¿Otro más?

La pobreza, la corrupción y una clase política que privilegia sus intereses particulares sobre los de sus comunidades son los males que afectan a La Guajira.Si bien es cierto que al ser una región desértica sus alternativas económicas han sido limitadas, también es una realidad que sus dirigentes desperdiciaron la bonanza del carbón y los recursos de las regalías que por décadas le llegaron a todo el departamento.Los dineros que debían destinarse a proveer de agua potable, educación y salud a 960.000 guajiros, terminaron en manos de la corrupción y de malas administraciones, bajo la mirada indiferente del Gobierno Central, los entes de control e incluso de empresas que han explotado sus recursos sin tener en cuenta el bienestar de la población.A ello se le añade una clase política que no ha escatimado en recurrir a toda clase de trapisondas y delitos para sacar provecho, mientras ha sumido al departamento en tal grado de inestabilidad que lo ha llevado a tener cuatro gobernadores en seis años.El domingo fue elegido uno nuevo, Wilmer González, quien será el encargado de evitar que continúe el robo de los recursos públicos que son de cada guajiro y no de los grupos políticos de la región.Y quien debe ante todo garantizar que esos dineros lleguen a los lugares donde más se necesitan para impedir que la población siga sufriendo por hambre, padeciendo de sed, muriendo por falta de atención en salud y sumida en el analfabetismo sin posibilidades de progreso.