En la memoria de su familia, Martha Lucía Agudelo Martínez no es solo una víctima más de un atentado que estremeció a Cali ni el rostro de una tragedia. Es, más bien, una mujer que se entregó por completo a su familia, a sus estudiantes y a la vida misma.
“Ella siempre va a ser mi esposa”, dice con voz entrecortada Alberto Perafán, quien aún permanece hospitalizado por las heridas que también le dejó la explosión del 21 de agosto.
Martha tenía 51 años y dedicó su vida a la enseñanza. En las mañanas trabajaba con los niños de preescolar en la sede José Ramón Bejarano, y en las noches acompañaba a adultos mayores en la sede central de la Institución Educativa Gabriel García Márquez.
“Era entrega total hacia lo que se planificaba. Quería que cada día estuviera lleno de dedicación, desde una guía hasta un evento: las festividades del Día del Niño, los cumpleaños, las reuniones con padres de familia o las salidas pedagógicas”, recuerda Perafán.
Sus estudiantes conocieron de cerca esa dedicación que iba más allá de lo que exigían los recursos de la institución. “Ella quería lo mejor. No le importaba poner más de su parte para que todo saliera perfecto”, añade.
Fuera de las aulas, Martha era el centro de su hogar. “Era una mujer espectacular, entregada a nosotros, a su hija, a mí que soy su compañero. Éramos todo”, cuenta Alberto.
Para su hija, Leidy Muñoz Agudelo, el cariño se resumía en gestos cotidianos y una alegría inagotable. “Mi mamá se caracterizaba por su alegría de todos los días y por su amor a su trabajo, por su amor a sus niños, a su docencia. Yo la recuerdo como esa mujer amorosa por lo que hacía. La veo en todos los niños cuando lloran, cuando se acercan a decirme palabras bonitas. La veo reflejada en la huella tan linda que ha dejado en todos, incluyéndome a mí”, dice.
Martha también era el orgullo de su madre, Martha Inés Martínez, quien la despidió recordando un día de fiesta en familia: “Muy alegre, dedicada a sus sobrinos. Les hizo un asado, los llevó a la piscina. De ella me quedan recuerdos demasiado hermosos. Me siento muy orgullosa de la familia que tengo”.
La comunidad educativa decidió que el legado de Martha Lucía trascendiera el duelo. En la ceremonia de ayer, 28 de agosto, la secretaria de Educación de Cali, Sara Rodas, anunció que la sede donde ella enseñaba dejará de llamarse José Ramón Bejarano para convertirse en la Institución Educativa Martha Lucía Agudelo Martínez.
“En honor a la vida de la profesora Martha, a las mujeres que se han dedicado a recoger a los niños y niñas de estas comunidades y a educarlos desde la primera infancia. Además, se instaló una placa en la ludoteca, que era su espacio favorito para compartir con los niños”, explicó Rodas.
El gesto fue bien recibido por su hija, quien añadió que “era una trabajadora común y corriente: mamá, esposa, hija, hermana, que hacía todos sus roles con el corazón y con el mayor amor del mundo. Ella no tenía por qué pasar por ese acto de violencia tan atroz y tan horrible”.
“Que no nos sigan arrebatando los sueños”, pide Alberto cuando se le pregunta por un mensaje a los violentos. En ese anhelo está también su propia resistencia: no permitir que la vida de Martha quede reducida al dolor de su partida, sino celebrada en la plenitud de lo que dio.