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La paradoja del progreso

La paradoja es que el mundo depende cada vez más de esos sistemas electrónicos y de los avances de la tecnología de las comunicaciones, pero nunca había estado más expuesto, comprometiendo la intimidad y facilitando el espionaje

25 de julio de 2021 Por: Editorial .

El mundo desarrollado de hoy se basa en las comunicaciones. Su impresionante progreso, que cambió de manera irreversible las relaciones humanas, las empresas, la transmisión del conocimiento y el bienestar, también tiene su cara peligrosa en el afán de dominación a través de la tecnología informática.

Después de la segunda guerra mundial, el progreso fue impulsado por las transformaciones en las comunicaciones, en las tecnologías de la información, almacenamiento y utilización de los datos que produjeron lo que sin duda y hasta ahora es la gran revolución de la humanidad. Hoy, marte está siendo colonizada, la investigación científica es asombrosa y la medicina avanza en proporciones gigantescas, así no se tenga la solución definitiva a la pandemia del Covid-19 y se tengan que usar recursos como el aislamiento social propio de la edad media.

Pero esos adelantos tecnológicos tienen un lado oscuro: la pérdida de la intimidad de los seres humanos. Cada vez es más fácil interceptar celulares o acceder a las cuentas que cualquier persona tiene en internet. Y parece igual de simple entrar a los sistemas más sofisticados, penetrar Microsoft o atacar los programas de defensa de países como Estados Unidos.

Es evidente que, con la disculpa de ser gratis, los gigantes tecnológicos toman los datos de sus usuarios, y los venden a quienes pretenden hacer negocios y manejar la vida de las personas. De otra parte, el mundo Occidental, incluidos los Estados Unidos, la Unión Europea y la Otan, le protestan a China por el supuesto espionaje que realiza, por piratear Microsoft Exchange, una plataforma de correos utilizada por miles de empresas en el mundo y provocar ciberataques, lo que el país asiático por supuesto niega.

La que se llama actividad cibernética maliciosa es la que ha hecho desde hace años Rusia con sus hackers que si bien el gobierno asegura que no son contratados por el Estado, son impulsados con criterio de servicio secreto y los ha llevado a influir en situaciones como las elecciones de los Estados Unidos. Es una industria en la que no se conocen las fronteras entre la actividad pública y privada para hacer espionaje o causar daño a través de la red.

Pero no son solo China o Rusia. Israel también es acusado de producir programas como Pegasus, diseñado para interceptar celulares y que en teoría solo se vende a los gobiernos. En el más reciente escándalo, se habla de 50.000 teléfonos espiados por el departamento de defensa de Marruecos y entre las víctimas estarían el presidente de Francia, o el rey de Marruecos.

La paradoja es que el mundo depende cada vez más de esos sistemas electrónicos y de los avances de la tecnología de las comunicaciones, pero nunca había estado más expuesto, comprometiendo la intimidad y facilitando el espionaje y las intrusiones indebidas en todos los niveles, comenzando por las personas comunes y corrientes.

La amenaza es que puede llegar el momento en que alguien se haga a los códigos que manejan las grandes potencias y desatar conflictos como nueva guerra mundial. Entonces, el progreso se convertirá en el gran enemigo de la humanidad.

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