Es mucho lo que se habla de la responsabilidad de los dirigentes políticos con las sociedades que lideran y a su vez es poco lo que se menciona sobre los deberes de los electores en las sociedades que conforman. Por eso debemos hablar con claridad de los deberes de una ciudadanía que exige, con toda la razón, el buen gobierno como requisito para un futuro próspero.
El primer paso para que nuestra sociedad sea dirigida hacia un destino prometedor no está en manos de nuestros líderes, sino de quienes los escogemos. El voto desde la sensatez, la información y el apego por los valores democráticos es esencial para llevar al poder a personas idóneas. De nada sirve quejarnos por los malos liderazgos si cada cuatro años, ante la oportunidad de elegir nuevas personas para los cargos de poder, son los valores más negativos y los impulsos más rabiosos los que eligen por nosotros.
Esto es determinante en la medida en que se acercan las elecciones de 2026, que serán especialmente decisivas ante el escenario lleno de complejidad que enfrenta nuestro país. Así como ocurrió hace cuatro años, nuevamente empiezan a perfilarse discursos disruptivos que con inmenso facilismo buscan apelar a las emociones más negativas e indignadas de la ciudadanía. Quienes prometen destruir y dividir saben que sus discursos conseguirán miles de aplausos, pero de ninguna manera podrán construir tiempos mejores.
Nuestras instituciones están lejos de ser perfectas, pero en temporada electoral debemos proteger lo que tanto esfuerzo nos ha costado frente a los discursos destructivos. Pero, sobre todo, debemos saber que elegir payasos, aquí y en cualquier lugar, es algo que solo puede salir mal. Graduar de estadistas a los charlatanes y falsos profetas no los elevará a ese nivel y, en cambio, sí degradará de sobremanera a nuestro estado y sus instituciones.
Si los colombianos nos quejamos del populismo, las mentiras y las promesas imposibles de los políticos, con urgencia debemos dejar de darles relevancia electoral a quienes buscan atajos hacia el poder desde la abierta insensatez de sus discursos. No necesitamos las rupturas antidemocráticas ni los pasos autoritarios con que algunos candidatos buscan mover el suelo del debate electoral, sino todo lo contrario: desde el apego por las normas y la construcción de consensos tenemos que llegar a acuerdos como sociedad para que nuestras leyes se cumplan y que la ilegalidad deje de contar con la impunidad como parte garantizada de sus operaciones.
Ahora que se acerca la temporada de debates y discusiones es cuando más debemos recordar que nuestro país no lo salvarán los falsos profetas ni los payasos envalentonados, sino la sensatez de los estadistas y las instituciones. Los colombianos no estamos obligados a tener que elegir para el cargo más importante de nuestra nación a quienes gritan más duro, ni a quienes emplean discursos capaces de dividir a la ciudadanía aún más de lo que ya se encargó de hacerlo este desastroso gobierno. En vez de buscar nuevos charlatanes cargados de promesas imposibles de cumplir y que solo llevarán a más desilusiones, es tiempo de elegir gobernantes responsables, con experiencia y propuestas capaces de reconciliar a una nación que lo necesita con urgencia.
Posdata: Mucha fuerza, papá, en este nuevo reto inexplicable que se nos ha puesto por delante. Tu vida será larga y feliz, y hoy será el primer día de una nueva etapa en la que todos los que te queremos te acompañaremos con ilusión y optimismo.
@fernandoposada_