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Saldo en rojo

El balance general del año que termina deja un saldo en rojo ambiental que no se puede negar. La cuestión es si será capaz la población mundial de revertir esa tendencia y darle una oportunidad al Planeta, o sí se resignará a sufrir las consecuencias de no haber actuado con firmeza.

28 de diciembre de 2018 Por: Editorial .

Este año tampoco fue el de dar el paso en firme para detener el deterioro ambiental que sufre el Planeta. Sin negar que hoy existe mayor conciencia sobre el cambio climático y sus consecuencias, las decisiones definitivas para enfrentarlos no llegan y el tan necesario consenso global se diluye en medio de intereses económicos y políticos.

La Cumbre del Clima realizada a principios de este mes en Katowice, Polonia, es el ejemplo de cómo el mundo está abocado al fracaso en su intento de detener el desastre ambiental que ya padece. Tres años después del Acuerdo de París, en el que se puso como meta evitar un aumento superior a los dos grados centígrados en la temperatura global antes de finalizar el presente siglo, en esta reunión se trazó la hoja de ruta para que los 197 países que suscribieron el pacto alcancen su objetivo. El problema es que ese manual de buenas intenciones poco vale porque no es vinculante, es decir que no es de obligatorio cumplimiento para las naciones firmantes.

Ello significa que el futuro del Planeta sigue dependiendo de las voluntades individuales, y si se analiza lo sucedido en los 12 meses recientes el panorama no es nada prometedor. Ya no es sólo el Presidente de los Estados Unidos quien niega la existencia del cambio climático y adopta políticas que van en contravía del propósito mundial de detener el calentamiento global. Igual posición han asumido la mayoría de países petroleros árabes, Rusia y más recientemente el nuevo mandatario de Brasil.

Si la Nación con la mayor biodiversidad del Planeta y donde está la más grande reserva forestal del mundo decide no apostarle a la conservación ambiental, la derrota puede estar a la vuelta de la esquina. A no ser que quienes sí han entendido la magnitud del problema hagan un verdadero frente unido que contrarreste la falta de acción de los negacionistas. Es el papel que se espera cumplan la Unión Europea, donde más avances significativos se han dado en cuanto a protección del medio ambiente, y el resto de países de América Latina, incluido Colombia, que pueden hacer la diferencia para el mundo si hacen una protección real de sus riquezas naturales.

Este 2018 dejó en evidencia que las decisiones no se pueden postergar más. De nuevo las temperaturas globales llegaron a niveles extremos, mientras que los fenómenos naturales, inevitables en un planeta en evolución como la Tierra, fueron intensos en extremo, se han vuelto más frecuentes y de mayor magnitud como sucedió con los incendios en California donde murieron 85 personas y 14.000 viviendas quedaron destruidas, o con los huracanes Florence y Michael, dos de los más destructivos en décadas. La lista incluye sequías en los cinco continentes, inundaciones en Asia y América, y tifones en el Pacífico.

Colombia también quedó en deuda ambiental en materia de deforestación, control a la minería ilegal y en general en cuanto a protección de sus recursos naturales y ecosistemas, si bien se le debe reconocer su compromiso en cuanto a políticas y legislación del medio ambiente. Ahora los esfuerzos se deben enfocar en hacer un verdadero ejercicio de autoridad para que las disposiciones se cumplan.

El balance general del año que termina deja un saldo en rojo ambiental que no se puede negar. La cuestión es si será capaz la población mundial de revertir esa tendencia y darle una oportunidad al Planeta, o sí se resignará a sufrir las consecuencias de no haber actuado con firmeza.

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