A esa hora en que la tarde empieza a enfriarse y la ciudad baja un poco el volumen, la sede nacional de Coomeva, en el sur de Cali, se convierte en una especie de refugio. No hay filas interminables ni pantallas que compitan por la atención.
Hay, en cambio, un murmullo tranquilo, pasos lentos y la mirada detenida en los detalles. Allí, en la Calle 13 #57-50, el pesebre navideño vuelve a abrirse como una puerta simbólica a la ciudad.
No es un pesebre cualquiera. Es una geografía en miniatura. Un país entero dispuesto a la altura de los ojos, construido con paciencia y oficio, donde el nacimiento no ocurre solo en Belén, sino entre montañas, ríos, cafetales y pueblos que remiten a la Colombia diversa y cotidiana.
En los días de novenas, cuando Cali se reúne en casas y andenes para cantar villancicos, esta obra artesanal se suma al ritual colectivo como un gesto silencioso pero elocuente.
El recorrido comienza con el sonido suave del agua que baja por nacimientos cuidadosamente recreados. Luego aparecen las casas del Eje Cafetero, rodeadas de cafetales diminutos, con techos de teja y fachadas que evocan mañanas frías y olor a grano recién tostado.
Más adelante, la alfarería de Boyacá, con sus formas terrosas, recuerda el trabajo manual que sostiene tradiciones enteras. Y, como un guiño local que despierta sonrisas, Cali aparece representada a través del MÍO Cable, suspendido sobre la escena como un símbolo moderno incrustado en el relato navideño.
El pesebre, elaborado en un 90 % con materiales ecológicos, es también una declaración de principios. Más de 60 figuras móviles y 70 estáticas dan vida a esta instalación que no se limita a ser contemplada: se recorre. Cada escena invita a detenerse, a descubrir un detalle nuevo, a escuchar los comentarios de quienes reconocen un paisaje o una costumbre.
“Mire, eso parece mi pueblo”, dice alguien en voz baja, como si estuviera frente a una foto antigua.
Detrás de la obra están, como cada año, Benjamín Marín González y su esposa, Alicia Iglesias Guerrero, artesanos que han convertido el pesebre en un acto de perseverancia.
Meses de trabajo se condensan en esta instalación que no busca deslumbrar con grandilocuencia, sino conmover desde lo hecho a mano, desde la minucia y el respeto por la tradición.
Pero el pesebre no se agota en lo estético. En su trasfondo late una idea que atraviesa la historia del cooperativismo: la ayuda mutua, la igualdad, la solidaridad. Valores que, en tiempos de prisa y fragmentación, encuentran en la Navidad un espacio propicio para ser recordados.
“Este pesebre es un regalo que Coomeva le hace a Cali para celebrar la Navidad como un tiempo de unión y reflexión”, resume Juan Esteban Ángel, gerente corporativo de Educación, Democracia y Comunicaciones, mientras visitantes de todas las edades avanzan lentamente por el montaje.
La invitación es abierta y gratuita hasta el 6 de enero, en jornadas que van de la mañana a la noche. Más que una visita, es una pausa. Un recordatorio de que la ciudad también se construye con encuentros sencillos, con relatos compartidos y con tradiciones que, como este pesebre, siguen teniendo algo importante que decirle a Cali.
Ubicado en la Sede Nacional de Coomeva, en la Calle 13 #57-50, el pesebre podrá visitarse de manera gratuita hasta el martes 6 de enero, todos los días entre las 9:00 a.m. y la 1:00 p.m., y de 3:00 p.m. a 9:00 p.m. Se trata de una instalación elaborada en un 90% con materiales ecológicos, concebida como un regalo abierto a la ciudad y a quienes buscan un espacio de encuentro, contemplación y tradición en esta época del año.