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Tragedias anunciadas

"Al parecer, aquello de prevenir antes que lamentar es apenas un enunciado que se adorna con palabras como las alertas amarillas o rojas, las cuales poco o nada sirven para que la gente tome conciencia de los peligros que la acechan".

9 de noviembre de 2011 Por:

"Al parecer, aquello de prevenir antes que lamentar es apenas un enunciado que se adorna con palabras como las alertas amarillas o rojas, las cuales poco o nada sirven para que la gente tome conciencia de los peligros que la acechan".

Abrumadas por el peso de la tragedia, familias de Manizales y de Cali buscan una explicación a la vez que reclaman el auxilio y la solidaridad para enfrentar los estragos y las pérdidas que les dejaron el invierno y la falta de previsión. Son víctimas de la naturaleza pero también de la imprudencia frente a un fenómeno climático anunciado.Lo ocurrido en Cali el pasado domingo fue el resultado de la falta total de precaución. Familias que según dice el Departamento Administrativo de Gestión Ambiental, Dagma, fueron alertadas sobre los riesgos del río Cañaveralejo, desafiaron el peligro. Que se convirtió en realidad aterradora cuando una creciente se abatió sobre ellas cuando se bañaban en el afluente, dejando cinco muertos, menores de edad que fue imposible salvar de la fuerza arrasadora de las aguas. Nada pudo hacerse, salvo lamentar que esas personas no hubieran atendido el tímido llamado de alerta. Lo cierto es que las autoridades tampoco dispusieron de un operativo permanente para impedir las imprudencias frente a las tragedias que podrían producirse, toda vez que el Ideam había anunciado con suficiente antelación el regreso de la ‘Niña’, fenómeno atmosférico que causó grandes daños el año anterior y parte del presente. Era lo menos que podía esperarse ante la falta de conciencia de quienes habitan zonas de alto riesgo como las riberas de los siete ríos que atraviesan la capital del Valle. Un día antes, Manizales era despertada por la hecatombe en el barrio Cervantes, donde un alud enorme se abalanzó sobre 16 viviendas, mató a 44 personas, deja desaparecidas a 16 y a 35 familias sin techo. Fue la peor tragedia en la historia de la capital de Caldas. Mientras se afirma que el desastre en la zona estaba avisado y no se tomaron las medidas para evitar la tragedia humana, otras versiones de la Alcaldía de esa ciudad afirman que la alerta roja no era específica para ese barrio sino para toda la ciudad, y que lo ocurrido era imposible de anticipar.Todo lo cual demuestra que Colombia no está preparada para enfrentar la amenaza del invierno que de nuevo causa estragos en casi todo el territorio nacional. Y que la actuación del Estado frente a peligros como los que ahora vuelven a hacer presencia es por lo menos precaria y desarticulada. Al parecer, aquello de prevenir antes que lamentar es apenas un enunciado que se adorna con palabras como las alertas amarillas o rojas, las cuales poco o nada sirven para que la gente tome conciencia de los peligros que la acechan. Por esa actitud frente a los contingencias que rondan a los colombianos, el país se desentiende del peligro que significa permitir asentamientos en zonas de alto riesgo claramente identificados, o el no tener una política definida para preparar a la población y hacerle tomar conciencia de la amenaza con la cual convive. Así, tragedias como la de Manizales o la de Cali se convierten en hechos casi cotidianos a la espera de que la prevención y atención de desastres sea entendida como una prioridad para un país en permanente riesgo.

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