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¿Revive Tribugá?

De nuevo, las intenciones de construir un puerto de aguas profundas en la bahía de Nuquí despierta otra polémica. La inclusión de esa posibilidad en el Plan de Desarrollo Nacional hace preguntar si no es suficiente con...

15 de abril de 2019 Por: Editorial .

De nuevo, las intenciones de construir un puerto de aguas profundas en la bahía de Nuquí despierta otra polémica. La inclusión de esa posibilidad en el Plan de Desarrollo Nacional hace preguntar si no es suficiente con lo que se ha debatido en los años, décadas ya, en los cuales se ha hecho presente la inconveniencia del proyecto.

Y no es que el Valle se oponga por razones egoístas a un proyecto cuyo desarrollo demandará por lo menos cinco billones de pesos en su construcción. El asunto real es que entidades del Estado como la Agencia Nacional de Licencias Ambientales han negado los permisos para desarrollar lo que sin duda producirá efectos peligrosos para el equilibrio biológico y para la fauna, mientras la Agencia Nacional de Infraestructura ha alertado sobre la necesidad de construir vías de doble calzada y una red férrea que afectará centenares de hectáreas de selva en el Chocó.

Pero, además, los propios habitantes de la región han alertado sobre los peligros que acarreará el puerto de Tribugá para su medio ambiente. Hablar de los atractivos que puede significar un puerto sobre el Pacífico con un calado de veinte metros y la posibilidad de atraque de buques post panamá, es sin duda un sueño. Pero debe preguntarse primero a qué costo. Y quién lo va a sufragar, para evitar que se convierta en otro elefante blanco y en foco de conflictos.

Lo anterior se basa en las condiciones en que se mantienen Buenaventura y Tumaco, donde si bien la inversión privada ha llegado a desarrollar la infraestructura portuaria que no hizo el Estado durante décadas, hoy son focos de necesidades básicas insatisfechas y sus sociedades padecen el acoso de la violencia, del narcotráfico y las consecuencias de la falta de compromiso para resolver sus problemas.

Además, y se debe decir con claridad, la Nación aún no termina de cumplir su obligación de dejar lista la doble calzada que conecta a Buenaventura con el interior del país, elemento fundamental para asegurar la competitividad y la eficiencia. Además, en las altas esferas nacionales ya ni se menciona la rehabilitación del corredor férreo o la posibilidad de crear las Zonas Económicas Especiales que, esas sí, servirán para atraer la inversión que genere desarrollo y empleo calificado en la región más abandonada por el centralismo en Colombia.

Sin duda, los empresarios del Eje Cafetero tienen todo el derecho de aspirar a construir Tribugá para impulsar sus negocios y concretar su idea de futuro. Pero cabe preguntar si el Gobierno Nacional es consciente del compromiso que adquiere al revivir en el Plan de Desarrollo que hoy se debate en el Congreso una iniciativa que no servirá para desarrollar al Chocó, que no tiene claras sus fuentes de financiación y que además no garantizará el rescate de la región más abandonada de Colombia.

Es claro que los países crecen cuando existen la visión y la audacia necesarias para crear prosperidad. Pero, en el caso de Tribugá, lo que se presenta es una peligrosa posibilidad de crear un nuevo e innecesario foco de conflictos para los habitantes de Nuquí, para el medio ambiente y para todo el Chocó.

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