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HUMOR
Chris Rock no es la víctima: el peligro de cruzar la delgada línea entre el humor y el maltrato
Tras lo sucedido en los premios Óscar con Jada Pinkett Smith, entre psicólogos, sociólogos, expertos en violencias de género, hay consenso: el cuerpo humano no debería ser objeto de chistes para los comediantes que transitan por esa cornisa hay matices.
¿En qué momento se volvió gracioso burlarnos de la alopecia de una mujer? La pregunta se la hace el médico psiquiatra, psicoanalista y docente de la Universidad del Rosario, Milton Murillo, a propósito de lo que sigue siendo noticia esta semana: el ‘gracejo’ del comediante Chris Rock sobre la pérdida de cabello de la actriz Jada Pinkett Smith, la esposa del actor Will Smith, y el golpe que este le propinó enseguida a Rock, durante la ceremonia de los premios Óscar, uno de los eventos de mayor audiencia en el mundo.
Tanto el ‘chiste’ como la reacción del actor la vieron en directo alrededor de 15 millones de personas. ¿Cuándo se cruza el límite entre la broma y el insulto? ¿Es necesario herir para hacer reír?
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Entre psicólogos, sociólogos, expertos en violencias de género, hay consenso: el cuerpo humano, y sus condiciones, sus deficiencias, enfermedades o incapacidades, no debería, bajo ningún motivo, ser objeto de chistes. Entre los comediantes que transitan a diario por esa cornisa hay algunos matices.
Mara Tamayo es psicóloga. Lo sucedido con Jada Pinkett Smith lo considera, más que humor, una crueldad, sobre todo después de conocer la historia detrás: para Jada, el peor momento de su vida fue justo mientras se duchaba y de repente se vio con manotadas de cabello, por lo que gritó aterrada: ¡me estoy quedando calva!
La alopecia, reconoció la actriz en una entrevista en televisión, es una enfermedad difícil de aceptar y sobrellevar. El drama es silencioso: una de cada seis mujeres tienen alopecia, una condición que se intenta disimular, ocultar, con tratamientos que no siempre dan buenos resultados.
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La alopecia es una enfermedad autoinmune que causa la pérdida de cabello en la cabeza, el rostro y a veces otras áreas del cuerpo.
— Por eso, burlarse de la enfermedad de una persona con la intención de hacer reír a un público es falta de humanidad. Además, se debe tener en cuenta el contexto en el que se hizo: la ceremonia de los premios Óscar.
Es poner en ridículo ante el mundo a una persona que está pasando por una situación muy difícil, no es el chiste que se le hace a un amigo en la sala de la casa. Y es realmente triste. Esta es una sociedad que pareciera disfrutar el poner en ridículo al otro por sus debilidades. Lo vemos en la juventud, en el acoso escolar. Si logro mi objetivo de hacer reír, no me importa que el otro sufra; pareciera ser el mensaje. Esa es una línea que jamás se debe cruzar. Se debe recuperar el respeto, la humanidad, la empatía hacia el otro, sobre todo en estos tiempos tan difíciles, producto de la pandemia del coronavirus – dice Mara.
El maltrato, añade el psiquiatra y psicoanalista Milton Murillo, no necesariamente debe ser sistemático, como el bullying, para hacer daño. La agresión puede ser episódica, como un solo chiste, y dejar secuelas tan graves como episodios depresivos.
— No todos los seres humanos toleramos lo mismo. Y hay otras formas de hacer humor que apelando al cuerpo y a temas que son muy sensibles como la religión, la raza, la identidad sexual. De lo contrario, se corre el riesgo de poner el dedo en la llaga con un chiste de mal gusto y hacer que todo explote, como sucedió con Will Smith. El humor tiene doble filo y por eso hay que tener cuidado al utilizarlo – continúa Mara, quien recuerda que la línea divisoria entre la broma y el insulto lo pone también quien recibe el chiste.
Hay personas a las que tal vez no les importe y hasta se ríen de lo que se les están burlando, otras no, y esas fronteras deben tenerse muy claras: saber cómo, y a quién, hacerle un chiste para que pase un buen rato y no un disgusto.
