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Más dudas que certezas

...sorprende que el presidente de los Estados Unidos no tenga ni el valor ni la claridad para explicar la necesidad que tienen los estados y, en especial, una gran potencia, de recabar información de inteligencia en un mundo en el que el espionaje es moneda corriente, donde, en la práctica, lo peligroso es el abuso que se haga de ella.

27 de enero de 2014 Por:

...sorprende que el presidente de los Estados Unidos no tenga ni el valor ni la claridad para explicar la necesidad que tienen los estados y, en especial, una gran potencia, de recabar información de inteligencia en un mundo en el que el espionaje es moneda corriente, donde, en la práctica, lo peligroso es el abuso que se haga de ella.

Después de muchas dudas, el presidente Barack Obama realizó su esperado discurso sobre el espionaje de los Estados Unidos, con la intención de calmar a sus aliados, aminorar el daño causado por las filtraciones de Edward Snowden y disipar las preocupaciones de la opinión pública.Pero el discurso pecó por falta de claridad y antes que ponerle punto final a una polémica molesta, resultó más bien como una agitación de asuntos no resueltos y poco claros. Por ejemplo, cuando afirmó que “le he dejado claro a la comunidad de inteligencia que -a menos que haya un propósito imperioso de seguridad nacional- no monitorearemos las comunicaciones de los jefes de Estado y de gobierno de nuestros amigos cercanos y aliados”.La afirmación dejó más preguntas que respuestas. ¿Qué es un “problema imperioso de seguridad nacional”? ¿Cuáles y en qué circunstancias los “amigos cercanos”? Y, ¿qué pasa con “los aliados” que, por definición, son transitorios? Estos interrogantes se la han hecho tanto republicanos como demócratas, sin que haya, hasta el momento, claridad.Lo mismo sucede con las interceptaciones a los ciudadanos estadounidenses, caso en el cual el compromiso de Obama será que “el gobierno no guardará los metadatos telefónicos de los estadounidenses para evitar abusos, y extenderá las protecciones a los extranjeros para limitar el uso de la información personal”. Con lo que no sólo acepta que aquello ha sucedido, dándole la razón a Snowden, sino que seguirá ocurriendo con reservas que no convencen: todo dato que no se guarde en alguna parte resulta inútil. Entonces, ¿para qué recogerlo?Pero más allá de estas contradicciones, que le han granjeado nutridas críticas, sorprende que el presidente de los Estados Unidos no tenga ni el valor ni la claridad para explicar la necesidad que tienen los estados y, en especial, una gran potencia, de recabar información de inteligencia en un mundo en el que el espionaje es moneda corriente, donde, en la práctica, lo peligroso es el abuso que se haga de ella.“Nosotros también espiamos a EE.UU.”, le dijo al diario Le Figaro Bernard Squarcini, conocido como el "tiburón" del expresidente Nicolás Sarkozy y jefe de los servicios de espionaje franceses hasta hace un año. “La inteligencia francesa sabe bien que todos los países, sean aliados o no en la lucha contra el terrorismo, se espían unos a otros todo el tiempo”, agregó. “Pensaría que nuestros políticos no se molestan en leer los informes que les preparan los servicios de inteligencia”.La confesión de este exfuncionario francés puso el dedo en la llaga, al revelar algo que todo el mundo sabe, pero que nadie quiere reconocer. Por lo que deja sin piso al presidente Obama y a sus reformas a la recolección de información que hacen los servicios de inteligencia de su país. Y explica las contradicciones flagrantes de su discurso.En esta materia clave, Obama ha dado la impresión de un mandatario inseguro, que no comprende las consecuencias de las acciones que emprende, que trata de tapar con retórica las decisiones que debe tomar para defender las libertades y la seguridad de su Nación.

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