Esa es una de las dificultades para promover el sexo responsable, dice Marta Royo, directora ejecutiva de Profamilia, entidad que puso a planificar a Colombia hace 50 años. Padres, a hablar de sexo con los hijos.

En 1965, el doctor Fernando Tamayo se lanzó a la revolucionaria tarea de poner a planificar a las colombianas. Por él, ellas supieron de la píldora anticonceptiva y otros métodos que les permitía “no llenarse de hijos”.

Así surgió Profamilia, la entidad que hace 50 años democratizó en el país los servicios sexuales y reproductivos, sin censuras y a precios cómodos. Esto y mucho más le compartió a El País Marta Royo, directora ejecutiva de Profamilia.

¿Cómo fue empezar en 1965  a hablar de planificación familiar en una sociedad pacata, machista y confesional?

Me cuentan que fue terrible porque planificar era pecado. No estaba bien visto. Sé que hubo gran oposición de la Iglesia, pero entre más ataques surgían más largas eran las filas de mujeres que acudían a Profamilia solicitando un método de planificación familiar.  Las señoras que atendía el doctor Fernando Tamayo, siempre le referían una amiga, entonces abrió consulta particular los miércoles en la tarde. Pero le  empezó a llegar  tanta paciente, que se dijo: ¡Dios mío,  cuánta gente está necesitando esto! De ahí le surgió la idea de cerrar su consultorio privado y crear Profamilia  para  todas las personas que así lo necesitaran.

¿Ha cambiado de actitud la  Iglesia?

Sí. Hay más apertura, más aceptación. Y  cuando llegamos a  pueblos alejados donde no hay puestos de salud y difícilmente se consigue un método de anticoncepción, son los mismos sacerdotes los que levantan la mano y nos dicen: ‘por favor, ayúdenos: esta señora, tiene 14 hijos y ya tiene 40 años’. Los curas  son los que más sienten las dificultades, el sufrimiento de esas personas para poder sostener estas familias innumerables.  

¿Qué decían los maridos, que se les iba a acabar el matrimonio?

Todavía debe haber algunos que  piensan que si su mujer  planifica o se hace la ligadura es porque le quiere ser infiel. Son mitos. No es por una ligadura que la infidelidad se va a dar o no. Necesitamos trabajar en cambiar esa mentalidad.

¿Han cambiado los señores con relación a la vasectomía?

Fui a Cali la semana pasada y vi a seis hombres en una sala. Les pregunté: ‘¿Están esperando a sus esposas?’ y me dijeron: ‘No doctora, estamos esperando porque nos vamos a hacer la vasectomía’. Eso me emociona. Hace 15 años, un hombre se hacía la vasectomía por cada diez mujeres que se ligaban las trompas. Hoy es un hombre por cada tres mujeres.

¿Cuáles eran los principales temores de las mujeres para planificar?

No era algo tan abierto, porque había estigma de la Iglesia, no era algo de lo que se hablara abiertamente. Planificar podía ir en contravía de las creencias y de la educación religiosa, pero era mandar un mensaje de ‘estoy teniendo sexo’, pese a los hijos que tengo. Daba vergüenza decir que se planificaba por placer, no por no reproducir.

¿Cómo llegaron las primeras píldoras, los DIU, inyecciones y otros métodos de anticoncepción?

La principal dificultad era que no había en Colombia farmacéuticas que trajeran los anticonceptivos que se manejaban en Estados Unidos. El doctor Tamayo  viajaba y estaba a la vanguardia en salud reproductiva, fue el primero que trajo el dispositivo intrauterino DIU y le tocaba cargarlos en  la maleta, pero al llegar a la aduana, la manera más fácil de explicar qué era eso, fue decir: ‘son churruscos’ y en Profamilia muchos médicos  llaman así todavía al DIU.

La tasa de fecundidad bajó  de 7,4 en 1965 a  2,1 hijos por mujer hoy...

Es el impacto de trabajar tantos años e insistir en el empoderamiento de la mujer para  definir cuántos hijos tener y en qué momento de su vida. Esa ha sido la misión de Profamilia en todo  el territorio nacional. Somos  un mensaje contundente de que el trabajo de educar, comunicar y ofrecer servicios en salud sexual y reproductiva ha sido exitoso estos  50 años.

¿Están en todo el país?

El acceso es muchísimo más fácil en las ciudades que en las zonas rurales y eso impacta la protección de la mujer o de la pareja. Sin embargo,  frente a otros países de América Latina, en Colombia se encuentra toda la gama de anticonceptivos y son de fácil acceso. Pero a medida que se aleja de núcleos urbanos, la situación es precaria y hay cifras como las de países africanos, como en las costas Atlántica y Pacífica. 

Como Fundación, Magdalena...

Sí. La tasa de embarazo adolescente en  Fundación es del  35 % (la media nacional es 19 %). Hemos avanzado, pero uno se  encuentra con poblaciones donde ese indicador no se corresponde con la realidad.

