El pais
SUSCRÍBETE

Opinión: La Habana, diálogo y confianza

Luego de décadas marcadas por la violencia, por la guerra, por la polarización, hoy el diálogo emerge como una estrategia posible para lograr la paz.

18 de febrero de 2016 Por: Nelson Molina | Especial para El País

Luego de décadas marcadas por la violencia, por la guerra, por la polarización, hoy el diálogo emerge como una estrategia posible para lograr la paz.

El diálogo es una estrategia posible para tramitar nuestros conflictos. Eso parecen indicar los resultados de la I Encuesta Regional de Paz y Reconciliación realizada por un equipo de investigadores de la Universidad del Valle. Hasta hace pocos años, del pasado muy cercano, alimentar la guerra con todas sus estrategias parecía ser la opción que la mayoría de colombianos consideraba para poner fin al conflicto político armado del Estado con las guerrillas.

Hoy el diálogo es aceptado y deseado por más del 60% de la población vallecaucana, poniendo en evidencia un cambio en la comprensión que estamos construyendo acerca de la convivencia y las formas para gestionar los temas de preocupación común.

Luego de décadas marcadas por la violencia, por la guerra, por la polarización, hoy el diálogo emerge como una estrategia posible. Poner fin al conflicto entre Estado y guerrillas a través del diálogo no es sólo un esfuerzo de quienes negocian, es también un propósito para todos los ciudadanos. No cabe duda que las conversaciones en La Habana no han sido sencillas, particularmente por las exigencias de sinceridad y argumentación que con seguridad han marcado todo el proceso. Muestra de ello fue lo señalado por el Padre Francisco de Roux la semana pasada en un evento en la Pontificia Universidad Javeriana. El Padre de Roux narró momentos de verdad en La Habana cuando las víctimas se hicieron presentes en una etapa del proceso. Su relato evidencia, entre tantas cosas, las exigencias del diálogo y las consecuencias que de él se derivan cuando se ha practicado cabalmente.

Practicar el diálogo a cabalidad supone la disposición a modificar la postura propia en relación con un tema. Si los argumentos expuestos enriquecen la comprensión del asunto, si son sensatos, razonables o al menos estéticamente atractivos, las personas participantes en la interacción reconocerán en su interlocutor a alguien éticamente valioso. Posiblemente esto sea lo que debamos aprender los colombianos para que nuestros conflictos sean tramitados a través de la palabra y no de las armas que niegan el reconocimiento del otro y lo otro. No basta con desear el diálogo si no nos ponemos en la ruta de aprender a dialogar.

Pero el diálogo no es sinónimo de olvido ni de impunidad como suelen ser equiparados. Justamente es el diálogo, el que posiciona los temas que deben ser gestionados en la transformación de conflictos. Es a través del diálogo que se gana parte de la confianza para que las transformaciones del conflicto sean percibidas favorablemente. La confianza es aquello que aún no acompaña la implementación de los acuerdos de La Habana y por ello la población vallecaucana espera que los mecanismos de justicia acordados se cumplan. Cumplir los acuerdos por ambas partes es la condición necesaria para ampliar la legitimidad del diálogo político en Colombia y así irradiar el modelo a otros ámbitos cotidianos que también requieren transformarse proactivamente. 

*Nelson Molina es docente investigador del Instituto de Psicología, Universidad del Valle. 

Descargue aquí la encuesta

AHORA EN Proceso de Paz