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Una mala experiencia

“Su misión no es legislar, sino brindar consejos y dar su opinión sobre algún tema que afecte a algún miembro de la Comunidad Andina”. Es decir, nada útil para la integración que promovió el acuerdo de Cartagena de 1968.

26 de septiembre de 2013 Por:

“Su misión no es legislar, sino brindar consejos y dar su opinión sobre algún tema que afecte a algún miembro de la Comunidad Andina”. Es decir, nada útil para la integración que promovió el acuerdo de Cartagena de 1968.

Haciendo eco a la crítica que reclama por su inutilidad, y aduciendo los costos que demanda su mantenimiento, los gobiernos de los países que integran la Comunidad Andina decidieron terminar con el Parlamento Andino. Y anunciaron la creación de una entidad similar que actúe en el marco de la Unión de Naciones Suramericanas, Unasur, a pesar de que los habitantes de la región no saben para qué sirve ni han expresado su aprobación.El Parlamento Andino nació a partir del llamado acuerdo de Cartagena que en 1968 dio origen a lo que en su momento se conoció como el Pacto Andino y hoy se llama la Comunidad Andina de Naciones, CAN. En esa época, el Pacto expresó la intención de promover la integración verdadera de los países que empiezan en Venezuela y terminan en Chile, creando para el efecto instituciones ambiciosas destinadas a darle vigencia y seguridad jurídica al propósito, como fue el caso de la Corte Andina. Sin embargo, la idea se fue marchitando ante los cambios políticos en los gobiernos y la resistencia de los gobernantes que temían la pérdida de soberanía, recelaban de sus vecinos o no estaban de acuerdo con los efectos que en la economía regional producían los cambios políticos. Producto de esos recelos se produjo el retiro de Chile, en 1976. Y posteriormente el de Venezuela, en el 2006, cuando el presidente Hugo Chávez decidió desconocer en forma rampante las sentencias que condenaron a su país por múltiples incumplimientos de sus obligaciones.No obstante, en 1984 empezó a funcionar el Parlamento con delegados nombrados por cada uno de los Congresos de los países miembros. En 1996 pasaron a ser elegidos por votación popular en períodos de cinco años, en tanto su sede se estableció en Bogotá. Y se creó una importante nómina de funcionarios que se extiende además de Colombia a Ecuador, Perú y Bolivia. Toda una parafernalia que podría ser útil para fortalecer la integración regional, pero que pocos resultados arroja en beneficio de los pueblos de los países miembros La explicación está en la propia página que el Parlamento Andino publica en Internet, la cual entrega esta definición: “Su misión no es legislar, sino brindar consejos y dar su opinión sobre algún tema que afecte a algún miembro de la Comunidad Andina”. Es decir, nada útil para la integración que promovió el acuerdo de Cartagena de 1968. Y nada con contenido práctico para mejorar las condiciones de vida de las naciones socias, en una región caracterizada por la escasez de recursos públicos. Por eso es posible decir hoy que la decisión de liquidar el Parlamento no solo es necesaria sino que se había demorado mucho.Sin embargo, la preocupación no termina. Ahora se habla de crear un parlamento en Unasur, sin que se sepa cuáles son sus alcances y sus atribuciones, o qué beneficios traerá para los pueblos del subcontinente cuando ese organismo es apenas una asociación y no tiene las características de integración que motivaron a los fundadores del Pacto Andino. Ojalá, quienes desde Colombia plantean la idea, tengan en cuenta la mala experiencia que significó el Parlamento Andino.

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