a existir dentro de unas fronteras igualmente seguras.

Es una ilusión pensar en la solución de un único estado en el que convivan de forma armónica palestinos e israelíes. En la práctica, la solución más viable es la de dos Estados con garantías mutuas de seguridad. En distintos momentos se ha estado muy cerca de esta solución (con amplio apoyo internacional), pero indecisiones en el liderazgo palestino y la radicalidad de la derecha israelí lo han frustrado.

La opción de dos estados debe resolver, entre otros: el reconocimiento mutuo del derecho a existir; restituir a Palestina los territorios anexados por Israel (volver a las fronteras de 1967) y garantizar el retorno de la población desplazada; determinar fronteras seguras; un ambicioso programa internacional de ‘reconstrucción’ en Palestina en términos materiales, pero también de capacidades para garantizar una buena gobernanza; la creación de una Fuerza Internacional de mantenimiento de la Paz mientras Palestina crea condiciones para edificar sus propias instituciones armadas y policiales; acordar el asunto de Jerusalén como única Capital de los dos Estados bajo un status especial reconociendo ser al mismo tiempo el centro de tres espiritualidades (Judía, Cristiana, Musulmana), algo muy complejo de llevar a la práctica pero en todo caso necesario.

En este contexto, lo fundamental es el reconocimiento mutuo. En Medio Oriente hay sectores que se niegan a reconocer incluso el derecho a existir del contrario y esto hace inviable la aplicación duradera y sustentable de cualquier fórmula de solución.

El otro asunto son las concesiones recíprocas, en el que, en este contexto, se habla, por ejemplo, para el caso de Israel, de intercambiar territorios por seguridad. En la dirección contraria, la mayor concesión de los palestinos es dar reconocimiento a la existencia del Estado de Israel y ofrecer garantías plenas, creíbles y verificables, para su seguridad.

No hay otra opción que la de dos Estados. Pero en el entretanto es urgente hacer ‘arreglos’ políticos, diplomáticos, humanitarios y militares para poner fin a la crisis en Gaza y evitar nuevos ataques a Israel, mientras se retoma, con paciencia, pero también con mucha decisión la solución de dos Estados, lo cual implicará cambios políticos al interior tanto de Israel como de Palestina.

Con la ayuda internacional, hay que crear una ‘ventana de oportunidad’ para solucionar el doloroso conflicto histórico de Oriente Medio.