No hay publicidad mala, lo importante es tenerla. Que hablen bien o mal, pero que hablen. Frases sin autor que el presidente Gustavo y el precandidato Quintero conocen y aplican muy bien.
El discurso con megáfono de Gustavo en un parque de Nueva York invitando a los militares gringos a desobedecer a su comandante en jefe, el presidente Donald Trump, el delirio de organizar un ejército internacional para combatir a Israel (y de paso apoyar a Hamás) liderado por él mismo, la idea de quitarle la letra i a la palabra ilícito para que lo que es ilícito se vuelva lícito, son claros ejemplos.
Y en el caso de Quintero, su aparición en el congreso de la Andi, bandera Palestina en mano, para ser expulsado por el auditorio llamándolo “ladrón”; la izada del pabellón nacional en el islote en ‘disputa’ con Perú, acciones que le representaron millones de reproducciones, interacciones y likes en redes sociales y por ende miles de millones de pesos ahorrados en publicidad a muy bajo costo, pero con altísimas ganancias en reconocimiento, también son buenos ejemplos de lo que es la publicidad buena o mala, pero con un claro objetivo: resaltar, hacerse notar, todo estaba fríamente calculado.
Lo mismo ocurre con las intervenciones de Gustavo planeadas para dar de qué hablar, él sabe que no se va a conformar ningún ejército mundial ni cósmico para combatir a Israel y mucho menos que él lo va a liderar, pero sabe que diciendo eso en el corazón de Nueva York va a tener vitrina, titulares y primeras páginas alrededor del mundo y lo más importante en este momento electoral: en Colombia.
Tanto Gustavo como Quintero les llevan mucha ventaja a los demás en la carrera electoral en cuanto a propaganda con las locuras que hacen y dicen cada semana, no importa si tienen lógica o no, no importa si son imposibles de realizar, lo importante es que dan de qué hablar y que con cada aparición marcan en las preferencias electorales más a favor que en contra porque están diciendo lo que mucha gente quiere oír.
En el lado opositor ocurre lo mismo con Abelardo: su discurso cala en la mente de miles de personas con propuestas como aplicar la pena de muerte, implementar la ‘ley del fusil’ y la construcción de cárceles estilo Bukele, lo importante es que las propuestas sean polémicas sonoras y populares, más adelante verán cómo moderan el lenguaje y se vuelven menos radicales.
El antecedente más reciente en América Latina es Javier Millei, quien se quedó con la presidencia de Argentina después de una campaña empuñando una motosierra y prometiendo recortes severos en la burocracia, que según él, estaban desangrando la economía argentina.
Gustavo, Abelardo y Quintero se parecen al doctor Goyeneche, “candidato vitalicio”, el equivalente de Jovita Feijó de la Bogotá de mediados del siglo pasado que se lanzó a la presidencia dos veces, en 1958 y 1974, con un plan de gobierno que incluía:
La pavimentación del río Magdalena para facilitar el transporte terrestre.
La instalación de una gigantesca teja translúcida que protegiera a Bogotá de la eterna llovizna.
La conversión de varios ríos colombianos en aguardiente mediante el vertido de anís.
Reducir la pobreza dándole un peso de la época a un colombiano por día.
Convertir la chicha en champaña y construir todas las carreteras en bajada para que los carros ahorraran combustible.
Y muchos otros precandidatos están igualando al inolvidable Clímaco Urrutia, un personaje de ‘Sábados Felices’ interpretado por el actor y director Jaime Santos, creado para burlarse de los políticos y que terminó convertido en candidato presidencial inscrito con todos los rigores de ley con su propio partido, Coprorenal (Comité Pro Renovación Nacional) para competir por la presidencia en 1978. Tanta fuerza alcanzó a tomar que los políticos tradicionales se sintieron amenazados e interpusieron queja formal ante Inravisión (Instituto de Radio y Televisión) porque Sábados Felices, según ellos, estaba estafando a los colombianos con campañas proselitistas ficticias y Urrutia tuvo que retirarse de la contienda.
La historia se repite 50 años después y varios de los que hoy recorren el país como precandidatos de papel cumplen el papel de Clímacos Urrutias con los medios y las redes sociales como tierra fértil para toda su carreta.