Contrabando y deforestación
Si al contrabando de reses se le suma la deforestación para expandir las fronteras agropecuarias, los daños que se les están causando a la ganadería nacional y al medio ambiente colombiano son de proporciones inimaginables.
El cálculo es que han ingresado ilegalmente al país 5,7 millones de cabezas de ganado, la mayoría por los límites con Venezuela en los Llanos Orientales y otros por Brasil.
Además de las pérdidas que ello significa para los ganaderos colombianos, que según el gremio rondan los ocho billones de pesos, por esa ventana rota se filtran enfermedades de las que ya Colombia estaba libre como la fiebre aftosa.
Y como si el perjuicio a la economía nacional que causa esa actividad ilícita no fuera grave, se ha detectado que buena parte de la deforestación que se realiza en la Amazonía y afecta cada año miles de hectáreas de zonas protegidas, está relacionada con la expansión de tierras para el ganado y ahí también van a parar muchas de esas reses de contrabando.
Detrás de los dos delitos hay organizaciones criminales que llevan años aprovechándose de la imposibilidad de las autoridades para ejercer el control a lo largo de las fronteras y vigilar las reservas forestales.
Pero ni ese atentado al medio ambiente ni el daño que las mafias contrabandistas les están ocasionando a los ganaderos del país puede ser aceptado por el Estado, que está en la obligación de determinar si existe complicidad de funcionarios gubernamentales y de establecer los mecanismos necesarios para detener esas prácticas ilegales.