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La agonía de la Ciénaga

Si bien los procesos judiciales que se han abierto determinarán quiénes son los responsables y cómo se les sancionará, la pregunta es si es posible detener y reversar los daños que sufrió la Ciénaga, así como salvar a centenares de especies de fauna y flora que en hoy están condenadas a desaparecer.

3 de octubre de 2015 Por:

Si bien los procesos judiciales que se han abierto determinarán quiénes son los responsables y cómo se les sancionará, la pregunta es si es posible detener y reversar los daños que sufrió la Ciénaga, así como salvar a centenares de especies de fauna y flora que en hoy están condenadas a desaparecer.

La Ciénaga Grande de Santa Marta es ejemplo de cómo se destruye un santuario ecológico en un santiamén, frente a los ojos de todos y ante la inercia de las autoridades encargadas en velar por los recursos naturales de Colombia. En diez años esa reserva ambiental al norte del país podría ser apenas un recuerdo.De poco le ha servido a la Ciénaga ser declarada santuario de fauna y flora por la Organización de Naciones Unidas, un reconocimiento que ante todo implica el mandato de proteger y preservar sus riquezas. La distinción hoy no es más que letra muerta por cuenta de la ambición de quienes se fueron apoderando de ese gran ecosistema, arrasando a su paso los bosques nativos para extender las zonas de cultivo y ganadería, construyendo diques para desviar las corrientes de agua, quemando los manglares para convertirlos en una industria de carbón vegetal.Pero el enemigo mayor ha sido la indiferencia de quienes debían velar por la conservación de una reserva ambiental única, calificada por la ONU como área estratégica natural e hidrográfica, hogar de centenares de especies de fauna y flora, así como productora de aire y estabilidad climática para el norte de Colombia. Se tuvo que hacer innegable la catástrofe para que el país comenzara a reaccionar, aunque lo habría hecho tarde según se infiere de las recientes declaraciones del Ministerio del Medio Ambiente y la Dirección de Parques Naturales.Los estudios técnicos de estas entidades revelan un deterioro tal que en una década los daños serán irreversibles. De 3.109 hectáreas de lagunas, lagos y ciénagas, hoy quedan 739; apenas se conservan 19 hectáreas de bosques secos y tropicales; de 67 hectáreas degradas que se registraban en el año 2002, se pasó a 12.567 en 10 años. La intervención y explotación de las 158.000 hectáreas que conforman la Ciénaga Grande han sido constantes en los años recientes, se han hecho a la luz pública y encontraron un aliado tácito en la desidia de las autoridades ambientales así como de las administraciones de los 15 municipios de su área de influencia.Apenas ahora, tras las denuncias hechas por los medios de comunicación, se comienza actuar para detener el desastre ocasionado. Si bien los procesos judiciales que se han abierto determinarán quiénes son los responsables y cómo se les sancionará, la pregunta es si es posible detener y reversar los daños que sufrió la Ciénaga, así como salvar a centenares de especies de fauna y flora que en hoy están condenadas a desaparecer.Aún más importante y urgente es saber cómo evitará la Nación que se repita esta historia de destrucción e indiferencia estatal en otros santuarios y reservas ecológicas del país. El riesgo en que está el patrimonio ambiental de Colombia no permite más políticas inoperantes ni acciones a medias. Se requiere un plan estratégico estatal que sea efectivo, obligue a los entes territoriales y locales a cumplir con su función de proteger el medio ambiente, endurezca las sanciones y, sobre todo, eduque a la población para que respete y haga respetar sus recursos naturales.

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