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Las nuevas realidades

"...Por eso no parece oportuno celebrar los datos que informan sobre el crecimiento del PIB, mientras la tragedia se volvió compañera permanente de agricultores, ganaderos y millones de familias que son golpeadas por la naturaleza en el campo, los pueblos y las ciudades...".

22 de mayo de 2011 Por:

"...Por eso no parece oportuno celebrar los datos que informan sobre el crecimiento del PIB, mientras la tragedia se volvió compañera permanente de agricultores, ganaderos y millones de familias que son golpeadas por la naturaleza en el campo, los pueblos y las ciudades...".

Coincidiendo con el optimismo que puede y debe generar el crecimiento sostenido de los indicadores generales de la economía, el invierno lleva diez meses golpeando casi con saña el campo colombiano. Y si bien es un fenómeno natural, es necesario llamar la atención sobre lo que le espera a la Nación para reconstruir los daños causados por él.En el marco de la IV Feria Agro del Pacífico, el presidente de la Sociedad de Agricultores y Ganaderos del Valle hizo un recuento sobre los padecimientos del Departamento producidos por el invierno: 35.000 hectáreas afectadas, más de 40.000 familias damnificadas, y la destrucción de cultivos que van desde la caña de azúcar hasta el café, pasando por cultivos de pancoger que alimentan al país y a los vallecaucanos o se usan como materias primas en agroindustrias; miles de aves sacrificadas, de reses que han sido evacuadas y de cadenas de producción afectadas por la parálisis prolongada; y miles de empleos que se han destruido, en tanto la infraestructura vial enfrenta una situación cada vez más difícil. Pero si en el Valle llueve, en Colombia no escampa. Según el Departamento Nacional de Estadística, el 93% de los municipios del país son severamente afectados por la ya eterna temporada invernal, dejando 2.300.000 damnificados. Y basta mirar las noticias diarias para darse cuenta de la enorme tragedia que padece toda la geografía nacional. Millones de personas amenazadas por la destrucción, la infraestructura que colapsa y las dificultades que crecen ante un fenómeno que, como el cambio producido en el clima del planeta, dejó de ser pasajero para convertirse en una pesadilla permanente. La pregunta es si el país ha tomado conciencia sobre el esfuerzo que le espera para recuperarse del invierno y si el Estado tiene la capacidad para enfrentarlo. Sin duda, el Gobierno se ha movido y el Fondo de Reconstrucción es una buena respuesta, aunque ya no parece suficiente. Ahora hay que aceptar que si bien la minería y el petróleo están generando crecimiento, el invierno está destruyendo el campo colombiano, su capacidad de producción y el tejido social que de él se alimenta. Por eso no parece oportuno celebrar los datos que informan sobre el crecimiento del PIB, mientras la tragedia se volvió compañera permanente de agricultores, ganaderos y millones de familias que son golpeadas por la naturaleza en el campo, los pueblos y las ciudades. Y ya no es sólo un asunto que afecte al Valle del Cauca, al sur de Bolívar, o a los Santanderes: la Sabana de Bogotá, quizás la región más dotada de recursos para defenderse, hoy es un inmenso lago que amenaza la zona más poblada de Colombia. Esa es la prueba patente de lo que le ha ocurrido a nuestra Nación, de los esfuerzos que debe hacer en los próximos años para recuperar su economía y de las nuevas realidades que surgen del cambio climático en el futuro. El invierno cambió las prioridades para Colombia y más vale enfrentar cuanto antes esa realidad para calcular la inversión que deberá efectuar en la reconstrucción del tejido social.

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