Especial para El País: Vanessa Escrucería
La emoción de un regalo inesperado puede llegar en cualquier momento, como cuando un niño recibe su primera bicicleta y descubre en dos ruedas un universo de libertad.
Eso fue lo que ocurrió recientemente en la Fundación Los Valles, lugar que trabaja con niños, jóvenes y adultos de las comunas 8, 11, 12 y 13 de Cali, promoviendo el desarrollo integral de las familias por medio de programas sociales.
El 27 de Agosto del 2025, aquel día fresco y poco soleado, María Inés se alistaba como de costumbre para su jornada laboral como directora, cuando de repente su celular vibró con un mensaje inesperado: “¡Alístate! Hoy llegan las bicicletas”.
La noticia arribó tras meses de espera, pues las bicicletas, producto de una donación, estaban proyectadas como regalos de navidad para los pequeños en el 2024, pero por cosas del destino y de los trámites, el Niño Dios tuvo que esperar.
El caso es que la reciente y lamentable explosión del 21 de agosto del 2025, que tuvo lugar en cercanías a la Base Aérea, de alguna manera desentrabo los pasos para que estos regalos pudieran salir del bodegaje en el que se encontraba, y fue así como la llamada por fin se realizó, la Fuerza Aérea Colombiana (FAC), coordinó todas las acciones necesarias para entregarlas en la Base Aérea Marco Fidel Suárez.
Los regalos hacían parte de un proyecto impulsado por Inalde Business School, en su iniciativa de MISIÓN INALDE, que regaló mil bicicletas a niños de todo el país. El objetivo era poder brindarles a muchos chicos una herramienta para la movilidad y recreación.
Para María Inés la emoción fue inmediata, y vino acompañada con un ¡Hay que recogerlas ya!. Con esta urgencia, una serie de preguntas: ¿Dónde las voy a guardar? ¿Cómo las voy a traer tan rápido? Aunque la Fundación cuenta con espacios, en ese momento estaban siendo utilizados, y conseguir transporte a última hora parecía casi imposible.
El padre de una de las niñas favorecidas, dueño de un camión, ofreció su ayuda sin dudarlo. Así, las bicicletas fueron recogidas desde la Base Aérea con destino a la Fundación.
Al día siguiente llegaron 28 bicicletas azules, verdes y rosadas, que trajeron consigo nuevas razones para sonreír.
Los vehículos terminaron en todos los rincones, hasta en la cocina, y los días se transformaron en jornadas para inflar, ajustar y limpiar, lo que terminaba con la colocación de un sticker y una tarjeta en la que se entregaría a cada niño con una especie de contrato de amistad, dando “una bicicleta en adopción”.
El día elegido, padres y niños empezaron a llegar sin saber el motivo de la citación. La jornada comenzó con una presentación sobre el programa Crecer Creando, recordando su historia y los logros alcanzados.
La coordinadora, Dayana Valencia, recordó entonces la pequeña tarjeta que se había entregado a las familias en diciembre del año anterior, como símbolo de esperanza y promesa de que un regalo especial llegaría en recompensa a su constancia en el proceso.
Entre café y sonrisas, llegó el momento de la entrega. La emoción fue indescriptible. Padres con lágrimas en los ojos, niños con la boca abierta, algunos sin poder creer que la bicicleta era para ellos.
Al firmar el acuerdo de entrega, cada familia sellaba un compromiso y, a la vez, una historia de transformación.
Cada bicicleta tenía una historia, un rostro, una emoción. Juan Stiven Murillo bautizó la suya como “Niche”.
Elegir el nombre no fue fácil, pero cuando la vio roja, su color favorito, supo que era para él. Esa bicicleta no era solo un medio de transporte, sino un motivo de alegría. Su ilusión era dormir abrazado a ella y sacarle todo el provecho en la próxima ciclovía.
Anny Vivian Manzano, con su bicicleta color aguamarina y rosa, ya imaginaba paseos con amigos y tardes familiares. Para Camilo González, un niño muy unido a su abuela, esta bicicleta era una segunda oportunidad, pues meses atrás le habían robado la suya.
La familia Orrego, aunque no lloró, no podía ocultar su alegría. Su hijo, Dilan, recibió la bicicleta con una sonrisa inmensa. No solo la usaría para jugar sino también para ir al colegio y recorrer su barrio con libertad.
Juliana Giraldo nombró su bicicleta ´Pink paint´, escogió ese nombre especialmente porque adora el color y le encantan las fresas. Además, estaba muy emocionada porque sería la primera vez que manejaría en una ciclovía, con su amigo Juan José.
El encuentro para estrenar todos juntos fue el 14 de septiembre, con la participación del equipo de la Fundación, acompañados por la coordinadora y la directora a bordo hicieron su recorrido por la ciclorruta.
Desde que el sol apareció, se sentía que iba a ser un día especial. A las ocho de la mañana las familias se reunieron en la Fundación Los Valles, donde se repartieron viseras deportivas con un código QR que llevaba directamente a su página de Instagram.
Cada familia recibió doce viseras y, con ellas, un compromiso: salir a recorrer las calles, disfrutar de la ciclovía y, a la vez, sumar nuevos seguidores a nuestra cuenta de Instagram (@fundaciónlosvalles), para fortalecer la presencia de la fundación en las redes sociales.
Los niños estaban radiantes, muchos de ellos pedaleando por primera vez en la ciclovía. Al llegar a la Calle 52 con sentido sur, punto de inicio del recorrido, la jornada tomó vida propia; pequeños y grandes, incluso las mascotas, fueron protagonistas.
Entre ellos sorprendió Casimiro, un pato que, como si se tratara de un perro, caminaba con collar al lado de un niño y su padre, robándose las miradas.
Las familias se dispersaron por la ciclovía en busca de seguidores, y al final del recorrido la meta se cumplió: se pasó de 862 a 929 amigos en la red.
Un aumento de 67 personas que, aunque para algunos pueda parecer pequeño, para la Fundación significa un logro enorme. No se trataba únicamente de números, sino de la posibilidad de expandir un mensaje, de sumar voces y corazones a la causa.
Esa mañana de septiembre no solo transformó la rutina dominguera de muchas familias, sino que también dejó la huella de una causa social compartida. Los niños disfrutaron, pedalearon y celebraron en familia, experimentando la magia de un momento que, más que una simple salida, se sintió como una navidad adelantada, un regalo que llegó sobre ruedas, trayendo consigo ilusión, comunidad y esperanza