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La tragedia de Haití

La solución es reconstruir Haití, desalojar a las mafias que lo aprisionan y ofrecer soluciones estables que detengan la migración que hoy alarma a todo el continente.

26 de septiembre de 2021 Por: Vicky Perea García

Abandonaron su país, empujados por la angustia de no tener siquiera como subsistir e ilusionados por la posibilidad de encontrar empleo, esperanza y futuro. Hoy, los haitianos son protagonistas de una de las peores tragedias en América y el resto del mundo, el ser rechazados, perseguidos, explotados y maltratados en casi todo el continente.

Haití es el peor fracaso de una democracia y las consecuencias que padecen sus habitantes: sus condiciones de vida son terribles, las oportunidades nulas, el Estado inexistente para ofrecer orden y posibilidades de progreso. Además, la furia de la naturaleza que desata terremotos de una potencia aterradora y las temporadas de huracanes parecen tener a ese país como la ruta frecuente que deja desolación y ruina.

Pero lo más grave es la ausencia de un Estado con autoridad para manejar al país y con capacidad para atender las necesidades de los once millones de personas que conforman su nación. No obstante, en las organizaciones internacionales que necesitan sus votos son reconocidos sus presidentes a pesar de ser producto de elecciones amañadas y a sabiendas de su vínculo con la corrupción y el delito y su incapacidad para formar algo parecido a un ente que gobierna con el pueblo y para el pueblo que representan.

El resultado es una diáspora de seres humanos que buscan con desespero una oportunidad. Además de los miles que viven en los Estados Unidos aprovechando consideraciones especiales, son los cien mil que llegaron a Chile entre el año 2000 y el 2017, o los miles que se fueron a Brasil en la misma época. Ahora, ellos son expulsados o marginados por no cumplir los requisitos migratorios que han sido aumentados, o debido a sus enormes diferencias culturales, las cuales hacen imposible su adaptación a las sociedades a la cuales llegaron por las buenas o por las malas.

Entonces, en el 2018 se inició un éxodo en busca del ingreso a los Estados Unidos como la tierra prometida. Eso explica que lleguen a Colombia y se hacinen por miles en Necoclí, Antioquia, en su camino hacia el país del norte. Y a partir de este año se aglomeren debajo de un puente en la frontera entre México y el estado de Texas, de donde son arriados como bestias por la guardia fronteriza montada a caballo, deportados de cualquier manera a su país o condenados a encierros.

Así, los miles de haitianos que deambulan por la geografía del continente en procura de una oportunidad no encuentran el futuro que buscan o la estabilidad y la posibilidad de una vida digna que merecen como seres humanos. Y por terrible que parezca, el regreso a su patria es la última de las opciones pues quienes allí ostentan el poder expresan su incapacidad para atender las necesidades de quienes sean o pueden ser deportados.

La solución es reconstruir Haití, desalojar a las mafias que lo aprisionan y ofrecer soluciones estables que detengan la migración que hoy alarma a todo el continente. De lo contrario, la tragedia de los haitianos seguirá siendo inevitable y las fronteras de los Estados Unidos, así como Chile, Brasil o Colombia seguirán siendo protagonistas de la misma tragedia.

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