Cindy Janet Caro, integrante del Observatorio de Asuntos de Género y Diversidades de la Escuela de Ciencias Humanas de la Universidad del Rosario, y Oficial de Cumplimiento de Inclusión y Diversidad de la misma institución, se pregunta por qué las bromas deben centrarse en el cuerpo, y sobre todo en el cuerpo de la mujer. Cuando el humor reproduce estereotipos asociados con la belleza, la delgadez, la feminidad, explica, ya no es tan chistoso y puede convertirse en un acto que hiera a una persona.
— No olvidemos el contexto de este chiste del comediante Chris Rock: perder el cabello es perder la feminidad. El pelo de las mujeres es símbolo de ser femenina. Por eso perderlo es tan doloroso. En el caso de los hombres, que sufren de alopecia más que las mujeres, cuando se les cae el pelo no pierden su masculinidad; se pierde la juventud, que es diferente. Sin embargo perder cualquier parte del cuerpo por una enfermedad es doloroso, y burlarse de ello puede resultar muy violento.
Un artículo del Grupo de investigación Familia & Sexualidad de la Universidad de Los Andes dice por cierto que “los chistes sirven para comunicar a otros quiénes somos y quiénes creemos que son los otros en los contextos en los que interactuamos. También es importante reconocer que el buen sentido del humor, ese que nos hace reír sin recurrir a la degradación de otro ser humano, es un factor de protección que promueve el bienestar físico, psicológico y social. Ese tipo de humor es el que debemos apoyar”.
Daniel Samper Ospina es uno de los comediantes consagrados en Colombia. Este viernes 1 de abril llenó el teatro Jorge Isaacs de Cali con su obra de humor político ‘Polombia’. Samper se burla de los políticos, de sus declaraciones, de sus descuidos cuando, por ejemplo, se hurgan la nariz o dicen que Colombia se escribe con P; los pone en evidencia a través de la risa.
En su concepto, la reacción de Will Smith fue un acto brutal y violento. El castigo para un humorista no puede ser un puñetazo.
El humor negro trata temas inapropiados, contemplados desde otra perspectiva, para generar piedad, terror, lástima o emociones parecidas. Cuestiona mediante la sátira.
— Al humorista lo sanciona la misma opinión cuando su chiste no funciona, o cuando al chiste se le fue la mano. Lo peor que le puede pasar a un humorista es que se queme con el voltaje de su propio chiste; que su chiste impresione al público en lugar de hacerlo reír. Pero agarrarlo a golpes es inaceptable.
Ha sucedido: humoristas que se ríen de lo que no deben, cuando no deben, han pagado un costo muy alto. En un articulo titulado ‘Lo que la ciencia dice sobre los límites del humor’, firmado por Antonio Martínez Ron, se hace un repaso al respecto.
“Gilbert Gottfried hizo la primera broma pública sobre los ataques a las Torres Gemelas. En presencia del selecto público del club Friars, en Nueva York, Gottfried dijo que había intentado sacar un billete de avión, pero no había vuelos directos porque tenían que ‘hacer primero una parada en el Empire State Building’. La gente respondió con abucheos y gritos de ‘¡demasiado pronto!’ y el humorista tuvo que cambiar precipitadamente de tema. Unos años después, tras el destructivo tsunami de Japón en 2011, Gottfried fue también criticado por tuitear algunos chistes sobre la tragedia. ‘En Japón son realmente avanzados’, escribió unas horas después del terremoto. ‘Ellos no van a la playa, la playa viene a ellos’, dice el artículo.
Y agrega: “¿Había elegido Gottfried un tema tabú, sobre el que es imposible bromear, o es que no había esperado el tiempo suficiente para que la gente pudiera reírse del tema? El psicólogo Peter McGraw lleva años investigando qué es lo que diferencia una broma graciosa de un comentario ofensivo. Lo que demuestran sus estudios es que la máxima establecida por Mark Twain de que ‘el humor es igual a tragedia más tiempo’ se cumple a menudo. Cualquier evento catastrófico, ya sea un terremoto, una guerra o una matanza, puede terminar siendo objeto de chiste una vez que hemos establecido suficiente distancia respecto a los hechos”.
Nos burlamos de nuestras tragedias, de nuestras enfermedades, cuando nos reponemos de ellas.
