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Elmer Abonia Rodríguez, alcalde Guachené, Cauca.
Elmer Abonia Rodríguez, alcalde Guachené, Cauca. | Foto: Perfil facebook Elmer Abonia Rodríguez, alcalde Guachené, Cauca.

Editorial

Terror en el Cauca

Es una guerra que dura ya años, frente a la cual el Estado sigue perdiendo la batalla, imposible de erradicar desde la raíz para lograr que ese árbol malsano no vuelva a pelechar

23 de diciembre de 2023 Por: Editorial

El norte del Cauca vivió ayer un viernes de terror. Otro día más, de los muchos ocurridos este año, en que los violentos se ensañan contra poblaciones que solo desean que las dejen tranquilas para vivir en la paz que tanto anhelan.

Las primeras noticias dieron cuenta de dos masacres en el resguardo indígena de Canoas, zona rural de Santander de Quilichao. En la madrugada, hombres armados ingresaron a la residencia del docente Jhon Freiman Ramos Ocaña y lo asesinaron junto a su esposa y a su hija de 15 años de edad.

Momentos después se conoció el homicidio de los jóvenes comuneros Davison Fernández Ramos y Jesús David Labio Ramos, en la vereda Vilachí, del mismo resguardo, y se denunciaron varios ataques y quemas provocadas en viviendas y parcelas, que dejaron otro indígena herido. Se acusa a los frentes de las disidencias de las Farc, al mando de ‘Iván Mordisco’, que operan en la región, de ser los responsables de las matanzas.

Ya en la noche se supo del crimen del alcalde de Guachené, Élmer Abonía Rodríguez, ocurrido en la vereda Cabito, en momentos en que entregaba obras realizadas durante su mandato, que debía finalizar el próximo 31 de diciembre. El mandatario se había destacado por la labor social desarrollada en su municipio, especialmente hacia la población joven y vulnerable, por lo cual obtuvo varios reconocimientos nacionales.

En ello, en el trabajo comunitario, en su empeño por educar a las nuevas generaciones, brindarles oportunidades y ser su voz, coincidían quienes fueron asesinados el viernes en el norte del Cauca. Y es contra aquellos que buscan marcar la diferencia, forjar un mejor futuro para sus pueblos o no dejarse permear por la delincuencia organizada y los negocios sucios, a los que pusieron en su mira los grupos violentos que operan en ese departamento, vecino del Valle del Cauca.

Es una guerra que dura ya años, frente a la cual el Estado sigue perdiendo la batalla, imposible de erradicar desde la raíz para lograr que ese árbol malsano no vuelva a pelechar. Ahí no hay paz total que avance, no hay acuerdos que se respeten, ni diálogos que funcionen para conseguir el que debe ser el fin único: que a la población se le respete, se le deje por fuera de todo conflicto, que se le permita vivir tranquila.

Aún reconociendo el esfuerzo permanente de las Fuerzas Armadas para combatir a los violentos en el Cauca o en el Valle, no pareciera existir una política de seguridad nacional efectiva para esta parte del suroccidente del país. Los oídos sordos y los ojos cerrados del gobierno del presidente Gustavo Petro a los clamores de los gobernadores y de las propias comunidades, es manifiesto.

Los problemas del norte del Cauca y cada vez más del sur del Valle, empiezan por ser el epicentro del narcotráfico, del que se nutren las mafias multinacionales y las que se hacen llamar organizaciones guerrilleras. El mismo que convierte en carne de cañón a sus habitantes y poco a poco se apodera de una región infestada de cultivos ilícitos y esencial como corredor al Pacífico de ese negocio maldito.

No es con discursos ni dejando el camino libre a los violentos como se logrará la paz en el Cauca y se evitará que avance en el Valle.

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