En los últimos nueve días, Deyci Landinez Villareal ha tenido que buscar la manera para entretenerse sola en su pequeña habitación (dos metros de ancho por dos de largo). Su teléfono móvil, las sopas de letras y los devocionales (oraciones) han sido su mejor compañía. Esta caleña que se encuentra viviendo en Fuenlabrada, Madrid, es una de las 5.637 personas diagnósticas con Covid-19 en la capital española. Clama a Dios para que su vida, la de su hija y vecina vuelva a la normalidad pronto.

Desde el pasado 10 de marzo, Deyci, de 59 años, se encuentra aislada en un cuarto de su casa, y junto a ella, en otra pieza, también está su hija Melissa González, de 24 años, y en una habitación más, se encuentra Maritza Bolaños, otra caleña de 58 años, a quien le tienen alquilado. Las tres están contagiadas de coronavirus y por ello permanecen en cuarentena.

Este tiempo no ha sido nada fácil para ninguna ni siquiera para el esposo de Melissa ni para la joven hija de Maritza, quien tiene 16 años, porque aunque todavía no les han tomado exámenes ni presentan síntomas, viven en el mismo apartamento y están aislados con ellas, pues no salen de casa, pues saben que son portadores del virus.

Durante todo el día, los cinco permanecen en el apartamento, cada uno en su habitación viviendo los dolores del cuerpo... y del alma también, porque extrañan a su familia, pese a que el ánimo y la fuerza se la transmiten por medio de mensajes de WhatsApp y llamadas. Solo a veces se cruzan en el pasillo para ir al baño o la cocina.

“Esta es una vida deprimente, dado que tienes que estar encerrado todo el tiempo; la ciudad está muy callada, no se escucha ni un mosco, solo a las 8:00 p.m. cuando todos salimos a aplaudir por las ventanas a los médicos y enfermeras que están sirviendo a la comunidad. Es importante quedarse en casa para poder superar el virus”, cuenta Deyci con un tono de voz apagado, y es quizás porque que en este tiempo solo algunas veces ha podido ver la luz del sol. En su cuarto tiene una ventana, pero su vista es a otras ventanas más del edificio.

Por eso, Deyci, quien está al otro lado de la línea sentada en su cama, posición en la que permanece porque muchas veces no tiene fuerza para caminar, dice que clama a Dios para que este mal, como lo llama ella, pase pronto. “¡Santo Dios! La gente se vuelve loca encerrada, se desespera, ni si quisiera podemos salir al balcón”, agrega esta caleña, y aunque podría hacerlo, no lo hace porque ventea frío y no le conviene. “Tenemos que evitar que se complique con neumonía”.

Desde el 10 marzo, todos los días Deyci ha recibido una llamada del médico de cabecera, de una enfermera o una doctora de la Secretaría de Salud.

Ese martes, fue la doctora quien la llamó para informarle que ya tenía los resultados de los exámenes que le habían sido tomado el día anterior.

“Hola Deyci, habla la doctora del hospital. Te llamo para decirte que tus exámenes dieron positivo y tienes que cuidarte mucho. Si presentas vómito o daño de estómago nos avisas, porque tendrías que ingresar al hospital (hospitalizarse)”, recuerda que fue el mensaje que le dio la especialista.

Desde entonces, diariamente, Deyci a las 10:00 a.m. u 11:00 a.m. recibe una llamada del médico, quien le pregunta cómo se siente, qué síntomas presenta y si hay alguna novedad.

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Ella se ha tomado muy en serio el cuidarse bien y permanecer en cuarentena, pues además de tener Covid-19, sufre de diabetes y ansiedad, por eso “trato de cuidarme muy bien, de estar quieta, aislada, solo salgo de la habitación cuando voy al baño (…) La doctora me dijo que como soy diabética debía tener más cuidado, si me llegaba a dar vómito o diarrea me tenían que hospitalizar, pero le dije que me iba a cuidar mucho para que eso no pasara. Estoy haciendo muchas cosas caseras para mejorarme rápido, porque el hospital está llenísimo, no quiero estar allá, porque el día que yo fui a más de uno ya lo estaban acostando en las camas con suero, con oxígeno”.

Sin embargo, aunque esta caleña, quien trabaja desde hace tres años en oficios varios en Madrid, ha estado los últimos días con daño de estómago, decaída de ánimo y con poco apetito, comenta que le han dicho que el virus le baja al estómago y que se tiene que expulsar y que “por eso tengo diarrea, pero no le he preguntado al médico porque no quiero hospitalizarme”, recalca Deyci, al tiempo que asegura que el virus lo pudo haber adquirido en el tren por la cantidad de gente con la que tuvo contacto.

Además, agradece que el virus le haya sido detectado a tiempo, pues su diagnóstico fue una casualidad. Acudió al centro de salud a reclamar una orden para una cita con el dermatólogo, pero una tos alertó al médico que la atendía, la examinó y le preguntó que tenía. “Yo le dije que hace cinco días estaba con malestar general, dolor de cabeza y en el cuello, picazón en la garganta y tos seca; escalofríos, dolor en los huesos, dolor en la espalda” y por ello la remitió por urgencias al hospital, en donde le practicaron todas las pruebas, y la mandaron a aislamiento domiciliario.

Asimismo, le pidieron que las personas cercanas a ella y con quienes había tenido contacto debían acercarse a la clínica para tomar las pruebas. Así fue, que al siguiente día Melissa y Maritza fueron a la clínica.

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“Tengo temor por las secuelas del Covid-19”

Melissa González, hija de Deyci Landinez, se presentó al hospital. “Me hicieron una radiografía del tórax, un examen de orina y uno en las amígdalas; como ya se sabían los resultados de mi madre, me dejaron en el consultorio y me dijeron que tenía un 90% de probabilidad de tener Covid-19”, recuerda la caleña.

A los dos días, estando ya aislada en casa, la llamaron a confirmarle que era positiva para el virus. Ha permanecido en la vivienda “con las recomendaciones de no salir, lavarme las manos con frecuencia, y quedar en contacto con el médico, que llama todos los días (…) Estar encerrado todo el día cuando uno tiene una actividad laboral muy movida, empieza a fastidiar un poco, además porque los apartamentos en España son muy pequeños. A veces uno se siente tentado de salir, a la tienda o la frutería que queda solo pasando la calle, pero soy consciente que no puedo hacerlo, porque podría contagiar a otra persona y con ella mil más”, asegura la caleña.

Melissa vive su cuarentena con tranquilidad, pero siente temor. “Me pregunto cuáles pueden ser las secuelas de este virus, me pongo a pensar si después voy a tener un problema respiratorio, o alguna secuela a futuro”, finaliza la caleña, quien el 25 de marzo deberá presentarse a la clínica para revisión médica y saber si el virus ha sido eliminado.

La joven ya se prepara para dormir y mañana levantarse en su cuarto y volverse a entretener de nuevo con su celular y jugando con su perrito de dos meses.

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