¿Y cómo están las otras regiones?

En todas hay municipios donde esos indicadores no han tenido la variación del país en promedio. El problema  es agudo en las costas, y  la Amazonía y Orinoquía, donde  todo llega con más retraso. Cuando los encuestadores van, ellos  les preguntan: ¿cuándo viene  Profamilia?

¿Y pasa en el Valle del Cauca?

En Buenaventura. Hay un contraste increíble porque es el puerto, con unas inversiones importantes, incluso, extranjeras y un desarrollo económico, pero se encuentra uno con familias de 7, 8 y más hijos.     

¿Cómo se explica eso en el Siglo XXI, con 50 años de labor de Profamilia, TV, radio, prensa?

Son muchos problemas y  muchos los responsables de solucionarlo, intentamos, pero no es posible. Una dificultad es la cultura en la cual tener hijos es símbolo de hombría. Esa frase coloquial de ‘le puedo hacer un hijo’, son aspectos difíciles de cambiar y requiere muchísima educación desde muy temprana edad.

¿Qué otros inconvenientes hay?

El problema de seguridad. No siempre es fácil llevar brigadas para hacer las jornadas de educación, tan importantes. Es una enorme dificultad para los prestadores del servicio de salud. Y los recursos son pocos desde  2010 que el sector de la salud está en crisis profunda, ha agudizado la dificultad para acceder a este servicio que es de atención básica primaria, pero como  nadie se muere por no planificar, es lo primero que se recorta y no miran el impacto gigantesco a largo plazo.  De ahí  la importancia de que las personas en edad reproductiva puedan acceder a un método anticonceptivo.

¿Por qué es tan alto el embarazo adolescente?

Cuando las niñas crecen en un entorno donde lo único  que ven es la abuela, la mamá, la tía, la hermana, que traen niños y niños y  ese es su único referente de vida,   la historia se repite. No podemos dejar de lado los logros, pero si las jóvenes no ven otra alternativa distinta a ser madres, el patrón se repite, se va acrecentando el ciclo de pobreza y cada vez tienen menos acceso a opciones como estudiar o  trabajar. Es muy triste.

¿Por qué  tanto afán de los  jóvenes de tener relaciones sexuales?

Es un deseo natural del ser humano. No he visto  todavía un programa que hable de la sexualidad  claro y transparente, adjuntándole toda la responsabilidad que implica. En los colegios y los padres de familia creemos erradamente que, en la medida en que se mantenga  oculto, no va a pasar. Pretendemos que negándolo y no hablándolo, no va a suceder. Y la realidad nos está mostrando todo lo contrario: que cada vez pasa a más temprana edad y las consecuencias son  muy graves, como un embarazo adolescente, las enfermedades de transmisión sexual, el VIH. Muchos estudian  pocas horas y quedan a la deriva en un entorno de   mensajes contradictorios y   facilita la situación. Es   importante  enseñarles que es natural, pero hacerlo con responsabilidad; que  no es un juego y  tiene un impacto sobre sus vidas.

¿Acaso les hemos transmitido el mensaje de que basta un condón para tener sexo? ¿Qué les falta?

 Saber que es una decisión y debe ser tomada con responsabilidad: con quién, cómo, por qué, no porque así pasó. Debe ser consciente de que el responsable es uno y no esperar que el responsable sea la pareja.  Así como se debe estar preparado para tener una relación sexual, se debe estarlo para asumir las consecuencias. No es solo la  responsabilidad de cuidarse uno, sino a la otra persona, el respeto que merece toda relación y todo acto de amor, que se les olvida.

¿Persisten los mitos?

Muchos. Los jóvenes tienen muchos conceptos errados sobre su sexualidad. Por ejemplo, que el Alka-seltzer con limón puede ser un método anticonceptivo. Lo dicen de la manera más inocente. O que la primera vez no se queda en embarazo. Que esa primera vez uno está cubierto de no sé qué manto de inmunidad.

¿Los padres acompañan a sus hijos a las consultas?

Hay padres e  hijos con la suficiente confianza para venir juntos. Vienen mucho  con su mejor amigo o amiga,  con la pareja o   con la tía, la prima, un familiar,  pero siempre  en compañía. Un adolescente no viene solo.     

¿Les hablan los padres a los hijos de sexo o le dejan la tarea al colegio, al sicólogo y a los amigos?

Todavía esperan que sea  el colegio donde  un externo  les hable  del tema. Los padres  no tenemos herramientas  o esa gran confianza  con nuestros hijos, pero  sí una responsabilidad enorme de reconocer que debemos procurarles acceso a la información clara, veraz y oportuna. Debemos insistir en los colegios que dicten el curso, hagan un taller o con entidades  como Profamilia u otras organizaciones, pero no ignorar el asunto. Ese es el peor escenario: no ayuda a los adolescentes ni a nosotros como padres a empoderarlos para que sean adultos responsables.