Daniel Samper Ospina advierte además que se debe entender a cuál audiencia se le está hablando como humorista, a cuál público se está dirigiendo. Un asunto son los chistes que se hacen con amigos, por ejemplo, y otros los que se hacen en un convento. Es una manera de reducir el riesgo de agredir, aunque ningún humorista está blindado. El humor, recuerda Samper, es esencialmente subjetivo: lo que ofende a unos divierte a otros.
— Hacer humor es en esencia tomar riesgos: burlarse de lo solemne y permitir que a través de esa burla a lo que nadie toca, la misma sociedad pueda respirar, desinfectarse. En mi caso me he arrepentido de muchos chistes; se me ha ido la mano con varios. Uno de ellos sobre el expresidente Juan Manuel Santos, por ejemplo, cuando hizo un mea culpa que relacioné con un episodio que le sucedió por una condición médica. Y supongo que muchos más. Pero el humorista camina por la cornisa cuánto más políticamente correcta se ponga la sociedad.
Otra alternativa que tiene el comediante para protegerse de agredir al otro es hacer humor burlándose, primero, y sobre todo, de sí mismo.
Daniel Samper se burla de su calvicie, o del famoso proceso 8.000 en el que estuvo involucrado su tío, el expresidente Ernesto Samper.
— Burlarse de uno mismo no solo es la única forma decente de pasar por la vida, de combatir el ego, de reducirse uno a sus justas proporciones, sino de poderse reír de los demás: la auto burla es la licencia básica para burlarse de los demás.
El comediante caleño Óscar ‘el Pollo’ Díaz, quien hace parte del elenco de Sábados Felices, considera que el incidente ocurrido en la gala de los premios Óscar confirma una lección que aplica desde hace mucho en su estilo de hacer humor: no hacerle chanzas al público con asuntos álgidos como el cuerpo, la raza, la religión, la identidad sexual, ni siquiera el fútbol, otro tema sensible en estos tiempos.
— En mi concepto se debe ser muy respetuoso con el público. Es una regla de oro. Se trata de hacer reír, para eso pagan una boleta, no para pasar un mal rato. Y parte del profesionalismo de un comediante es la lectura de su público, saber cuándo y cómo puede hacer una broma. En mi caso, no estoy libre de pecado, alguna vez lo he hecho, pero hacer un chiste de un calvito, de un gordito, de una persona de baja estatura, es un recurso facilista que nos permite salir de paso, pero no es la esencia del humor. Hacer humor es buscarle el chiste a lo que aparentemente no tiene chiste.
El ‘Pollo’ Díaz hace humor de las visitas a los bancos cuyos eslóganes dicen “confiamos en ti”, pero amarran los lapiceros. O lo que sucede en los gimnasios o en los salones de belleza, donde hay que levantar peso excesivo o meter los pies en agua hirviendo para salvar la masculinidad.
— El humor no es para hacer sentir mal a nadie. Pero también hay algo importante que me gustaría decir: estamos igualmente en una generación de cristal que a veces se enoja por un chiste que no debería causar tanto enojo. Pese a todos los cuidados que se tomen, siempre va a haber alguien a quien no le guste lo que uno hace, pero la conciencia, en mi caso, está tranquila.
En el artículo ‘Lo que la ciencia dice sobre los límites del humor’ se detalla que la comedia es un juego cognitivo que no pretende hacer daño al otro. Y que la diferencia entre un buen chiste y una agresión o un insulto radica en la forma. Citan al cómico Ángel Martin cuando dice: “Casi cualquier cosa puede ser objeto de humor si se tiene talento”.
El ‘Pollo’ Díaz menciona a propósito el humor de Don Jediondo, otro de los más famosos comediantes de Colombia. Don Jediondo tiene la habilidad de burlarse de quien esté en la primera fila de sus shows, o del presidente de las empresas que lo contratan para espectáculos corporativos, y sin embargo esa persona se siente honrada de que lo haga, se siente feliz de que se le burlen, un privilegiado. Todo depende de las formas y el talento que se tenga para burlarse sin atravesar la delgada línea hacia la ofensa.
El psiquiatra y psicoanalista Milton Murillo recuerda además que el humor es necesario para el bienestar del ser humano. Tiene una función de descarga de lo emocional.
