El campesino Jhon Boya agradece de corazón a Dios que le permitió regresar al lado de su familia luego de permanecer seis días a la deriva en el océano Pacífico, luego de que la embarcación naufragara cuando se movilizaba de El Charco hacia La Ensenada, en Nariño.

Esa dura travesía, la cual vivió con otros dos familiares, inició cuando estos pobladores buscaban regresar a su vereda tras participar en un partido de fútbol, sin embargo, cuando iban en la lancha, esta sufrió un falla el motor, quedando en medio del mar.

"Para mí, Dios me da una segunda oportunidad y hay que aprovecharla al máximo. El mensaje que me deja hoy es que tengo que ser mejor persona, cambiar los aspectos en que esté fallando", expresó Jhon Boya, campesino rescatado.

“Fueron momentos de mucha tensión e incertidumbre, pensamos que estábamos ya muertos porque completábamos seis días a la deriva, sin esperanza de ser auxiliados. En ese tiempo nos tocó comer pescado crudo, hasta un pajarito que se paró en la lancha una de esas noches”, expresó Jhon Boya, al indicar que él se convirtió en la esperanza de sus familiares.

Y es que el 14 de septiembre de 2025, John Boya y sus dos parientes buscaban llegar a La Ensenada en lancha, pero una falla en el motor, quedaron a la deriva en mar abierto y durante esos días no tuvieron otra opción que dormir en la varada lancha para que sus cuerpos no se agotaran.

“Cuando pasaron las horas y miramos que no llegaba nadie, lo primero que pensamos es que el único que nos podía ayudar era un cuñado. Yo decía que acá donde estamos solo llega él. La verdad. A los compañeros les decía: mantengamos la calma, no fallemos, no caigamos en la tristeza, sé que nos van a encontrar”, agrega Jhon Boya.

Pasaron los días y después cayeron en la desesperación porque hasta un barco mercante casi los mata al pasar muy cerca de ellos. Al tercer día, uno de ellos no resistió más, de ahí que se resignó a morir. John y su otro familiar, un menor edad, se daban ánimos entre sí para mantener la esperanza de ser rescatados.

"Los señores llegaron hasta la lancha y dieron la vuelta y claro tres tripulantes naufragando, yo me arrodillé, yo les suplicaba que no nos dejaran, que teníamos sed y hambre y entonces nos embarcaron y nos llevaron hasta el municipio del Bajo Baudó en el Chocó, luego no llevaron a nuestro sitio de destino. | Foto: .

“La verdad tenía mucho miedo, sí, mucho, pero mucho temor. Ya el primo lloraba, gritaba de la desesperación, ya decía que no iba a ver más a su familia Y yo le decía, no, no digas eso. Nosotros vamos a volver bien, vamos a estar bien. Aquí no hay que desfallecer, nadie lo va a hacer. Confía en Dios, confía en Dios, le decía yo, hay que pedirle al padre que no ayude. Nosotros sí vamos a volver”, recuerda este campesino de esos seis largos y duros días.

Después llegó el cuarto, el quinto día. En ese momento la desesperanza se apoderó de estos tres pobladores, porque no veían esperanza de alguna ayuda. A los lejos veía los trasatlánticos, pero sabía que no recibiría ayuda de sus tripulaciones, por eso optaron por dormir, porque si la muerte los sorprendiera, estarían bajo el poder de los sueños.

“Esos mercantes van para Panamá, para el Perú, para China, para Japón, Estados Unidos. Empecé a nombrarle esos destinos, pero esas embarcaciones no rescatan a nadie en el Alta Mar Esos no paran, esos tienen ruta fija. Y ahí ya fue que mi primo empezó a llorar. O sea, no la creía, ya no resignamos a morir, después hasta comer pescado crudo, de beber la lluvia, pero ya aceptamos que era nuestro final”, acota el joven.

Por eso optaron por dormir, esperando así que la muerte no fuera tan dolorosa cuando al sexto día los despertó el ruido de otra lancha, de ahí que Jhon Boya se despaviló, y al ver que eran pescadores, empezó a despernar a los dos familiares. Ya estaban cerca al departamento del Chocó.

“Levántese, que llegó la ayuda, les dije, pero ellos estaban muy temerosos porque como siempre uno escucha historias de gente mala en el mar, entonces me dijeron que podían matarnos, yo les dije que si eso pasaba, era lo mejor para nosotros porque nosotros, donde estábamos, no valíamos nada, por eso empecé a gritarles por ayuda, de ahí que se acercaron y nos pasaron a la embarcación de ellos”, explica este campesino.

Las comunidades de El Charco Nariño se movilizan en lancha a la hora de adelantar sus actividades agrícolas. | Foto: Cortesía Alcaldía de El Charco.

Ese fue el milagro, al sexto día, cuando ya no tenían fuerzas, sus gargantas ardían, sangraban y sus cuerpos ya empezaban a pasar factura por estar expuestos al sol. En ese momento se materializó el milagro y estos tres campesinos regresaron literalmente a la vida porque esos pescadores, luego de auxiliarlos, procedieron a llevarlos a La Ensenada, su sitio de residencia. En esa población se reencontraron con sus familiares.

Historia elaborada con el apoyo del periodista Winston Viracachá