Nunca he podido entender el fastidio que la gente de izquierda colombiana siente por la Fiesta Brava, al punto de que tras plurales intentos ella y otros de idéntico pensamiento lograron que el Congreso nacional aprobara una ley que prohíbe las corridas de toros en todo el territorio nacional, dando un plazo de 3 años para su extinción definitiva.

Esa ley fue demandada, siendo declarada exequible por la Corte Constitucional, en sentencia que considero equivocada, pues su articulado viola varios derechos fundamentales consagrados en nuestra Carta Política.

Los toros bravos nacieron para ser lidiados y muertos a estoque en las plazas. Solo sirven para ese cometido. Su carne no es agradable al gusto, y las vacas que los paren son escasas de leche. Antes de ser transportados a los ruedos viven en las dehesas, colmados de buenos pastos y atendidos por los mejores veterinarios. Al prohibirse totalmente el espectáculo, esos animales dejarán de existir porque no tienen ninguna otra razón de supervivencia.

Alegan los adversarios que quienes asistimos a las corridas, que hoy en Colombia solo se programan en Manizales y en Cali, somos una minoría. Pero es que en una democracia, así sea perfunctoria como la colombiana, las minorías son tan respetables como las mayorías, y los aficionados que nos sentamos en las graderías tenemos derecho a que se respete esa afición.

De las corridas derivan beneficios económicos no solo ganaderos, novilleros y toreros, sino todos los que intervienen en una corrida, como son los picadores y los que integran las cuadrillas. En esas temporadas, como las que se dan en las dos ciudades citadas, obtienen ingresos significativos un número inmenso de hombres y mujeres que venden botas, sombreros, cojinetes, impermeables, manzanilla y comestibles. Ellos y ellas serían perjudicados si se clausura definitivamente esa actividad económica.

La empresa Toro Vive, que lidera el diestro Luis Bolívar, es la responsable de la temporada con la que cierra Cali este año. Ha logrado un cierre de carteles magnífico, en los que destaca la presencia de nuestra máxima estrella taurina, el maestro César Rincón. Espero que la afición responda al esfuerzo de los empresarios.

Los carteles son los siguientes:

Viernes 26 de diciembre: Toros de Juan Bernardo Caicedo para Sebastián Castella, Juan de Castilla y Marco Pérez.

Sábado 27: Toros de Campo Real para Román, Joaquín Galdós y Javier Zuleta.

Domingo 28: Toros de Ernesto Gutiérrez para Luis Bolívar, Alejandro Talavante y Olga Casado.

Lunes 29: Festival con Novillos de Juan Bernardo Caicedo para César Rincón, Sebastián Castella y Marco Pérez.

Martes 30: Toros de Salento para José Arcila, Luis David Adame y Jesús Enrique Colombo.

Las corridas de toros hacen parte de la tradición que heredamos de España desde los tiempos coloniales, igual que el idioma y la religión católica. Yo he asistido en Colombia, en México y en España a un número grande de espectáculos taurinos, y pienso que todos los aficionados merecemos que se respete el gusto por la Fiesta Brava.

No he visto a ningún antitaurino protestar cuando en los restaurantes meten vivas en agua caliente a las langostas, muerte más tremenda que la de los toros cuando caen en la arena del circo.