También una función crítica, una crítica velada: cosas que no se pueden decir en serio pero que en chiste son muy bien recibidas. Como lo logra el personaje del humorista Alejandro Riaño, ‘Juanpis González’.
Sigmund Freud, recuerda Murillo, escribió un artículo llamado ‘El chiste y la relación con el inconsciente’, donde menciona eso, el humor como una forma de liberación.
Sin embargo, insiste el psicoanalista, hay límites. Y burlarse de la condición de una persona es uno de ellos. O creer que se puede decir casi cualquier cosa sin ninguna consecuencia. Como la reacción de Will Smith.
— Lo primero que hay que tener en cuenta es algo que se nos ha olvidado: el papel de la agresividad en la vida de los seres humanos. Desde la visión psicoanalítica lo que tenemos que tener claro es que siempre funcionamos de la mano de la influencia de los instintos, como cualquier animal, y dentro de los instintos de auto conservación está la agresividad. A veces confundimos la agresividad con violencia, que es otra cosa. La agresividad es una respuesta natural ante un peligro.
Pretender que el ser humano no tenga ninguna reacción de agresividad no solo no es posible sino inconveniente. Muchas de las enfermedades psicosomáticas tienen que ver con las dificultades en la expresión de la agresividad. El punto entonces es que la expresión de la agresividad es necesaria. El otro tema es cómo ponemos la balanza para que sea una expresión humana y sigamos viviendo en sociedad. Las cosas no se arreglan a golpes. Para eso, básicamente, se crearon las leyes: para ponerle un dique a las respuestas instintivas. Lo extraño de todo este debate es que el mundo advierte cada vez más de esto, no al maltrato, no al matoneo, respetemos al otro. Pero cuando se denuncia, casi siempre le va peor a la víctima, que termina cuestionada porque hizo o porque no hizo. Es extraño ese doble rasero, que requiere de otro análisis.
Poner límites, el respeto por sí mismo
La psicóloga Mara Tamayo explica que para evitar que el humor se convierta en insulto, se debe enseñar desde la primera infancia a respetarse a sí mismo y a los demás. Igualmente debemos formarnos para aprender a poner límites. “Cada quien debe poner unos límite sobre lo que está dispuesto a recibir como un chiste, y sobre qué temas está dispuesto a tolerar las bromas. Si se sobrepasan de esos chistes se debe pedir respeto”, dice Mara.
Y agrega: “Hay gente que se traga todo por temor, por miedo a ser rechazado, a perder el entorno social, y permiten que lo violenten. Pero una persona sin limites es como un barco sin timón, y las implicaciones emocionales son graves. Se manifiesta en una baja autoestima”.
Para poner límites se debe primero identificarlos; hay personas a las que, por ejemplo, no les importa que les hagan bromas sobre su cuerpo, pero sí sobre su trabajo. O les resbala que se hagan chances sobre sus ideologías políticas y no tanto con su equipo de fútbol. Para identificar cuáles son esos límites el detector más poderoso es la emoción: si nos sentimos mal por algún comentario, o broma sobre algún tema, significa que se ha traspasado un límite. La frustración, la tristeza, el enojo, son las claves para saber qué se permite y qué no.
Igualmente es fundamental aceptarse a sí mismo, respetarse a sí mismo. Y de la misma manera respetar los límites de los demás.
“Poner límites es un ejercicio progresivo, toma tiempo y preparación. Por eso insisto que es un asunto que se debe abordar desde la primera infancia, y es fundamental para una adecuada salud mental y el bienestar de las personas”, dice Mara.
Pandemia, efectos
La pandemia del coronavirus es una variable a tener en cuenta en las formas de reaccionar de las personas.
En Colombia, por ejemplo, se ha registrado un aumento del 30% de las consultas por ansiedad y depresión con respecto a las cifras que se tenían antes de la pandemia.
Un estudio de la Universidad de Valencia concluye que durante la pandemia “ha aumentado la hostilidad y la irritabilidad en personas sin patologías previas, lo que ha afectado a las relaciones interpersonales, donde se hace más difícil la comunicación”.
“un 40 % de la muestra presenta síntomas graves o moderados de depresión, y un 30 % afirma tener nerviosismo o preocupaciones recurrentes, síntomas típicos de la ansiedad”, advierten los investigadores.