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En defensa de los Farallones

Ya se sabe cuáles son las consecuencias: la más grave es la contaminación de las fuentes donde nacen seis de los siete ríos de Cali así como de otros treinta afluentes que irrigan al Suroccidente del país.

17 de agosto de 2018 Por: Editorial .

Al Parque Nacional Natural Farallones se le han metido en las entrañas, lo han usurpado, lo talan sin consideración y lentamente le arrebatan la vida que alberga. Todo ello, más la incapacidad de las autoridades para protegerlo como se debe, no deja opción diferente a endurecer las medidas restrictivas para asegurar la protección de la reserva ambiental más importante de Cali y el Valle.

La resolución 193 de 2018 expedida a finales del mes de mayo por la Dirección de Parques Nacionales Naturales fue la respuesta a esos problemas que persisten y contra los cuales no han sido efectivas las medidas tomadas. Si bien hay que reconocer los esfuerzos conjuntos entre el municipio de Cali, los entes ambientales de Valle y la Nación para controlar, por ejemplo, la minería ilegal o impedir la deforestación, en los Farallones aún se abren socavones, se arrasa cada año con bosques nativos o se venden terrenos y se construye pese a las prohibiciones.

Ya se sabe cuáles son las consecuencias: la más grave es la contaminación de las fuentes donde nacen seis de los siete ríos de Cali así como de otros treinta afluentes que irrigan al Suroccidente del país. También se ha hecho daño a los ecosistemas que alberga el Parque a la vez que se ha alterado el corredor natural de cientos de especies que habitan o circulan por la región. El resultado es un desequilibrio ambiental que comienza a percibirse en las 196.500 hectáreas que abarca la reserva.

Por ello es necesario que se cumplan las medidas y los objetivos de la resolución expedida, que deberán pasar de lo escrito a acciones reales.

La instalación inmediata de los ocho puntos de control es el primer paso para restringir el acceso de maquinarias para minería, insumos agropecuarios o materiales de construcción a los Farallones. Poco se logrará si persiste la demora en ubicar esos puestos de vigilancia, tal como ha sucedido hasta ahora.

Las inquietudes de quienes habitan en el Parque sin duda hay que escucharlas para llegar a puntos de entendimiento que tengan el objetivo común de preservar esta gran reserva de Cali y del Valle. Ellos son los guardianes naturales de los Farallones, llamados a defender su patrimonio así como a incentivar una relación de mutua conveniencia en la que los objetivos sean la conservación y la sostenibilidad de sus recursos ambientales.

Para que así sea se debe educar e incentivar a la comunidad del lugar para que aprenda a cuidar su entorno y a hacer un uso sostenible de él que le garantice su sustento diario. Lo otro es que junto al ejercicio de autoridad que les compete adelantar a los entes ambientales locales, regionales y nacionales, se aplique la ley con rigor, la Justicia actúe con celeridad, se persiga y castigue a quienes se han ensañado con el Parque.

Todo ello determinará su preservación, el de sus ecosistemas así como el futuro de millones de habitantes de Cali y del Suroccidente colombiano que dependen del agua y de la vida que nace en los Farallones.

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