“Debido a la polarización que vive Colombia, el Presidente decidió conformar un gobierno de unión nacional”.

Esa noticia NO apareció en los medios, esta semana, a raíz de la convocatoria que hizo el presidente electo, Gustavo Petro, a las diversas fuerzas políticas del país, con el fin de suscribir un Acuerdo Nacional para solucionar los problemas más apremiantes de nuestra sociedad.

La noticia data de 1948, cuando, en respuesta a los desórdenes ocasionados por el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, el entonces presidente Mariano Ospina Pérez, decidió integrar un gobierno de ‘Unión Nacional’.

Y luego varios candidatos y/o presidentes recurrieron a la Unión Nacional como expediente para hacerse elegir o poder gobernar. En 1982, Belisario Betancur creó el movimiento de Salvación Nacional; 16 años después, Andrés Pastrana concibió la Gran Alianza por el Cambio, para posicionar su candidatura como suprapartidista. Inclusive, Álvaro Gómez que no llegó a la Presidencia pero fue tres veces candidato para ese cargo, inventó el concepto del ‘acuerdo sobre lo fundamental’ que consistía, como su nombre lo dice, en un pacto entre los políticos de toda laya para promover una serie de reformas que el país requería con urgencia.

Entonces, lo primero que hay que decir es que el Acuerdo Nacional que planteó Petro en su discurso de celebración no es muy original. Y segundo, que en todos los casos ese pacto, aunque parece muy altruista, suele tener un propósito mucho más pragmático y funcional: Canjear puestos del gobierno a cambio del apoyo de las bancadas para que ese gobierno pueda conformar las mayorías necesarias en el Congreso, que garanticen la aprobación de sus proyectos. Más que un acuerdo nacional es un acuerdo clientelar.

Pero más allá de su significado, en lo particular ese tipo de acuerdos no parecen muy democráticos, así quieran tener esa apariencia. Para que una democracia funcione se requiere que exista un gobierno fuerte y una oposición sólida.

El partido o coalición que gane las elecciones debe dedicarse a gobernar con sus programas y sus adeptos. Y el que pierde debe hacer control político y convertirse en opción de poder.

Los acuerdos nacionales son amasijo de ideas y de personas que ni permiten gobernar ni permiten que haya una oposición eficiente. Y, además, sirven para que el gobernante diluya sus responsabilidades.

Detrás de toda la retórica que maneja Petro para justificar su convocatoria, lo que hay es el interés de garantizar las mayorías en el Congreso para que TODAS sus iniciativas sean aprobadas sin problemas.

Quienes se preguntan por qué alguien con tan mala imagen como Roy Barreras está en el equipo de Petro, la respuesta es sencilla. Todos los mandatarios necesitan alguien que les haga las tareas ‘sucias’ para ellos no resultar untados con esas maniobras. Para desarrollar ese tipo de labores, construir pactos de puestos/o contratos en el Ejecutivo a cambio de un apoyo incondicional en el Congreso a las propuestas oficiales, se requiere de alguien que le importe un pito su imagen, que no le dé pena ofrecer ni recibir, que no le haga el ‘fo’ a ninguna petición y cuyo mantra es el todo vale. Mejor dicho, alguien como Roy, quien como premio por las gestiones realizadas de seguro obtendrá la Presidencia del Senado.

Lo cierto es que el gobierno del cambio arranca con las mismas estrategias que se usan en el país para garantizar gobernabilidad desde hace cien años. Y con Roy como ‘consiglieri’. Mal augurio.

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